Cartagena de Indias
Del 13 de marzo al 20 de mayo de
1741, tuvo lugar La batalla
de Cartagena de Indias,
entre las armadas española e inglesa. Batalla decisiva para el desenlace final de la Guerra de la Oreja de Jenkins, que
transcurrió entre 1739 y 1748,
y fue uno de los conflictos armados entre España y Gran Bretaña que
tuvieron lugar durante el siglo XVIII.
La Armada Inglesa que participó, con 195 navíos,
era mayor que la que Felipe II envió, con tan desastrosos resultados, a la
conquista de Inglaterra. El ejército inglés estaba comandado por el almirante Edward Vernon, con 32.000
soldados y 3.000 piezas de artillería, mientras que
Cartagena estaba defendida por 3.600 soldados y
6 navíos. Inglaterra estaba tan segura de su
victoria que el rey inglés mandó acuñar monedas celebrando su triunfo, en las
que se leía "la arrogancia española humillada por el almirante Vernon y los
héroes británicos tomaron Cartagena, abril 1, 1741 ", en ellas
aparecía Blas de Lezo representado de rodillas entregando su espada al
almirante Vernon.
La victoria de las fuerzas españolas, al mando del teniente general de
la Armada Blas de Lezo, prolongó la supremacía militar española en el Atlántico
occidental hasta el siglo XIX.
Eran tiempos difíciles para España puesto que, en el siglo XVIII,
estábamos involucrados en multitud de conflictos bélicos. En 1713, España había
firmado de manera deshonrosa el Tratado de Utrecht, por el que perdía las
posesiones continentales europeas; pero todavía quedaban las americanas y sus
ciudades que se habían convertido en bastiones críticos para asegurar el
comercio con América. Cartagena de Indias era principal ciudad, para los
intereses españoles, en el continente americano. Una ciudad espléndidamente
fortificada, donde los españoles darían muestra de su valentía y heroísmo en la
guerra que pasó a la historia con el nombre de la Guerra de la Oreja de
Jenkins.
¿Por qué el nombre de Oreja de Jenkins?
En las
costas de Florida actuaba un pirata llamado Robert Jenkins, que fue interceptado
por un guardacostas español, a las órdenes del capitán Juan de León Fandiño.
Éste permitió seguir con vida al pirata y le amputó una oreja; y con la oreja
del pirata en la mano, le dijo: “Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si
a lo mismo se atreve”. Como parte de una campaña de la oposición
parlamentaria en contra del primer ministro Walpole, Jenkins compareció en la
Cámara de los Comunes en 1738, denunciando el caso con su oreja en la mano.
Como consecuencia Walpole se vio obligado a declarar la guerra a España el 23
de octubre de 1739; una oreja iba a provocar una guerra. Pero la verdad es que
los ingleses encontraron la escusa para declararle la guerra a España ya que
trataban de desplazar a España y ocupar su posición para controlar los mares
atlánticos, arrebatándole las mejores posesiones americanas.
Para
llevar a cabo esos objetivos, Inglaterra organizó un ejército formidable.
Preparó y armó una magnífica flota con 195 navíos entre buques de guerra y
transporte, la flota se puso rumbo a Cartagena de Indias, para tomarla al
asalto. Entre las tropas inglesas estaba el hermanastro de Jorge Washington, el
futuro presidente norteamericano, que dirigía un grupo de 4.000 milicianos
americanos que iban a participara en la toma de la ciudad. Junto a los navíos,
viajaban 11.000 soldados de asalto, 15.000 marineros, los 4.000 milicianos
americanos y 2.000 negros jamaicanos, que constituirían la vanguardia. Los
ingleses eran los mejores artilleros del momento e iban a atacar con lo mejor que
tenía en su armada de guerra, en material y personal de asalto, estaba
determinada a la victoria.
