Inés de Castro, esposa de Pedro I


    Nace Inés en la comarca de Limia, dentro de la provincia de Orense en 1325. Era hija natural de Pedro Fernández de Castro, perteneciente a la Casa de los Castro, señor de Monforte de Lemos, y de Aldonza Lorenzo de Valladares. 

    Es de suponer que tuviera una niñez normal, siendo favorecida gracias a su emparentamiento con la realeza, pese a ser hija natural, en esa época era esta una cuestión no demasiado anormal y hasta cierto punto reconocida socialmente. Fue criada en el palacio de don Juan Manuel, duque de Peñafiel y marqués de Villena, para servir de compañera de juegos de una futura gran dama y para desenvolverse en una corte donde la pasión y el poder son los alicientes de todos los días. Vivió con Constanza Manuel, a la sazón prima suya, que había sido prometida en matrimonio al infante Pedro de Portugal

    Las dos jóvenes abandonaron la corte de Peñafiel en 1340, para residir en Lisboa o Coimbra, donde Inés será dama parente. Cuando el infante don Pedro salió al encuentro de Constanza, en lugar de prendarse de su esposa, cayó rendido ante la belleza de Inés. Constanza Manuel contrae matrimonio con Pedro I de Portugal, llamado El Justiciero, en el año 1.341 y al poco tiempo, éste, hace su amante a Inés de Castro. Probablemente esto no habría trascendido del ámbito domestico si no se hubiera producido la muerte de Constanza el 13 de noviembre de 1.345 tras dar a luz a su hijo Fernando. De esta relación habrían de nacer cuatro hijos naturales: Alfonso, muerto al poco de nacer. Como era un peligro para la sucesión del rey, en el caso de materializarse la unión de los amantes, puesto que la rama de los Castro, castellanos, serían los herederos de la corona portuguesa, así, con la aprobación de la corte el rey decretó su muerte; Beatriz, que casaría con el infante Sancho de Castilla; Juan de Portugal y; Dionisio

    Nueve años después de la muerte de Constanza Manuel, Pedro I de Portugal, se casó con la que había sido durante tanto tiempo su amante, ante el obispo de Guarda y de algunos servidores; aunque no existe ningún documento que lo pruebe; no pudiéndose dar una fecha precisa a aquel matrimonio clandestino que debía dar una reina a Portugal. 

    Después, se instalaron en los pazos de Santa Clara, Coimbra y vieron crecer felices sus hijos durante un tiempo. Hasta el momento en el que, por razones de estabilidad política, Alfonso IV decretó la muerte de su nuera en Coimbra el 7 de enero de 1355, fue degollada delante de sus hijos, en ausencia del infante Pedro, en los hermosos jardines de la Quinta das lágrimas, escenario de su amor secreto. La venganza de Pedro fue terrible, ya que dos años después, al morir el rey Alfonso IV, ocupó el trono el infante. Y cuentan las crónicas que, mandando exhumar el cadáver de Inés, la sentó en el trono, haciéndola coronar y obligando así a los cortesanos a que le rindieran los honores debidos a una reina. Algunos historiadores, dan como origen de esta leyenda, a la costumbre portuguesa de besar la mano del cadáver de los reyes difuntos; o quizás a que en los siglos XIV y XV, se modelaban en cera las efigies de los reyes, colocándolos sobre el túmulo funerario, por lo que es posible que la efigie de Inés fuera colocada en el trono, obligando que a su imagen, y no a su cadáver, se rindieran los homenajes.

Asesinato de Inés de Castro

    Los tres ejecutores de la muerte de Inés, temiendo la venganza de Pedro, huyeron a Castilla, pero en 1360, los reyes de Castilla y Portugal, llegaron a un acuerdo para entregarse a los nobles huidos de sus respectivos reinos. Pedro Coelho y Álvaro Gonçalves expiaron de un modo terrible su crimen; al primero le fue arrancado el corazón por el pecho, y al segundo por la espalda; Pacheco consiguió evitar el castigo huyendo hacia Aviñón. 

    Los restos de Inés fueron depositados en Alcobaca, en una tumba de mármol blanco con una efigie coronada que, Pedro había hecho preparar; y cerca de la cual hizo erigir su propia sepultura. Dispuso que los catafalcos se tocaran los pies: quería que el día de la resurrección, al levantarse, su primera imagen a contemplar fuera la de Inés. 

    Los hijos de Inés no ascendieron al trono, aunque contrajeron alianzas con todas las familias reinantes en Europa, Beatriz tuvo una gran descendencia, con unos soberanos que serían famosos. 


Fuente: Diversas publicaciones y revistas de Historia 
Imagen: WikipediA

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