Teatro Apolo de Madrid

 


Fue una sala dedicada a representaciones teatrales. Estaba situado en la madrileña calle de Alcalá, en su número 45. Por tener un aforo considerable para su época, pronto fue bautizado como “catedral del género chico”, en un Madrid, que estaba en plena Restauración Borbónica.

En sus comienzos, la programación era la de un teatro por horas, una práctica habitual entre 1870 y 1910; y que consistía en la puesta en escena de varias piezas teatrales de corta duración, apareciendo en los cafés-teatro y extendiéndose a continuación a diversos locales; programación que haría famosa «la cuarta de Apolo»: la última sesión, que daba comienzo a partir de las doce y media de noche, poniendo en escena obras más atrevidas, para un público más despreocupado.

Fue construido en el solar del antiguo convento de San Hermenegildo, que fue derribado en 1870, tras sufrir los efectos de la desamortización de 1836. La obra fue financiada, íntegramente, por el banquero Gargollo, con un proyecto realizado por los arquitectos franceses Chanderlot y Festau, aunque firmado por Alejandro Sureda. La construcción se desarrolló entre los años 1871 y 1873, y la función inaugural, tuvo lugar el 23 de marzo de 1873, corriendo a cargo de la compañía del actor Manuel Catalina. El teatro se construyó con el propósito de representar comedia española. Sus principios fueron difíciles, debido a su, por entonces, lejanía del centro de la ciudad y al excesivo precio de sus entradas. A pesar de todo, tras seis años de su inauguración, se convirtió en uno de los teatros más populares de aquel Madrid de la Restauración, en parte gracias al género de la zarzuela.



El teatro se inauguró, como representación de zarzuelas, con la obra titulada Cádiz, el 20 de noviembre de 1886, una pieza de Chueca y Valverde, con libreto de Francisco Javier de Burgos. En 1893 se pondría en escena El Dúo de la Africana, de Fernández Caballero; comienza a continuación una serie de estrenos, los de más éxito de la zarzuela: en 1894 La Verbena de la Paloma, en 1897 La Revoltosa y Agua, Azucarillos y Aguardiente; y ya metidos en pleno siglo XXI: El niño judío en 1918 y Doña Francisquita en 1923.

El listón se había puesto muy alto, y pronto surgen los fracasos. Fracasos que dan lugar al cierre del Apolo madrileño, el 30 de junio de 1929. El edificio es adquirido por el Banco de Vizcaya, que derriba el edificio para construir su sede en Madrid A finales del siglo XX es traspasado al Ayuntamiento de Madrid, instalándose el Área de Gobierno de Hacienda y Administración Pública.

Y así acabamos con uno de los grandes locales de la zarzuela.


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