María Teresa de Silva Álvarez de Toledo, duquesa de Alba
Repasando la producción pictórica de don Francisco de Goya, he podido comprobar la cantidad de veces en la que aparece María Teresa Cayetana, duquesa de Alba. Repasemos una breve biografía, antes de acometer el relato de algunas de las numerosas anécdotas que sobre ella, han llegado hasta nosotros.
Nace en Sevilla el 10 de junio de 1762, en el seno de la familia aristocrática más importante de Europa, y la que posee más títulos del mundo, la Casa ducal de Alba, fue hija de Francisco de Paula de Silva y Álvarez de Toledo, XIV duque de Huescar, y de María del Pilar Ana de Silva y Sarmiento de Sotomayor, descendiente del conde de Salvatierra y VIII marquesa de Santa Cruz. Cayetana pasó los primeros años de su vida en el viejo palacio de la Casa de Alba, en el centro de Madrid. En 1777 ordenó la construcción del palacio de Buenavista, en el que residió pese a que nunca vio acabadas las obras, pues dos incendios obligaron a su reconstrucción. Nieta del XII duque de Alba, Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, hereda la titularidad del Ducado en 1776, fecha de la muerte de su abuelo, manteniéndolo hasta el 23 de julio de 1802, cuando muere en Madrid. Al morir su padre en abril de 1770, contaba ella ocho años, haciéndola futura heredera de todos sus títulos y de sus inmensas propiedades. Con tan solo trece años de edad, su madre la promete en matrimonio con su primo José Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca y duque de Fernandina.
A lo largo de sus cuarenta años de vida, María del Pilar Teresa Cayetana, escandalizó a la alta sociedad de su tiempo. Su vida fue fuente de inspiración para artistas como el poeta Tomás de Iriarte, e incluso en la actualidad su leyenda continúa siendo motivo de discusión y fuente inagotable de literatura, hasta el punto de que aún hoy no está clara la causa de su muerte, envenenamiento, suicidio o fiebres, son diversas hipótesis que se han manejado para explicar la prematura muerte de Cayetana. Tras su muerte, sin descendencia, en Madrid el 23 de julio de 1802, sus derechos sucesorios pasan a los Fitz-James Stuart, duques de Berwick.
Conozcamos algunas de las leyendas de las que Cayetana fue protagonista:
Era aún muy joven, aunque estaba ya casada, cuando una tarde salió a dar uno de sus habituales paseos, acompañada por una doncella. Iba vestida sin lujo, aparentando ser una muchacha cualquiera. Pronto su andar airoso y su bonito rostro, llamaron la atención de un joven seminarista de buena presencia que caminaba leyendo un libro. La duquesa le dirigió una mirada y, al rato, estaban paseando juntos charlando animadamente.
El joven invito a la duquesa y a su doncella a tomar un refresco en un merendero, al que solía asistir María Teresa. Se sentaron en una mesa, y ella fue pidiendo todo lo que se antojaba. El seminarista se mostraba cada vez más nervioso viendo que sus dineros no alcanzarían para pagar lo que se estaba consumiendo. La duquesa seguía pidiendo sin cesar, y en un descuido, le dijo al dueño de la venta: “¡Hasta que deje los calzones!” El ventero siguió el juego.
El seminarista viendo el cariz que tomaba el asunto, se levantó para hablar con el ventero, que acepto en prenda del pago los calzones del chico. En el camino de regreso, la duquesita no podía contener la risa, mientras que el seminarista caminaba cabizbajo. La duquesa, intentando animarle, le preguntó por sus proyectos futuros, haciéndole prometer que al día siguiente acudiría a su casa y allí ella le presentaría a alguien que podría a ayudarle en ellos.
Acudió el joven a la lujosa casa. Un criado le condujo, por pasillos retirados, para que tuviera la impresión de que trabajaba allí de doncella. Llegaron, al fin, a un enorme salón, donde se encontraba María Teresa, lujosamente vestida y acompañada de sus habituales. El seminarista quedó sin habla, esperando, temeroso, la siguiente broma. Sin embargo la duquesa se mostró amable y le dio la ayuda que le había prometido.
