Las guerras del Peloponeso


Mucho se ha escrito sobre las causas que desencadenaron las guerras del Peloponeso. Atenas trataba de imponer la democracia en los estados de su liga. A ello se oponían los oligarcas que ejercían el poder en algunos estados, mirando esperanzados a su leader Esparta. Los roces directos comenzaron cuando Atenas firmó una serie de tratados, que amenazaban los intereses de Corinto, aliado peloponesio, en el golfo del mismo nombre. Esparta no intervino hasta el 457 a.C. para establecer su dominio sobre la Beocia. 

El éxito, en un principio, acompañó a los espartanos, pero prontamente Atenas recuperó el dominio, inquietando a los lacedemonios en las costas de su país. Tras varios choques de las dos potencias en la Grecia central, firmaron la paz de los treinta años en 446 a.C., tras presentarse los espartanos a las puertas de Atenas. 


De nuevo los intereses de Corinto fueron la causa de la reanudación de las hostilidades. Será Arquidamo el que ostente el mando militar peloponesio. Continuamente se presentarán ante los muros de Atenas, mientras los atenienses realizarán una guerra de piratería en las costas del Peloponeso, consiguiendo diversos éxitos, entre los que se encuentra la captura de 120 espartanos en la isla de Esfacteria. La captura de estos traerá consigo la firma de la paz de Nicias, el año 421 a.C., a pesar de la oposición del espartano Brásidas, por sus éxitos en la Calcídica. Algunos aliados, no conformes con los acuerdos tomados, forman una nueva liga al margen de Esparta, obligando a esta a intervenir para restablecer la situación, derrotándoles en Mantinea.


Mientras tanto en Atenas triunfaban las tesis de Alcibíades de continuar la guerra. Esta se desató de nuevo por el fracaso de la campaña ateniense en Sicilia, debido en gran parte por la ayuda espartana a Siracusa. Ante las dificultades financieras y, con el fin de llevar la guerra por mar, Esparta no duda en aliarse con los persas, colocando al mando de la flota a Lisandro. Con métodos no demasiado espartanos, conseguirá la defección de la flota ateniense. El final de la guerra se decidirá en el Helesponto, al ser derrotada la escuadra ateniense en Aigos Potamos en 402 a.C.

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