Blas de
Lezo era el responsable de la defensa de la ciudad. Cartagena de Indias contaba
con magníficas fortalezas y castillos que protegían la ciudad, aunque las
fuerzas defensoras eran pocas, ya que Lezo disponía de 3.000 soldados del
ejército regular español, reforzados con 600 arqueros indios del interior y
unas 1.000 piezas de artillería. Para el desenlace final de la batalla, resultó
decisiva la eficacia de los servicios de inteligencia españoles, que consiguieron
infiltrar espías en la Corte Londinense y en el Cuartel General del almirante
Vernon. El plan general inglés fue conocido de antemano en las Cortes Españolas
y por Blas de Lezo. Se dispuso de tiempo suficiente para reaccionar y adelantarse
a los acontecimientos.
El virrey
Eslava, jefe político y militar del Virreinato, tenía confianza de que el
almirante Torres llegaría a tiempo a Cartagena para atacar a Vernon por la
retaguardia, pues la flota española estaba anclada en La Habana a la espera de
la llegada de la flota inglesa. Pero Torres nunca llegó. Cartagena no se iba a
rendir y Blas de Lezo se decidió por la resistencia a ultranza y organizó los
recursos disponibles. Sabía que tenía pocos recursos, pero aún así pretendía
resistir con todo lo que tenía. Los 6 navíos disponibles fueron hundidos por
los españoles para impedir el movimiento de los barcos enemigos por la bocana
del puerto. Antes de hundir los navíos, Blas de Lezo, ordenó desmontar los
cañones de las 6 naves y situarlas estratégicamente rodeando la ciudad.
La flota
inglesa estaba mandada por el vicealmirante Edward Vernon, que mandaba la Primera
Escuadra; el contraalmirante Chaloner-Ogle, la Segunda; y el Capitán en jefe Lestock,
la Tercera, y estaba compuesta por un navío de a 90 cañones, nueve de a 80. 32
de entre 60/70 cañones, 6 fragatas de 40/50 cañones, 6 fragatillas, 3 burlotes,
3 bombardas o paquebotes y 135 transportes.
La bahía de Cartagena está dividida en dos bahías naturales: la Bahía
Exterior limitada por la península de Bocagrande, continente, y las islas de
Tierrabomba, Barú y Manzanillo; y la Bahía Interior con el puerto colonial,
cerrada también por Bocagrande, continente, y por las islas de Manzanillo y
Manga. El 17 de marzo de 1640, naufragan en la Bocagrande la nave capitana y
los galeones Buensuceso y Concepción, de la armada comandada por Rodrigo Lobo
da Silva. Los cascos hundidos sirvieron de núcleo colector de arena lo que
aceleró la formación de la barra, dificultando la navegación. A partir de 1640,
las mareas profundizan de manera natural el canal de Bocachica cuyo fondo era
de barro. Con un ligero dragado, los más pesados galeones y naves de guerra
iniciaron su tránsito entre Barú y Tierrabomba, modificando radicalmente todo
el sistema defensivo de la bahía de
Cartagena. En 1741, el canal de Bocachica sería el adecuado para los navíos de
guerra ingleses de tres puentes.
El 13 de marzo de 1741 la imponente flota del almirante Edward Vernon
llegaba a la bahía de Cartagena. Vernon ordenó las maniobras oportunas para que
las naves inglesas se situaran de flanco frente a las defensas de Cartagena. El
15 llegan los primeros buques ingleses a Playa Grande y dos días después
fondearon sobre la misma playa el resto de los navíos pertenecientes a las tres
escuadras.
El 19 de marzo, los ingleses continúan estudiando el campo de
operaciones. Algún pequeño intento de desembarco frustrado por la Boquilla sin
relevancia. El día 20 toda la armada inglesa queda anclada en la Punta de
Hicacos, muy cerca del puerto de Cartagena; donde estaban los buques españoles
Dragón y el Conquistador que impedían el paso a la bahía interior de Cartagena
por Bocagrande.
