Marco Curzio lanzándose a la sima de Luca Giordano
Realizado hacia 1685
Óleo sobre lienzo de 290 X 355 cm
Depósito en otra institución
Un oráculo Según narra Tito
Livio, en el siglo IV a. C. se abrió una sima en el Foro de Roma de la que
salían amenazantes llamas. De acuerdo con el vaticinio de los augures, la sima
se cerraría en el momento en que aquello en lo que residía la fuerza del pueblo
romano se arrojara a ella. Interpretando que lo más valioso de la República era
su juventud, Marco Curzio decidió poner fin a su vida arrojándose al fuego.
Como, por otra parte, era habitual, Giordano reprodujo el momento
de mayor patetismo, esto es, cuando el caballo alza sus patas delanteras para
saltar sobre la sima provocando el horror de cuantos contemplan la escena.
La composición
se acomodaba a la perfección al arco superior concebido originalmente por el
artista, permitiendo que la figura del joven militar y su capa violeta se
emplazaran en un plano superior al resto de las figuras. Giordano desarrolló
este tema en, al menos, seis pinturas en las que se aprecian escasas variantes,
muy probablemente motivadas por las diferencias de formato. Las otras cinco,
anteriores en el tiempo a la que nos ocupa, presentan una composición muy
parecida, en la que el joven protagonista aparece constreñido por los angostos
límites del cuadro y por la presencia de un musculoso guerrero que ocupa
parcialmente el primer plano. La del Prado es la más apaisada y airosa, y la
única que presenta forma de arco en su límite superior, prueba de que su autor
la concibió para un espacio concreto.
Como en pocas
ocasiones, Giordano llevo a cabo aquí una detenida descripción de la
ambientación histórica que, como suele ser habitual en su pintura, no procede
de un estudio de primera mano de la arqueología clásica, sino que es una
asimilación de sus interpretaciones renacentistas o barrocas. No es una
casualidad que esta pintura sea una de las más cortonescas de su producción; de
la misma forma que no debe extrañar tampoco que el jinete constituya una
evidente apropiación del existente en la Expulsión de Heliodoro del templo
(1511-12), de Rafael, en las Stanze Vaticane.Se mantiene aquí la cronología propuesta por
Ferrari y Scavizzi, que parece correcta. Tienen razón los citados
investigadores al considerar esta versión posterior al ejemplar del Palacio Real de Madrid, de composición más confusa. En la pintura del Prado, Giordano organizó
las figuras en friso, de forma que Marco Curzio y la sima a la que se arroja
ocupan casi exclusivamente el primer plano. Además, el caballo ejecuta la
acción de manera más decidida, evitando las dudas que se observan en la otra
versión madrileña, con el inexplicable giro de su cabeza hacia el espectador. Este
efecto aparece reforzado por el contraste existente entre el primer plano y los
planos subsiguientes, tanto en el toque, más minucioso y detallista en el
primero, como en el color, más contrastado y luminoso en este mismo. Por otra
parte, el uso de malvas, verdes o rosas, muy saturados, corresponden a la etapa
anterior a su estancia en España. También la pincelada, prieta y contenida, que
define con precisión perfiles y volúmenes, es muy característica de su momento
florentino. Todas estas características se aprecian también en las otras
versiones. En el cuadro del Prado se hace un diverso uso de la preparación, que
queda a la vista en las zonas oscuras de la pintura, otorgándole un carácter
más pictórico.
Procede de la
biblioteca del colegio de San Pablo de Córdoba, donde lo vio Ponz junto a otra
pintura del mismo autor, Betsabé en el baño. No existe noticia alguna que permita adivinar el origen de estas dos
obras, aunque por su rareza en el panorama cordobés y por su extraordinario
tamaño, podemos suponer que se trató de un misterioso e importante encargo o
donación que no ha dejado rastro. En cualquier caso, no parece que
originalmente fuera un conjunto coherente: ni el tamaño, ni los temas tratados,
ni los formatos permiten confirmar esa hipótesis. Sin embargo, los estilos que
presentan ambas pinturas y, consecuentemente, las fechas sí parecen muy
próximos, con lo que sería necesario considerar que corresponden a un encargo
unitario realizado antes de 1685, fecha probable de ejecución de las dos.
Incomprensiblemente, esta pintura ha sido, en distintas ocasiones, despreciada
por la crítica, quizás como consecuencia de su largo depósito en un lugar
escasamente accesible a los especialistas. En realidad, se trata, sin duda
alguna, de la mejor versión existente sobre este tema, cuya composición es
consecuencia de la eliminación de las dudas que se observan en las pinturas
anteriores del mismo tema; además en esta se aprecia una técnica diferente,
pues la preparación rojiza juega un papel importante en la definición de la
luz, inexistente en las versiones anteriores.
TEXTO:
Web del Museo de El Prado
Ramón Martín
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