Enrique Simonet y Baca, padre del pintor Enrique Simonet Lombardo


Realizado en 1893. Óleo sobre lienzo, 100 X 70,2 cm. 

    Con una preparación de color crema claro, destaca la media figura, sentada, sobre los tonos castaños y rojizos del fondo. El pintor representó con realismo a su padre, ya en su vejez. Su apostura, su rostro con el entrecejo levemente fruncido y el entrecruzamiento de las manos indican la contención de su carácter. En la cabeza utilizó, junto a las carnaciones, toques en tonos crema y azul, color este último que se percibe igualmente en algunas sombras. También aparecen sueltas pinceladas azules en las manos, como testimonio de una observación de la luz que atendía a plasmar el color local. Una larga pincelada en ese tono se percibe en la sombra de la corbata y otra verde en el borde de la chaqueta. Especial interés tienen los puños de la camisa, con sus luces y sombras establecidas mediante el color. Los tres botones visibles de la chaqueta muestran, en sus tonos grises y su diferente disposición, el volumen de la prenda. Otros tres botones más pequeños, en la bocamanga, indican también el interés del artista en señalar la incidencia de la luz sobre sus superficies mates. 

    El artista pintó este retrato en el momento de mayor auge de su carrera, tras el triunfo de su obra de mayor importancia, Flevit super illam, que había obtenido una Primera Medalla en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Madrid de 1892. Este cuadro había sido su envío de pensionado del cuarto y último año de su beca oficial en la Academia Española en Roma, ciudad a la que había ido por vez primera para estudiar pintura a expensas de su padre, de 1885 a 1887. Por ello cabe considerar el retrato, realizado en Málaga en el verano de 1893 a su vuelta de Italia, como un testimonio de afectuosa gratitud hacia su progenitor, que comprendió desde sus inicios su afición a la pintura y alentó esa dedicación. 

    El brillo de los ojos señala la relación de afecto entre el retratado y el pintor que, once años después del fallecimiento de su padre, incluyó la imagen de este cuadro como fondo de su Autorretrato, también donado por los descendientes del artista. La muerte de su padre produjo un gran pesar al pintor, que dibujó su retrato yacente en el ataúd, vestido con hábito blanco, escapulario y con las manos entrelazadas sosteniendo un crucifijo (lápiz sobre papel, 18 x 23 cm, Colección Familia Simonet), del mismo modo que sus padres, que habían expresado en su testamento su deseo de ser enterrados con el hábito blanco mercedario. 


Fuente Museo del Prado, Madrid

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