Batalla de Ceriñola
Datos
de la Batalla de Ceriñola
Fecha: 28
de abril de 1503, durante la Segunda Guerra de Nápoles.
Contendientes: Francia
y España.
Lugar: CERIGNOLA (Ceriñola)
Personajes franceses:
LUIS DE ARMAGNAC, duque de Nemours
PIERRE TERRAIL DE BAYARD, el Caballero Bayard
Personajes españoles:
GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA el Gran Capitán
DIEGO GARCÍA DE PAREDES el Sansón Extremeño
Otros acontecimientos:
La
Batalla
Debido a las disputas surgidas entre franceses y españoles, tras la
repartición del reino de Nápoles, los franceses invadieron dicho reino en 1502,
rompiendo el Tratado de Granada, que había sido firmado en octubre de 1500, y
que establecía el reparto conjunto de estos territorios italianos. Se suele considerar
a esta batalla como el origen de la hegemonía militar española en Europa. En
ella, el ejército español bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, el
Gran Capitán, se enfrentó al ejército francés de Luis de Armagnac, duque de Nemours.
La repentina ruptura de hostilidades por parte de las fuerzas de Luis
XII, rompiendo los acuerdos alcanzados en el Tratado de Granada, cogió por
sorpresa a los españoles. Armagnac al invadir las posesiones españolas, forzó a
Fernández de Córdoba a retirarse, buscando la protección de la plaza de
Barletta, situada a orillas del Adriático. Los franceses ocuparon todo el Reino
de Nápoles a excepción de Apulia y Calabria.
El duque de Nemours, aseguradas las posiciones arrebatadas a los
españoles, mandó sitiar Barletta, estableciendo su campamento en Bisciglie, al
sur de la plaza ocupada por los españoles. El 20 de septiembre, cansado de las provocaciones
francesas, El Gran Capitán aceptó un duelo a caballo entre once caballeros de
ambos ejércitos, en la ciudad de Trani, a medio camino entre las posiciones de
ambos ejércitos, en lo que se conoció como el desafío de Barletta. Los jueces venecianos declararon un empate,
algo que disgustó a El Gran Capitán, convencido del triunfo de los suyos. En dicho
duelo destacó Diego García de Paredes, conocido como El Sansón Extremeño, mientras
por el bando francés se distinguió Pierre Terrail de Bayard, el Caballero
Bayard.
El Gran Capitán evitó caer en más provocaciones y exponer sus escasas
tropas, esperando la llegada de refuerzos por mar, a pesar de que el puerto de Otranto
estaba tomado por una escuadra francesa bajo el mando de Pregent de Pidoux.
Pero la victoria obtenida por el almirante guipuzcoano Juan de Lezcano, capitán
general de la armada de los Reyes Católicos, permitió desembarcar los hombres,
municiones y suministros que esperaba Fernández de Córdoba. Las tropas
españolas estaban listas para combatir. Estaban, ahora, compuestas por unos
5.000 infantes, incluidos 1.000 arcabuceros, 2.000 mercenarios alemanes, unos
600 hombres de caballería ligera, 800 de caballería pesada y 18 piezas de
artillería. Fernández de Córdoba estaba preparado para iniciar la reconquista
de los territorios perdidos en la primavera de 1503.
Los franceses contaban con cerca de 2.000 hombres de caballería pesada,
2.000 de ligera, casi 6.000 infantes, 2.000 piqueros suizos y 26 piezas de
artillería. Aunque la diferencia era evidente, las revolucionarias tácticas de
El Gran Capitán harían que la balanza se inclinase del lado español Fue una
severa derrota para Francia, y el comienzo del posterior triunfo sobre las
armas francesas en tierras italianas.
La clave para los españoles residía en la velocidad de los movimientos
de sus tropas y en explotar, al máximo, los recursos y el terreno. Fernández de
Córdoba, mandó a sus caballeros cargar a un infante a las grupas, algo inaudito
para la época, ya que se consideraba un deshonor. Él mismo tomó a un soldado a
su grupa, acallando las protestas de sus caballeros, y se dirigió a toda prisa
hacia Ceriñola, seguido al instante el resto. Ésta fue una muestra de lo que se
vería más adelante en los ejércitos españoles: cualquier soldado era importante
y no se distinguía por su nacimiento sino por manejo de las armas y el valor
demostrado. Debido a la rápida llegada de los españoles a Ceriñola, proporcionó
el tiempo necesario a El Gran Capitán para preparar las defensas. Se excavó un
gran foso, y con la tierra extraída, un pequeño talud reforzado con empalizadas,
y en éstas se colocaron, los arcabuceros, en dos grupos de 500. Tras ellos los
lansquenetes alemanes con sus picas; en los flancos se situaron los ballesteros
y coseletes y tras éstos, la caballería pesada de Próspero Colonna y Pedro de
Mendoza. Fernández de Córdoba colocó su artillería y la caballería ligera, tras
un pequeño cerro situado detrás del foso.
El general español, sabía que todo el poder de los franceses residía en
su potente caballería pesada, por lo que era clara la estrategia a seguir. Al
caer la tarde del 28 de abril, mandó cargar a su caballería ligera. Los
franceses, confiados en el poder de su caballería, mandada por el mismísimo Armagnac,
cayeron en la provocación de Fernández de Córdoba. Los jinetes españoles
simularon retirarse tras un fallido ataque, situación que aprovechó Armagnac,
para cargar con sus caballeros y perseguir a los jinetes españoles en fuga,
pero tuvo que detener su avance al llegar al foso y al talud empalizado, donde
se atrincheraban arcabuceros y espingarderos. Entonces, desde la dominante
posición que ocupaba el cerro de Ceriñola, la artillería española comenzó a
escupir fuego.
Hasta entonces, los arcabuceros que no habían sido usados masivamente
encontraron a la caballería francesa al alcance de sus armas, masacrándoles sin
piedad, junto a la artillería. Entre los caídos se encontraba el mismísimo
Armagnac. La infantería francesa cargó en ayuda de su comandante. En ese
instante prendía la pólvora que tenía almacenada la artillería española,
quedando inutilizada. Fernández de Córdoba exclamó: "¡Ánimo, estas son
las luminarias de la victoria! ¡En campo fortificado no necesitamos
cañones!". Mientras, los arcabuceros siguieron haciendo fuego, hasta
que, demasiado cerca la infantería francesa, cansados y con escasa munición,
Gonzalo Fernández de Córdoba los sustituyó por sus piqueros que, totalmente
frescos, pararon las cargas francesas. Chadieu, comandante de los
mercenarios suizos al servicio de Francia, murió en aquellos instantes.
El ejército francés se encontraba inmovilizado y sin mando, situación
que aprovechó El Gran Capitán, para ordenar a sus reservas flanquear al enemigo
y envolverlo, mientras la caballería ligera se enfrentaba a la francesa, que
estaba mandada por Yves D'Allegre que, sobrepasado, tuvo que huir. El resto del
ejército francés no tuvo más remedio que rendirse ante la victoria de las
tropas españolas. Había transcurrido algo más de una hora, y las bajas francesas
sumaban más de 4.000 hombres, mientras que entre los españoles se contaron poco
más de 100.
Gonzalo Fernández de Córdoba había cambiado la forma de hacer la guerra,
sentando las bases de la guerra moderna y de lo que tres décadas después serían
los famosos y temibles Tercios de España.
Muy bueno, gracias!
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