Los desposorios de la Virgen de Rafael Sanzio
Realizado en 1504, es un óleo sobre tabla, de 170 X 118 cm.
Cuando lo pintó, Rafael tenía solo veintiún años.
Parece increíble que a esa edad fuese capaz de pintar una obra como esta. Aunque
debemos aclarar que la composición no era suya, era una copia versionada de un
retablo que acababa de pintar su maestro Perugino para la
Catedral de Perugia. Perugino, a su vez, se estaba autoplagiando el fresco que
había pintado para la Capilla Sixtina unos años antes: Entrega de las llaves a
San Pedro. El caso es que Rafael mejoró la versión de su maestro, con otra más
acorde a los nuevos tiempos.
El tema representado es la boda de la Virgen y San
José. Cuando María cumplió catorce años, decidieron desposarla con algún hombre
de la tribu de Judá. El sacerdote pidió a los pretendientes que llevasen cada
uno una vara al templo y que la dejasen junto al altar. El dueño de la vara que
floreciese, se casaría con la joven. El ganador fue San José, un señor anciano
y viudo que tenía ya varios hijos. Era bueno que fuese viejo y padre, para que
su joven esposa siguiera siendo virgen, y así el niño que nacería unos meses
más tarde no era hijo suyo, sino del Espíritu Santo.
Rafael coloca a las amigas de la Virgen a la izquierda
y a los pretendientes a la derecha, al revés de lo que había hecho Perugino, y
también rejuvenece a San José, confiando más en su buena voluntad que en su
capacidad reproductora. Le han brotado en la punta de la vara unas florecillas,
pero es suficiente para ganar al resto de pretendientes. Uno de ellos, con
mal perder, rompe enfadado su vara estéril con la rodilla. El sacerdote
está en el centro, alineado con el templo del fondo, para sacralizar el rito.
Aparte de pintar un templo muchísimo más vistoso que el de Perugino y de
ampliar la perspectiva, una de las aportaciones de Rafael fue colocar a las
figuras en ligero semicírculo, imitando la curvatura de los escalones del
templo, para darle más movimiento a la escena sin romper la armonía. Quitando
los ancianos, algo más variados en cuanto a fisonomía, el resto de los
personajes son todos igualitos, ellos y ellas, con la típica cara rafaelina de
ojillos pardos, naricilla recta y boquita de piñón.
El templo está colocado justo encima de la línea del
horizonte, para darle mayor estabilidad. Las líneas de perspectiva se unen en
la puerta del edificio, que se abre, a través de otra puerta, hacia el paisaje
del fondo. A partir del rectángulo de la puerta, podemos trazar otros
rectángulos concéntricos que coinciden con los diferentes elementos
arquitectónicos del edificio. Es como si Rafael hubiese combinado el tema de
Los desposorios de la Virgen de Perugino con la perspectiva que había usado su
maestro en la Entrega de las llaves a San Pedro, para crear una de las obras de
arte más icónicas del Cinquecento italiano. Y estaba tan orgulloso de su
creación, que talló su firma en las paredes del templo: RAPHAEL URBINAS MDIIII.
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