El Niño de Vallecas de Velázquez


Realizado entre 1635 y 1645, es un óleo sobre lienzo de 107 x 83 cm. 

El retratado formaba parte del nutrido grupo de monstruos, enanos y bufones que poblaban la corte española desde el siglo XVI, y que con sus deformidades físicas y mentales, sus golpes de ingenio y sus desgracias entretenían los ocios de una sociedad convencida de que cada individuo desempeñaba un papel concreto en el mundo. Eran parte indispensable del colectivo humano de cualquier palacio real e incluso nobiliario, y muchos de ellos tuvieron una vida relativamente próspera. Los numerosos retratos que hizo Velázquez de estos personajes plantean problemas de interpretación y han producido reacciones muy distintas a lo largo del tiempo, según los intereses de cada época. Así, en el siglo XIX abundaron las expresiones de desagrado ante algunas de estas pinturas, enfatizando la inhumanidad de Velázquez por haberse recreado en la caracterización de esos personajes. A lo largo del siglo XX, sin embargo, se reelaboró una interpretación humanista de los retratos, subrayando el sentimiento solidario del pintor ante el sufrimiento ajeno. Es cierto que la mirada fija y digna, y la ausencia de elementos retóricos y anecdóticos propician este tipo de lecturas. Pero también hay que tener en cuenta que estas obras fueron realizadas para decorar los palacios reales y no resulta fácil admitir una interpretación alejada de las expectativas que sobre este tipo de personas pudiera tener un cortesano del siglo XVII. En cualquier caso, se trata de imágenes que desde hace mucho tiempo han enfrentado a los espectadores con su propio concepto de la dignidad humana, lo que las convierte en auténticos hitos de la historia de la pintura en lo que este arte tiene de vehículo para la transmisión y el estímulo de una reflexión sobre el hombre. 

    Francisco Lezcano era natural de Vizcaya. Se tienen noticias sobre su actividad en la corte de Madrid desde 1634. Allí estuvo al servicio del príncipe Baltasar Carlos, y entre 1645 y 1648, coincidiendo con la muerte de éste, se alejó de los medios palaciegos. Murió en 1649. Su apodo el Niño de Vallecas aparece por vez primera en 1794, y todo indica que no se le conoció así en vida. Lezcano, además de por su enanismo era apreciado por su enfermedad mental, que ha sido diagnosticada como cretinismo con oligofrenia. 

    Velázquez nos enfrenta directamente con la realidad física y psíquica de este personaje, colocándolo en un primerísimo plano y haciendo que los principales focos de atracción pictórica y lumínica sean también las dos partes más expresivas de su anatomía: su rostro de expresión ambigua y sus manos, que parecen manejar una baraja. De entre todos los retratos de bufones de Velázquez, éste ha tenido una mayor fortuna literaria, propiciada por las posibilidades que ofrece su figura desvalida. Los poetas León Felipe o Vicente Aleixandre, entre otros, reflexionaron sobre él. 

    El cuadro se cita por vez primera en el pabellón de caza de la Torre de la Parada, en las afueras de Madrid, en 1701. En 1714 fue trasladado al palacio del Pardo y a partir de 1772 está documentado en el palacio Real de Madrid hasta 1819, en que ingresó en el Museo del Prado. 



Fuente del texto y la imagen: Web del Museo del Prado

Ramón Martín

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