Antes de la boda de Antonio Muñoz Degrain


Realizado en 1882, es un óleo sobre lienzo de 120 X 95 cm. 

    Presentado por Muñoz Degrain a la Exposición Nacional de 1884 junto con su famoso cuadro Los Amantes de Teruel, se trata de un bellísimo estudio del personaje de la desconsolada doña Isabel de Segura, protagonista de esta legendaria historia, inmortalizada en el siglo XIX por el drama en verso de Hartzenbusch del mismo título, estrenado en 1837.Vestida ya con su lujoso traje nupcial, la doncella espera su próximo e indeseado desposorio con el caballero don Rodrigo de Azara, impuesto por su padre, habiendo de renunciar al amor único y verdadero de don Diego de Marsilla, que finalmente triunfará con la muerte de ambos amantes, mostrando en su rostro la desesperada resignación de su alma. Pintado también en Roma, aunque dos años antes que el gran cuadro que inmortalizaría para la posteridad el trágico final de los dos famosos amantes, este lienzo muestra el estado emocional de su protagonista inmediatamente antes del desenlace fatal, y anticipa en cierto sentido la motivación pintor valenciano hacia el argumento del lienzo que le consagraría entre los grandes maestros españoles de la pintura de Historia. 

    Con la singular modernidad de su factura más personal y enérgica, Muñoz Degrain representa a la desdichada novia con la mirada baja y las manos sobre el regazo, ataviada con un llamativo vestido de reflejos nacarados, y adornada con una rosa sobre el pecho, collar de cuentas y velo sobre la cabeza. Está sentada en la soledad de su estancia, cuyas paredes parecen cubiertas con tapices, junto a una mesa sobre la que pueden verse un cofre con joyas y una copa con rosas. Como sucede en buena parte de la producción del artista, Muñoz Degrain muestra en esta pintura su rendida admiración por los grandes maestros de la pintura veneciana, en la riqueza sensual y exuberante del colorido y la absoluta libertad de su trazo, de ricos empastes, que alcanzan grados de abstracción casi absoluta en zonas como el tapiz de fondo, de factura fluida y deshecha, logrando una capacidad expresiva de los valores puramente pictóricos de asombrosa contemporaneidad, que suplen con mucho sus descuidos de dibujo, a los que el artista valenciano nunca atendió, a favor de su exaltada visión del color, rebosante y pleno, que caracteriza toda su producción. No obstante, lejos de distraer la atención del espectador en los elementos decorativos de la composición, como ocurre en muchas de sus obras, Muñoz Degrain logra en este caso concentrar exclusivamente la atención del espectador en la figura de doña Isabel, de boca carnosa y grandes parpados, tratada con una dulzura serena e íntima, que traduce espléndidamente su hondo y callado dolor ante tan irremediable sino. 


FUENTE: Museo de El Prado

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