Los Embajadores
En realidad el nombre del cuadro es: Retrato de los embajadores Jean de Dinteville y George de Selve, es un prototipo e hito en el género de retrato doble, la propia perspectiva es burlada insertando una calavera curiosamente deformada mediante la "anamorfosis" -también empleada por Leonardo- que, en su mensaje de vanitas dirigido solo a quienes sepan ver, convierte las múltiples actividades de los protagonistas del cuadro, atestiguadas en los numerosos accesorios incluidos, en pura vanidad. La presencia de la calavera cuestiona toda la espacialidad del cuadro, plena de elementos de naturaleza muerta: preciosos instrumentos musicales y científicos dispuestos sobre la mesa cubierta con un elegante tapiz, que adquieren un valor simbólico, centrado en el laúd con una cuerda rota -la armonía se ha quebrado- que, a su vez, centra la composición.
La obra fue realizada por Holbein para recordar la visita, acaecida en Londres en 1513, del eclesiástico Georges de Selve -que en el lienzo se presenta a la derecha- a su amigo Jean de Dinteville, embajador francés en la capital inglesa. Los dos personajes son emprendedores jóvenes de la época, ya que con 25 y 29 años respectivamente habían alcanzado importantes éxitos en la carrera diplomática. De Selve había sido elevado desde niño a la dignidad obispal, acreditándose después ante la Santa Sede para convertirse más tarde en embajador en Venecia, intentando en numerosas ocasiones conciliar a católicos y protestantes. De Dinteville será uno de los principales miembros de la diplomacia francesa, siendo utilizado en numerosas ocasiones por el rey Francisco I como colaborador para los asuntos internacionales.
La obra fue realizada por Holbein para recordar la visita, acaecida en Londres en 1513, del eclesiástico Georges de Selve -que en el lienzo se presenta a la derecha- a su amigo Jean de Dinteville, embajador francés en la capital inglesa. Los dos personajes son emprendedores jóvenes de la época, ya que con 25 y 29 años respectivamente habían alcanzado importantes éxitos en la carrera diplomática. De Selve había sido elevado desde niño a la dignidad obispal, acreditándose después ante la Santa Sede para convertirse más tarde en embajador en Venecia, intentando en numerosas ocasiones conciliar a católicos y protestantes. De Dinteville será uno de los principales miembros de la diplomacia francesa, siendo utilizado en numerosas ocasiones por el rey Francisco I como colaborador para los asuntos internacionales.
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