La revolución llega a la economía valenciana
La
Comunidad Valenciana sufrió el impacto de una revolución que, junto con la
guerra, alteró su estructura económica y social, así como la vida cotidiana de
la población. Desde los primeros meses de la guerra, más del 50% de las
empresas industriales y comerciales valencianas fueron intervenidas y
controladas por obreros. A medida que avanzaba la guerra, las industrias
metalúrgicas pasaron a producir material de guerra, mientras que, las textiles
suministraban, principalmente, al Ejército. En lo que respecta a la agricultura,
se expropió el 13% de la superficie útil, mientras que se colectivizaba el 32%
de esa tierra incautada.
Tras
fracasar la sublevación en la Comunidad, comenzó la revolución, ya que el poder
político estaba en manos de los partidos de izquierda y, especialmente, de los
sindicatos UGT y CNT. Mientras, en un ambiente festivo, las columnas de
milicianos salían hacia los frentes de Teruel y Andalucía, en la retaguardia
los comités se dedicaban a la represión de los fascistas y a la incautación de
tierras, talleres y fábricas. Con la huida o asesinato de muchos propietarios,
era necesario reanudar la actividad económica para abastecer a la población y
hacer frente a las necesidades de una guerra que podía ser larga.
En Valencia capital, entre los meses de julio y agosto se socializaron los astilleros, el agua, el gas, la electricidad, los transportes públicos, las industrias químicas, la construcción; 39 empresas textiles, abandonadas por sus propietarios, pasaron a ser dirigidas por los Comités de Fábrica de CNT y UGT; así mismo los obreros y patronos de talleres y canteras de la industria del mármol y piedra, decidieron en una asamblea celebrada el 14 de septiembre de 1936, socializar esta industria, con lo que los patronos pasaban a ser unos trabajadores más. En cuanto a la importante industria pesquera, se estableció el control de la producción, bajo la dirección del Consejo Obrero Administrativo, con cinco delegados de CNT y cinco de UGT.
En
Alicante la socialización fue menos intensa, limitándose a establecer controles
en los sectores industriales que tuvieran mayor implantación sindical. En
Alcoy, núcleo tradicional del anarquismo peninsular, al ordenar la CNT la
vuelta al trabajo después de los primeros instantes, los trabajadores
decidieron en asamblea, el control obrero que desembocaría en la colectivización,
bajo la dirección del sindicato anarcosindicalista. En Elda, centro de una
importante industria de calzado, las industrias fueron colectivizadas,
rigiéndose por los Comités de Fábrica, coordinados por la CNT. Mientras,
en Castellón, más agrícola, las colectivizaciones industriales comenzaron por
los sectores de la industria metalúrgica.
En lo
que respecta a las incautaciones, se fueron dando dos formas de organización:
el control obrero y la colectivización o socialización. En el primer caso,
control obrero, la incautación no se había llevado a efecto, ya que tanto la
propiedad como la gestión seguían en manos del patrono. Por el contrario en la
colectivización, desaparecía el patrono y era el sindicato el que dirigía y
gestionaba la empresa.
En el
campo valenciano dieron comienzo, dirigido por los sindicatos, importantes
transformaciones. Bien fuera por abandono de sus propietarios o mediante la
coacción violenta sobre ellos, los comités locales del Frente Popular se
incautaron de tierras y cosechas, iniciando de la mano de la CNT, la
explotación colectiva de la tierra.
En
vista de los escasos resultados obtenidos, el Gobierno Central, intentó ordenar
el caos producido. Se llega al otoño de 1936, cuando en noviembre se incorporan
los cenetistas al segundo Gobierno de LARGO CABALLERO, y se afianzó el
objetivo de restablecer el poder del Estado y superar el caos en el frente y en
la retaguardia. Las principales medidas consistieron en: la disolución de las
milicias a favor del Ejército Popular y de los comités a favor de los consejos
municipales.
En la
Comunidad Valenciana estos cambios se hicieron notar cuando el GOBIERNO SE TRASLADÓ
A VALENCIA
el 7 de noviembre de 1936, centralizándose el poder político y desapareciendo
los poderes surgidos de la revolución. Aparecen los Comités Provinciales,
similares a las anteriores diputaciones. En Valencia se constituye, en
noviembre, el Consejo de Economía de Valencia, con la promulgación, el 1
de diciembre, del importante Decreto de Bases Reguladoras de Incautaciones,
Colectivizaciones, Control e Industrias Libres. Ambas iniciativas tenían
como objetivo, superar el caótico periodo anterior, reconstruir la economía
valenciana y legalizar, regularizar y dar una normativa a las conquistas
revolucionarias de los trabajadores.
Desde
la primavera de 1937 hasta el final del año, toda la retaguardia republicana
estuvo afectada por la lucha por el poder y las disputas entre dos formas de
entender la guerra y las dimensiones de la revolución. El conflicto que se
manifestó en invierno, consiguió quebrar la unidad de acción que intentaba el
Gobierno de LARGO CABALLERO, estalló en las
calles de Barcelona el mes de mayo de 1937. Las repercusiones para la economía
valenciana y, en general, la republicana, fueron enormes.
El
14 de abril de 1938, el Ejército insurgente llegaba a Vinaròs y cortaba las ya
débiles comunicaciones entre Catalunya y la Comunidad Valenciana. En esa
situación comenzó la ofensiva hacia el sur. Castellón se rindió el 14 de junio,
pero la ofensiva hacia Valencia se vio paralizada por la resistencia
republicana en la línea XYZ. A partir de entonces el esfuerzo se centró en la Batalla
del Ebro, tras cuya derrota del Ejército republicano dio comienzo la
ofensiva franquista sobre Catalunya.
En
Valencia la guerra estaba cada día mas presente, los continuos bombardeos sobre
los puertos valencianos así lo recordaban. Mientras las autoridades locales,
los partidos políticos y los sindicatos, hacían constantes llamadas a construir
refugios, fortificaciones y la movilización general. El máximo exponente para
la consecución de esos objetivos se centró en la unión UGT-CNT mediante un Pacto.
Pero todos los intentos de las sindicales de llegar a una unidad de acción,
llegaron demasiado tarde en aquel año de 1938, teñido por las crecientes
dificultades del conflicto bélico.
Tras
la caída de Catalunya en enero de 1939, los bombardeos sobre Valencia, Sagunto,
Alicante, Denia y Alcoy eran cada día mas frecuentes y cruentos; mayores las
movilizaciones; los productos de primera necesidad más escasos. Lo que
aumentaba la desmoralización y el espíritu de derrota. En aquellos tres meses
de 1939, la guerra y, sobre todo, la revolución habían acabado para muchas
colectividades valencianas. Se movilizaban todos los varones de 17 a 45 años,
los instrumentos de trabajo agrícolas eran necesarios para los trabajos de fortificación.
Solo quedaba a los dirigentes sindicales, organizar la evacuación e impedir los
sabotajes. Ningún proyecto organizativo o de unidad sindical podía llevarse ya
a cabo.
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