Ante la imposibilidad de entrar por Bocagrande, Lestock, con 12 navíos
pone rumbo a Bocachica. En el trayecto, disparan contra la batería de Santiago
que disponía de 11 cañones cuyo comandante, el capitán de fragata Lorenzo
Alderete, también era el responsable de la batería de San Felipe de Bocachica,
con 5 cañones. Fracasaron en su intento de romper el cerco de Bocachica y se
mantuvieron disparando contra el castillo de San Felipe. Consiguen desembarcar
500 efectivos cerca de la batería de Santiago y el 21 desembarca el resto del
contingente británico. Durante la noche del 20 al 21, los ingleses toman
la batería de Varadero y con sus cañones disparan a la de Punta de Abanicos,
los españoles se ven obligados a abandonar la batería, quedando Campuzano con
un sargento y 11 soldados del regimiento de Aragón y dos artilleros. Les
responden con cañonazos los buques San Felipe y África, quedando retrasados en
reserva el Galicia y el San Carlos.
El 3 de abril, 18 buques alineados frente a Bocachica inician un
terrible bombardeo para romper las defensas de los castillos de San Luis y San
José que cierran su paso a la Bahía exterior. Knowles se dirige a la
ensenada de Abanicos para destruir definitivamente la resistencia de
Campuzano, que finalmente tienen que retirarse con su escasa tropa al castillo
de San José. Al día siguiente, la batería de Abanicos queda completamente
destruida y Lestock vuelve al ataque contra el fuerte de San José y San Luis,
que durante dos días reciben un intensísimo cañoneo. Las tres baterías del fuerte de San Luis
quedaron desmanteladas y las playas desprotegidas para un desembarco. Las
murallas, derrumbadas, y por la brecha abierta cargaron los ingleses a bayoneta
calada desde tierra. Ante la imposibilidad de resistir, se tocó retirada y
durante toda la noche continuó el desembarco enemigo.
La noche del 5 al 6 de abril, Blas de Lezo sitúa los buques Dragón y
Conquistador entre los canales del Castillo Grande y Manzanillo con intención
de hundirlos para impedir el paso de los navíos ingleses por la entrada de
Bocagrande, se incendió el San Felipe, y se disparó desde el San Carlos nueve
cañonazos al África para hundirle en la bocana de entrada. La situación
empeoraba para los españoles, y el fuerte de San José fue evacuado al castillo
Grande y posteriormente a Cartagena. El 11 de abril, los ingleses toman el
castillo de Santa Cruz que previamente había sido abandonado.
Comienza el asedio de la ciudad a las 9 de la mañana del 13 de abril, con
continuos bombardeos, al mismo tiempo, otra escuadra atacaba al fuerte
Manzanillo. La situación empezaba a ser desesperada para los españoles, iban
pasado los días, y el cañoneo inglés no cesaba, intenso, continuo, repitiéndose
mañana, tarde, noche, mañana... pero la moral de los españoles estaba a la
altura de las defensas de la ciudad, manteniéndose intacta. La ciudad fue severamente
castigada por la artillería inglesa, pero las defensas seguían soportando todo
lo que les llegaba desde los barcos ingleses. Vernon había calculado que los
españoles resistirían dos o tres días más, era imposible pensar que tan pocos
pudieran resistir a tantos. Los españoles tenían orden de resistir hasta el
final no se les permitía ni un paso atrás, habían clavado la bandera e iban a
morir allí, defendiendo la ciudad hasta el final.
A las 4 de la mañana del 16 de abril Vernon, que había decidido tomar
Cartagena de Indias al asalto, hizo que una fuerza de unos 10.000 hombres,
compuesta por los macheteros jamaicanos, los milicianos americanos y las
fuerzas regulares inglesas, desembarcara por la costa de Jefar. Pero las
sucesivas avalanchas inglesas se encontraron con trincheras inexpugnables,
repletas de mosquetes y bayonetas españolas, que a pesar de su corto número,
parecían multiplicarse. El 17 de abril, la infantería británica, toman el alto
de Popa, a un kilómetro del castillo de San Felipe, que era el auténtico
baluarte español en el Caribe.
