La primera vuelta al mundo – Tercera parte: El Regreso

 


Muerto Magallanes, en un intento de dar continuidad al proyecto, Duarte Barbosa, su cuñado, y João Serrão son nombrados capitanes de la maltrecha expedición. El 1 de mayo, una semana después de la muerte de Magallanes, un apesadumbrado Humabón, organiza una cena homenaje a la que invita a los mandos de la expedición, Allí les expresa sus condolencias, al tiempo que les obsequia con regalos para ese todopoderoso rey Carlos, pero ya ha decidido que la alianza con ellos no va a durar. La entrega de los presentes es la señal para la emboscada. Solo João Carvalho, que llega tarde y ve algo sospechoso, da la voz de alarma y consigue alcanzar las naves. Los demás son brutalmente asesinados. Elcano no se encuentra entre ellos, por problemas de salud. Junto al resto de los supervivientes, se hacen a la mar y solo se detienen en la isla de Bohol, donde se ven obligados a quemar la Concepción por no tener gente suficiente para gobernarla. Solo son 115 los supervivientes.

La expedición navegará sin rumbo al mando de Carvalho y Gonzalo Gómez de Espinosa, recalando en diferentes islas hasta llegar a Borneo. En Brunei, el sultán Siripada les concede vía libre para emprender operaciones comerciales, situación que dura poco, al abrir fuego Carvalho contra unas embarcaciones en las que se encuentran algunos hijos de Siripada. A los 20 días de su llegada, abandonan Borneo, sin bajas mortales, pero dejando en tierra a tres prisioneros. La precipitada decisión de Carvalho y su errático derrotero pasan factura al capitán portugués. El 15 de agosto se decide su sustitución. Espinosa pasa a mandar la Trinidad y Elcano pasa de maestre a capitán de la Victoria. A partir de ese momento la experiencia y el sentido común del navegante vasco se imponen. Emprenden rumbo sur, toman a dos pilotos nativos que afirman conocer la derrota y el 8 de noviembre las dos naves fondean frente a Tidore, la primera productora de clavo del mundo. 

Tidore los recibe con los brazos abiertos, el sultán, Almansur, ya ha estado en tratos con árabes y otros comerciantes, sabe cómo funcionan. Se cierran acuerdos y comienza a almacenarse el clavo en los dos barcos españoles. Un saco de canela equivalía entonces al sueldo de toda una vida. Surge la prisa. Hay que abandonar Tidore cuanto antes para evitar ser descubiertos por los portugueses. Las naves están cargadas al límite, pero las juntas de la Trinidad se desencajan por el sobrepeso y hace aguas. Lo más sensato es que sea reparada en Tidore, por lo que, para evitar el riesgo a ambas naves, la Victoria debe partir. 

Elcano toma la decisión de navegar por aguas portuguesas, a pesar de que el rey español había pedido expresamente en las capitulaciones que no se hiciera. Magallanes lo habría hecho así, siendo la opción más segura para las tripulaciones, aunque eso hubiera supuesto desobedecer a su propio monarca. Lo cierto es que Elcano afrontó una travesía que no estaba en los planes de viaje. La tripulación se dividió entre las dos naves, quizás intuyendo que la gran mayoría de ellos jamás volvería a verse. Espinosa y la Trinidad, partieron tres meses más tarde que la Victoria, en dirección contraria, pero los vientos y las tempestades hicieron imposible una travesía en la que murió una treintena de hombres, el resto solo pudo tratar de volver a Tidore para reparar de nuevo la nave. Los portugueses los interceptaron en Ternate, desmantelando la Trinidad, tras requisar la carga de clavo. Los tripulantes fueron sometidos a malos tratos, con lo que solo tres de sus tripulantes regresaron a España en 1527. De alguna forma, también ellos dieron la vuelta al mundo. 

Elcano se pone en marcha dispuesto a navegar fuera de las derrotas portuguesas, sin tocar tierra y sin conocer los vientos que rigen en esos mares no navegados con anterioridad. El marino vasco sigue una ruta ortodrómica casi perfecta, traza el camino más corto cuando se cruza la superficie de una esfera de un punto a otro. Si hubiese navegado de otra manera y se hubiese desviado un poco más al sur, habría descubierto Australia. Somete a la votación de la tripulación, dispuesto a acatar los resultados, recalar en Madagascar, lo que supondría entregarse a los portugueses. También consulta, una vez superando el cabo de Buena Esperanza, si arrojar la carga de clavo al agua para aligerar la nave. De nuevo gana el no. Con el calor y las calmas llega la sed, la de­shi­­dratación, el hambre y el escorbuto. A Pigafetta y Elcano los salva, sin ellos saberlo, el dulce de membrillo, reservado para los oficiales, pero el resto de la tripulación se encuentra al borde de la extenuación. Así, cuando entre junio y julio de 1522 se hace una nueva consulta sobre si deben atracar en Cabo Verde, se impone el sí. Esta vez, los hombres ya no pueden más. 

En Cabo Verde dicen que regresan de las Américas y haberse separado de su flota debido a una tormenta. El engaño funciona en un primer momento, pero no se sabe qué sucedió: quizás alguien menciona la muerte de Magallanes, de la que el mundo no tiene noticia; quizás alguien intenta pagar sus compras con el preciado clavo. La mentira es descubierta, y el que será el artífice de la primera vuelta al mundo se ve obligado a huir y lanzar la nave Victoria a una desaforada carrera para eludir la persecución portuguesa. Los vientos contrarios no permiten recalar en Canarias, viéndose obligados a remontar las Azores, bajar de nuevo frente a Lisboa y doblar el cabo de San Vicente antes de avistar una Sanlúcar de Barrameda.

El 6 de septiembre arriban a la localidad gaditana. La nave y los supervivientes, están en pésimo estado, por lo que, piden un barco que los remolque hasta Sevilla. Durante la espera, Elcano escribe una misiva al joven soberano, al que dejó como rey y lo recibe como emperador. Se estima que los supervivientes han recorrido cerca de 42.000 millas, es decir, unos 78.000 kilómetros. No una, sino casi dos vueltas al mundo. Carlos V responde a la misiva, apenas una semana más tarde. Le pide que, junto a dos hombres de su confianza, se reúna con él en Valladolid, para contarle de viva voz la aventura. En su carta da por hechas las únicas dos cosas que el marino vasco le ha solicitado: la liberación de los hombres que se quedaron en Cabo Verde y la parte proporcional que los supervivientes deben recibir sobre el clavo que han traído. A él se le otorga un escudo de armas con las preciadas especias y el lema «primus circumdedisti me» (fuiste el primero que me circunnavegaste), y un sueldo de 500 ducados anuales. Aunque moriría antes de que se hiciese efectivo ni uno solo de esos pagos.

Elcano fue incapaz de contestar al rey la cuestión geográfica que más le preocupaba: ¿de qué lado caían las islas de las Especias? No pudo hacerlo porque hasta 250 años más tarde no se descubriría el método de las distancias lunares, que permitió medir la longitud. Y para entonces, la ubicación de las Molucas no interesaba a nadie. En 1529, tres años después de su boda con Isabel de Portugal, Carlos V renunciaría a sus pretensiones sobre las mismas a favor del país vecino. 

Comentarios

  1. Impresionantes los tres artículos sobre la primera vuelta al mundo. Te felicito por la minuciosidad con que los has realizado.
    Comparto.

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