La defensa de la choza de Jesús, de Antonio Fillol Granell


Realizado en 1895, es un óleo sobre lienzo de 70 X 85 cm. No expuesto 

    La defensa de la choza es un óleo concebido quizás casi a la vez que La gloria del pueblo, pero no presentado al certamen nacional de 1895. Se trata de una pintura insólita dentro del contexto de la pintura valenciana de ese momento, y en ella Fillol profundiza en una visión del campesino alejada de los tópicos e idealizaciones. El huertano no es el ser socarrón y feliz del que abusaba la pintura costumbrista, sino una persona acosada y en ocasiones angustiada por su propia situación; unas circunstancias que a veces le llevan hacia situaciones límites que pueden desembocar en el uso de la violencia extrema para defender lo que trabaja. El lienzo presenta el interior de una choza o establo con unos huertanos apostillados con fusil en mano vigilantes. Desde las rendijas y huecos de la construcción en madera observan lo que sucede fuera. Sus rostros son enjutos y curtidos y sus cuerpos magros pero fuertes, conformados en una vida de trabajo y de escasez; las figuras están tratadas con un realismo que refleja la tensión del momento. La escena se sitúa en un ámbito cerrado, pero la intensa luz del sol del día que penetra por las múltiples rendijas, y por debajo de la puerta de la construcción rústica, es tan fuerte que ilumina el interior, agudizando el contraste entre las dos realidades. 

    A no ser por las fechas en que se escribió La barraca de Blasco Ibáñez (1898) diríamos que la obra está inspirada en el episodio del embargo de la vivienda del tío Barret. La descripción se adapta perfectamente a la pintura y puede que sea entonces a la inversa, o bien que Fillol haya tomado como referencia hechos y situaciones conflictivas que abundaron en la época, el mismo Blasco aludió en el prólogo de La barraca en 1925 su inspiración en una lucha entre labradores y propietarios y en la impresión que le causó de pequeño la vista de unos campos abandonados, el relato de una lucha entre labriegos y propietarios, que tuvo por origen un suceso trágico y abundó luego en conflictos de violencia. La sequía que asoló Valencia entre 1875 y 1879 propició huelgas ante los propietarios por las dificultades para pagar el arriendo. Tanto Fillol como Blasco parten de la realidad compleja y conflictiva que propiciaba la propiedad de la tierra. Es casi seguro que Blasco conociese el cuadro de Fillol y le sugiriese la descripción de una escena. 

    Aunque es lógico considerar el motivo principal de este lienzo la defensa de la tierra, no puede plantearse de manera tan taxativa, pues el título del cuadro parece ser que era La defensa de la choza o Escondiendo el tesoro. El edificio no es en realidad una choza, sino una obra de construcción, véanse los muros de la derecha desde cuya apertura uno de los hombres apunta. Y ciertamente hay un tercer campesino que no empuña ningún arma, sino que está moviendo o cavando la tierra con una azada. El subtítulo añade una incertidumbre sobre la motivación principal de la defensa, puesto que también podríamos estar ante unos huertanos que vigilan mientras el tercero esconde algo. La descripción pormenorizada de este destartalado interior de cuadra o almacén refleja, a la perfección, el interior de uno de estos edificios de campo sobre los que el tiempo se acumula con el polvo. Las filtraciones de luz por las innumerables rendijas de techo y puertas, acentúan el contraste y la objetividad e imparcialidad fotográfica de la mirada de Fillol 


Texto: Museo del Prado 
Imagen: Museo del Prado 

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