Ante estos acontecimientos, Blas de Lezo tomó tres decisiones
que serían decisivas para el desenlace final de la batalla. En primer
lugar, mandó excavar un foso en torno al castillo para que las
escalas inglesas se quedasen cortas al intentar tomarlo; también ordenó cavar
una trinchera en zigzag, para evitar que los cañones ingleses se acercasen
demasiado; y por último, les envió dos “desertores” que engañaron y dirigieron
a la tropa inglesa hasta un flanco de la muralla bien protegido, donde serían
masacrados sin piedad.
Asalto definitivo al castillo de San Felipe de Barajas
Llegamos así a la noche del 19 al 20 de abril, tras
una potente preparación artillera, Vernon intentó asaltar el
castillo con unos 10.200 hombres de infantería, organizados en tres columnas,
apoyados por los negros macheteros jamaicanos. En frente tenía la batería
de San Lázaro de propio castillo de San Felipe y 1.000 hombres muy
motivados. Cuando los ingleses llegaron a las murallas, la sorpresa fue
mayúscula, comprobaron que sus escalas eran demasiado cortas y no podían
escalarlas. Debido al peso del equipo, no podían avanzar ni retroceder,
circunstancia que los españoles aprovecharon, abriendo fuego contra los británicos,
produciéndose una carnicería sin precedentes, al amanecer, se encontraron con
las bayonetas de unos trescientos soldados de los tercios españoles que
saltaban sobre ellos desde sus trincheras. Fue una masacre.
Esto desmoralizó a los ingleses. El engreído Sir
Andrew Vernon había sido incapaz de vencer a unos pocos harapientos españoles
capitaneados por un anciano tuerto, manco y cojo. El pánico se apoderó de ellos,
rompieron sus líneas de combate y huyeron despavoridos tras la última carga
española hacia sus barcos para protegerse de la furia de la infantería de los
tercios. Del 22 al 25 de abril, decrecieron los enfrentamientos. El 26 los
ingleses volvieron a bombardear la ciudad, pero el 9 de mayo, Vernon asumió que
era imposible tomar al asalto la fortaleza de Cartagena de Indias, ordenó la retirada,
levantar el asedio y volver a Jamaica. Había fracasado estrepitosamente. Tan
sólo acertó a pronunciar, entre dientes, una frase: “God damn you, Lezo!”.
Al partir, Vernon, se permitió enviar una carta a
Lezo, con una velada amenaza: “Hemos decidido
retirarnos, pero para volver pronto a esta plaza, después de reforzarnos en
Jamaica”. A lo que Lezo respondió con ironía: “Para venir a Cartagena es necesario que el
rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta sólo ha quedado
para conducir carbón de Irlanda a Londres.” Fueron tantas las bajas
inglesas, que tuvieron que hundir numerosos barcos, allí mismo, no les quedaban
suficientes marineros. Hasta el 20 de mayo estuvieron saliendo
embarcaciones inglesas de Cartagena. El último en abandonar el sitio fue
Lestock. De los 195 buques se contaron en la retirada 186. Los ingleses
tuvieron 9.500 muertos, 7.500 heridos, perdieron 1.500 cañones y 50 naves. En
contra, los españoles sufrieron 800 muertos, 1.200 heridos y perdieron 6 naves.
Los fuertes de Bocachica, Castillo Grande y Manzanillo quedaron totalmente
destruidos. La mayor operación de la Royal Navy hasta el momento se saldó también
como la mayor derrota de su historia.
