Eneas fugitivo con su familia de Luca Giordano

 


Realizado hacia 1700

Óleo sobre lienzo de 282,3 X 125,3

Museo de El Prado. Madrid. No expuesto

 

Eneas, príncipe troyano, hijo de Anquises y Venus, tras haber defendido Troya hasta su destrucción por el fuego, escapa durante la noche llevando consigo a su hijo Ascanio, a su esposa Creusa y a su padre, a quien cargó sobre sus espaldas. En segundo término, puede verse el caballo de Troya, así como las construcciones de la ciudad en llamas y numerosos soldados huyendo del incendio.

Obra característica del momento final de su etapa española, de toque rápido y eficaz, aunque a veces un tanto descuidado. Asimismo, las actitudes gesticulantes de sus protagonistas, igual que el barquero de espaldas en el primer plano, remiten a otras pinturas de este momento de su producción, y son los probables responsables del aspecto seriado y monótono que presentan. Es pintura de ambientación nocturna, en la que la preparación rojiza (quizás ahora más presente de lo pretendido por el artista) le confiere su aspecto oscuro y apagado, sobre el que destacan colores vibrantes que definen los elementos más importantes de la escena, como los rasgos físicos de sus protagonistas o sus ropas. En planos sucesivos, la preparación alcanza mayor protagonismo, definiendo los contornos y los volúmenes de la ciudad de Troya a través de pinceladas finas y certeras. Giordano cuidó con esmero la iluminación, sin duda el aspecto más interesante del cuadro. El foco principal es el incendio que, desde la parte superior del último plano, baña toda la pintura. Así, un elemento fundamental en la narración como es el célebre caballo aparece definido a través de una ligera veladura sobre la preparación y un filamento de luz que recorre su perímetro superior, reflejo de la luz procedente del fuego. El artista iluminó la pintura con una segunda fuente de luz, de origen desconocido, procedente de la parte izquierda de la pintura, responsable de la definición de los personajes principales.

Ferrari y Scavizzi fecharon esta obra en torno a 1700, propuesta que, a falta de indicios más certeros, se mantiene aquí. En su favor está su carácter abocetado y cierta desgana en la composición y anatomías, característica que comparte con otras obras de fecha tardía, próxima a su partida para Nápoles y, desde luego, posterior a las pinturas presentes en la sala del Antiguo Testamento de la ermita de San Juan del Retiro, de calidad indudablemente más alta.

Ramón Martín


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