El sacrificio de Isaac de Luca Giordano
Realizado hacia 1696
Óleo sobre lienzo de 97 X 195 cm
No expuesto
Isaac aparece
dispuesto sobre una losa de sacrificio con las manos atadas. Abraham se
prepara para el sacrificio con un puñal en su mano derecha, en el momento en el
que un ángel se apresta a detener su mano. La escena aparece dominada por la
tensión dramática establecida entre Abraham y el ángel. Isaac baja
obediente la cabeza ante la presión ejercida por la mano de su padre y coloca
sus manos en actitud orante como muestra de resignación. Las dos figuras
colocadas en el plano superior se recortan con precisión contra el vivísimo
azul del cielo. Los troncos secos del primer plano fueron pintados con
pinceladas amplias y cargadas, que recuerdan el aspecto calizo de la pintura
mural, aspecto sin duda pretendido por el artista.
Existen tres pinturas
procedentes de la antigua Colección Real que presentan características
semejantes. Se trata de Esaú y Jacob (el cambio de
primogenitura), El sacrificio de Isaac, las
dos comentadas en esta ficha, e Isaac bendice a Jacob, el
cuadro ya mencionado de Patrimonio Nacional. Las tres presentan ahora medidas
muy semejantes (en torno a 95 x 190 cm) y en las tres se observan añadidos
laterales que modifican sus dimensiones, pasando de un formato muy próximo al
cuadrado a otro claramente apaisado, muy adecuado para sobrepuertas y
sobreventanas. Los añadidos no son originales, de manera que para proceder a la
ampliación fue necesario sustituir los primeros bastidores y colocar otros
nuevos, acomodados a sus nuevas dimensiones. Prueba indudable de ello son las
marcas de los primeros bastidores, que todavía se señalan en las telas
originales. Queda claro, pues, que originalmente pudieron tener otra función
distinta e, incluso, que no estuviera en la intención del artista que formaran
un conjunto unitario. En esa dirección parece apuntar el hecho de que las
pinturas presenten puntos de vista distintos: bien con la intención de ser
vistas en el mismo plano que el espectador, o bien pensadas para un plano
superior, quizás, como se ha indicado, una sobrepuerta o una sobreventana.
Queda claro, pues, que Giordano concibió tres pinturas con un
aspecto diferente al que ahora muestran (más estrechas), que por lo tanto nada
tienen que ver con las sobreventanas y las sobrepuestas de la ermita de San
Juan del Retiro.
Todas estas pinturas
participan de un estilo semejante, luminoso, vibrante y calcáreo, relacionado
con la cronología que comparten (h. 1696) y, quizás también (aunque no sea
posible demostrarlo), por participar de una intención común, ya que parece que
en ambos casos Giordano buscó deliberadamente imitar el efecto de la pintura
mural. Puede alegarse como prueba indirecta de ello que en las recientes
restauraciones de estas dos pinturas del Prado se
observara la presencia de un barniz antiguo aplicado en capa muy fina, quizás
para mitigar el aspecto satinado y brillante del óleo. Este efecto de pintura
mural se hace presente a través de diferentes detalles técnicos que refuerzan
la sensación de que su autor trató de otorgar a estas pinturas el aspecto de
frescos, detalle que se advierte también en otras pinturas, como las presentes
en la sala del Antiguo Testamento de la ermita de San Juan, en el
Retiro; o las que relatan batallas de Fernando el Católico,
en el Casón. Detalles como el uso de pinceles grandes, casi brochas,
pinceladas cargadas, con toques en seco sobre las capas anteriores, rayados en
las sombras, etc. La textura es también diferente en función del tratamiento y
el lugar en el que se aplica: así, en las luces utiliza generosos empastes con
molienda gruesa y colores saturados, mientras que en los fondos muestra una
pintura leve, que deja traslucir la textura de la tela y la preparación rojiza.
TEXTO: Web del Museo de El Prado
Ramón Martín
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