Levantamiento del general Bessières de 1825

 

La madrugada del 16 de agosto de 1825 el general Jorge Bessières salió de Madrid al frente de una columna de caballería del regimiento de Santiago, que estaba acuartelada en Getafe, con el objetivo de incorporar en Brihuega (Guadalajara) a un grupo de voluntarios realistas y desde allí, planeaba tomar Sigüenza. Al llegar a dicha localidad, las tropas enviadas por el gobierno encabezadas por el conde de España (3000 hombres frente a los 300 de Bessières), le hizo desistir, a lo que hay que agregar la Real Orden de 17 de agosto que condenaba su movimiento y en la que se decía que los que participaran en él «serán pasados por las armas»).

    Su tropa le fue abandonando y el día 23 fue capturado en Zafrilla, junto a veintiún hombres. Buscó la clemencia para su rebelión, pero no lo consiguió y el 26 de agosto, por orden expresa del rey, fue fusilado en Molina de Aragón junto con siete oficiales que habían permanecido junto a él. En un oficio del conde de España publicado por la Gaceta Extraordinaria el día 28 se decía que: «a Jorge Bessières y a sus compañeros se les suministraron los auxilios espirituales de nuestra santa y consoladora religión y previa declaración de su horrendo crimen, han sido fusilados hoy a las ocho y media de la mañana».


    La conjura de Bessières contaba con ramificaciones en la capital y muchos de los implicados, fueron detenidos por la policía, aunque pasaron poco tiempo en la cárcel por la complicidad de algunas autoridades o por su temor a las consecuencias que para el gobierno podría tener una persecución general contra el partido ultra o carlista. El afrancesado vinculado a los reformistas Sebastián Miñano escribió el 30 de agosto: «Bessières pagó con la pelleja su tentativa, que a lo largo se va descubriendo era más seria de lo que a primera vista parecía. No se trataba sólo del trastorno en los primeros empleados, sino de un degüello de todos los que propenden a la moderación».



    El 15 de agosto, en plena insurrección de Bessières, el superintendente general de policía Juan José Recacho le había entregado a Fernando VII un informe reservado en el que le decía que, el partido de la sangre, de la ambición y de la venganza (así se refería a los «ultras») no solo dirige sus esfuerzos contra los liberales, sino también contra el Gobierno de V.M. y contra todos los que no son de su misma opinión. Señalaba especialmente a los eclesiásticos, que abusan del ascendiente que tienen sobre el pueblo, atizan la división y la venganza valiéndose para ello, como instrumentos, de los voluntarios realistas y advertía que la petición del restablecimiento de la Inquisición era su forma de tomar un ascendiente firme y poderoso, no sólo contra el partido liberal, en la actualidad impotente, sino también sobre todo el Pueblo, sobre el Gobierno y sobre el mismo Trono,.

Ramón Martín

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