Bodegón con pescado, vela, alcachofas, cangrejos y gambas


Realizado en 1611, es un óleo sobre tabla de 50 x 72 cm. 

Sobre una superficie de madera vemos cangrejos y gambas cocidos, varios peces de agua dulce (dos carpas, un gobio, posiblemente varios cachuelos y un lucio del norte), una copa de vidrio oscuro, un candelabro de latón con una vela parcialmente consumida, un colador de cobre con una espumadera de latón y dos alcachofas, y una jarra de cerámica de Renania, en cuya tapa vemos reflejado el autorretrato de la artista. En aquella época era muy raro que los pintores incorporaran su propia imagen en los cuadros. El hecho de que Peeters lo hiciera (en esta y en al menos otras siete obras) muestra su voluntad de ser reconocida, probablemente por las dificultades que suponía ser una mujer artista. Esta es una de las pinturas más de Clara Peeters. El contraste entre las formas y los contornos curvos y angulosos del colador y la alcachofa, o la decoración de la superficie de la jarra de cerámica, las escamas de los peces y los agujeros del colador, es característico de su arte. 

La reflectografía infrarroja del cuadro muestra cómo Peeters realizó cuidadosos ajustes en la composición. Bajó ligeramente el ojo del pez más cercano al ángulo inferior derecho del cuadro, elevando así nuestro punto de vista. Y cambió de lugar apenas unos milímetros los agujeros que puntean el colador de cobre, cerca del tallo de la alcachofa. Las alcachofas y la copa de vidrio oscura de la izquierda se pintaron después de que se aplicara el fondo oscuro. Este tipo de correcciones es también característico de la artista. Pintadas en rojo en la parte trasera de la tabla de roble aparecen las letras G y A superpuestas, que identifican a Guilliam Aertssen como el fabricante del soporte. Sabemos que Aertssen trabajó en Amberes en 1612 y 1617. Esto respalda otros datos que sugieren que Peeters trabajó en aquella ciudad —un dato importante, ya que sabemos muy poco de su vida. 

Este cuadro y Bodegón con gavilán, aves, porcelana y conchas, también en el Prado, son muy posiblemente los que aparecen documentados por primera vez en 1666 en el inventario del Palacio Real de Madrid (conocido como el Alcázar), sin atribución; son descritos simplemente como dos cuadros, "uno de pesca y otro de aves". Probablemente sean los mismos que se atribuyen a Peeters en los inventarios reales posteriores a 1734. 

Este es el primer bodegón con pescado que se conoce —quizás el primero que se pintó. Muestra que Clara Peeters fue una innovadora, al igual que su dedicación a pintar bodegones realistas, un género nuevo en aquella época. Se conocen aproximadamente diez cuadros de Peeters con pescado, lo que significa que se convirtió en una especialista de este tipo de asunto. El pescado era un alimento muy común en Holanda y Flandes gracias a la gran extensión costera de la región, y por sus muchos ríos, arroyos y estanques. También favorecía su consumo la restricción de comer carne impuesta por las autoridades eclesiásticas, que podía extenderse a tres días de la semana. A menudo es imposible determinar si las pinturas de naturalezas muertas poseen un significado simbólico o no. Se ha sugerido que esta escena representa el elemento del agua, y que forma parte de una serie sobre los cuatro elementos. Esto se basa en la creencia de que este y otros tres cuadros ahora en el Prado componen un conjunto desde su creación. Pero probablemente este no sea el caso. Como ya hemos visto, este cuadro y Bodegón con gavilán, aves, porcelana y conchas aparecen emparejados en los documentos del siglo XVII, pero los otros dos cuadros del Prado no llegaron a la Colección Real hasta el siglo XVII. En contra de una interpretación alegórica de esta escena también está el hecho de que siempre aparece descrita en la Colección Real como un cuadro de objetos representados y no como fábula o alegoría, como sucede en el caso de otras obras de la misma colección. 

Lo que los contemporáneos valoraban en los cuadros de este tipo era su ilusionismo y las ideas asociadas a aquello con lo que sus propietarios deseaban identificarse, como el gusto, la posición social o la educación. No sabemos por qué Peeters combinó en este cuadro los peces con los demás elementos. La vela apagada es a menudo una referencia al paso inevitable del tiempo. No está claro si ese es el significado en este caso, pero añade una calidad temporal a la imagen; nos hace pensar en el momento en que la vela estuvo encendida, o en cuándo volverá a estarlo. Los demás objetos debieron de parecerle a la artista como susceptibles de combinarse para conseguir efectos artísticos. Las alcachofas interesaron a Peeters y sus contemporáneos; ella las incluyó en varios cuadros y también son habituales en Jan Brueghel el Viejo y Frans Snyders, entre otros. Este alimento había sido una rareza hasta la segunda mitad del siglo XVI, y se consideraba como un afrodisíaco. En 1599, por ejemplo, un comentarista inglés escribió que, "complacen al gusto: provocan orina y Venus". 

Hacia 1660, las alcachofas se habían convertido en un alimento corriente —lo suficiente como para que, en 1604, Caravaggio se viese envuelto en una reyerta en Roma tras quejarse de cómo las habían cocinado en una taberna; y para que en un libro publicado en Lieja ese mismo año se afirmase que estaban entre "las hierbas y verduras que son necesarias en la cocina". Hay numerosas obras de arte donde las alcachofas figuran de forma destacada, no sabemos si como afrodisíaco o sencillamente por su forma inusual. En Alegoría del verano, de Giuseppe Arcimboldo, (conocida en varias versiones), una figura hecha de frutas y vegetales lleva puesta una alcachofa en el pecho. En una escena de uno de los grabados de Abraham Bosse para Les Cinq Sens, de hacia 1638, una pareja elegante se sienta a la mesa a cenar un único alimento: una alcachofa. 


Fuente, Museo del Prado 
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