A Inglaterra habían llegado noticias erróneas, asegurando
que la victoria en Cartagena se había consumado. Vernon, había mandado un
correo al rey inglés asegurando que había logrado la victoria, lo que generó
una euforia en su país; aunque lo que consiguió en realidad fue la mayor y más
humillante derrota de toda la historia de la Royal Navy. En vista de las “buenas
noticias” enviadas por Vernon, el rey Jorge II ordenó se elaboraran medallas conmemorativas
de la supuesta victoria. En las medallas se representaba a un Blas de Lezo, entero
y completo con dos brazos, dos piernas, arrodillado ante Vernon. Hubo celebraciones
y fiestas, hasta que llegó la verdadera noticia, anunciando la humillante derrota
de Vernon ante Blas de Lezo; la realidad heló sus sonrisas.
Fue tal la humillación que el rey Jorge II ordenó a
los historiadores ingleses no se escribiera nada de la derrota; y los
historiadores ingleses son hegemónicos, lo que ellos no publican no existe. Y
como los historiadores no escribieron nada sobre Cartagena de Indias, esta batalla
fue injustamente ocultada para la historia. A su vuelta a Inglaterra, Vernon
fue relevado de su cargo y expulsado de la Marina en 1746. A pesar de su profundo
descrédito, a su muerte en 1757 se le enterró en la Abadía de Westminster, como
si fuera un héroe más. La leyenda de su tumba reza : “He subdued Chagre, and at Carthagena conquered as far as naval forces
could carry victory” ("Sometió a
Charges y en Cartagena conquistó hasta donde la fuerza naval pudo llevar la
victoria"). Por estas acciones militares recibió el
agradecimiento de ambas Cámaras del Parlamento. Después de esto se retiró sin
título. Recibió su recompensa, el amor y la estima de todos sus contemporáneos
y generaciones posteriores.
Blas de Lezo corrió una suerte diferente, quedó muy
mal herido por los combates de Cartagena de Indias, murió cinco meses más tarde
víctima de las heridas del combate. Nadie sabe donde está enterrado, sus restos
quedaron en una fosa común, por lo que su cuerpo no pudo ser enterrado en las condiciones
que merecía, Blas de Lezo murió en Cartagena en septiembre de 1741. Murió sin
el reconocimiento merecido y además denostado por su rey. Pasados 20 años,
recibió la concesión de un título honorífico en la persona de su hijo. Tras 70
años se publicaron las primeras monografías sobre el ilustre marino, se colocó
una placa en su casa de Pasajes, una escultura donada por el gobierno español,
en Cartagena de Indias, un busto en una
calle de San Sebastián y se puso su nombre a una fragata de la Armada Española.
Con el paso del tiempo se fue perdiendo su recuerdo para generaciones posteriores.
Otro ejemplo de la gratitud de los españoles por los que lucharon y murieron
por nuestro país. Increíble pero cierto, España le olvidó. Se le concedió a título
póstumo el marquesado de Ovieco y después muchos navíos españoles llevaron su
nombre.
Curiosidades del destino, aquel que les humilló fue
a Londres para amargar un poco, en su orgullo a los ingleses, representado por
la fragata F103 Blas de Lezo, participó en las celebraciones del 200 aniversario
de la victoria de Trafalgar celebrada por los ingleses. Don Blas había
resucitado de sus cenizas. En los locales de Cartagena, todavía se bromea cuando
se nombra a don Blas de Lezo, agitando los puños cada vez que se menciona su
nombre, diciendo: "¡Gracias a
él, nosotros no hablamos inglés!".
La victoria aseguró el comercio con América 60 años
más. Los ingleses nunca volvieron, ni a Cartagena ni a los puertos del Caribe,
que siguieron siendo hispanos hasta que decidieron ser hispanoamericanos. Los
mares del Caribe volvieron a convertirse en un lago español. Los españoles
pudieron continuar enarbolando la bandera en la inmensidad del océano Atlántico.
Inglaterra ya no volvió a amenazar seriamente al Imperio español. España, en cambio,
contribuyó años más tarde, con Bernardo de Gálvez, al desmoronamiento de las colonias
inglesas en América, cuestión también poco difundida. Pero esto ya es otra historia.
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