Ya con más edad, cuando ya posaba para Goya, seguía levantando pasiones, lo que provocaba irritación en su marido. La gente murmuraba y hasta los oídos del duque llegaron comentarios sobre una relación mas profunda entre Cayetana y Goya. En tal situación, se encontraba una tarde la pareja, cuando un ciego comenzó a cantar en la calle pidiendo limosna. Cayetana invitó a su marido a echar algunas monedas al mendigo. El duque comenzó a rebuscar en su bolsa. Al ver la dama que tardaba, pues todas las monedas le parecían demasiado valiosas, le propinó un puntapié, que hizo volar la bolsa, cayendo el contenido a la calle.
El duque, encolerizado, mando a la servidumbre bajar a recogerlas, antes de que desaparecieran. Habría que ver la cara del duque, cuando la servidumbre le comunicó que no habían encontrado ni una sola moneda. La duquesa, que contemplaba desde el balcón, como cada uno se guardaba las monedas que encontraba, se acercó a su marido y cariñosamente le dijo: “No te enfades, duque mío, ¿no has comprendido que el ciego era en realidad un enviado del Señor, para comprobar tu generosidad?”
Famoso fue el enfrentamiento entre la duquesa y la reina María Luisa de Parma. Dicen las malas lenguas que toda la Corte esperaba los encuentros entre las dos damas. Rivalidad que se atribuye a la competencia de ambas para conseguir el amor de un hombre. Se había fijado un día la princesa en un oficial, Juan Pignatelli, hijo del conde de Fuentes, pero el joven mostraba poco interés por la princesa y mucho por la duquesa de Alba, la cual mostraba una tenaz resistencia. Viendo las dificultades para conquistarla, decidió Pignatelli, utilizar a la princesa para darle celos.
Conseguido su objetivo, la duquesa pidió al galán que, como prueba de cariño, le entregara una caja de oro y brillantes, obsequio de la princesa y a cambio, ella le correspondería con un grueso diamante que lucia en su dedo.
María Luisa pensó en una treta que separara definitivamente a la pareja y pusiera en ridículo a su rival. Sospechaba la reina del anillo que portaba el oficial, y le pidió que se lo dejara para lucirlo en el besamanos de su próximo cumpleaños. Pignatelli no tuvo mas remedio que aceptar, cosa que lleno de alegría a la reina, por ver la cara de la duquesa en el besamanos. Cosa que no consiguió, ya que ésta no se turbó lo mas minimo al ver su regalo en un dedo que no era el esperado. La duquesa se sintió traicionada y rompió con su amante nada mas acabar el besamanos. Pignatelli deseoso de hacerse perdonar por la duquesa de Alba, rompió con María Luisa. Pero esto no fue suficiente para la duquesa, que elaboró un plan para humillar a su rival.
Un peluquero francés, contaba con las dos damas como clientes, lo que aprovechó la duquesa para poner en práctica su plan. Un día que esperaba la visita del peluquero, preparó en su tocador la famosa cajita de oro y brillantes, llena con una olorosa pomada. El francés se fijo inmediatamente en el delicado objeto. María Teresa no dudó en regalársela con una condición: que la lle vara a casa de cada una de sus clientes.
El hombre cumplió su promesa, y al llegar un día a palacio, la reina vió su regalo. Al preguntar por su origen, el peluquero la refirió la historia. La princesa corrió a reprochar a Pignatelli su atrevimiento, el cual le relató lo sucedido. María Luisa decidió declararle a la duquesa una guerra que, siendo secreta, era conocida por toda la corte.
Era la reina muy aficionada a la moda francesa, lo cual conocido por el embajador francés, hizo traer de París un modelo esplendido para regalárselo. La reina encantada con el presente, dijo a todo el que quiso oírla que lo estrenaría en una próxima fiesta. Enterada la duquesa, no quiso perder la ocasión de avergonzar a la reina. Mandó a unos sirvientes a Paris para conseguir un modelo exacto. Los criados regresaron unas horas antes de la fiesta.
Eligió la duquesa a cuatro de sus más bellas camareras, para que la acompañaran esa noche a una fiesta, vestidas con ciertos trajes que acababan de llegar de Paris. Se visten las camareras y parten hacia la fiesta. Al llegar, la duquesa ve a lo lejos a María Luisa, que comenta con todos sobre su ya famoso vestido. Se acerca María Teresa acompañada de sus cuatro camareras, vestidas exactamente igual que la reina. La reina comprueba la burla de la que está siendo objeto, mira con rabia a la duquesa y sale de la reunión dejando atrás un mar de caras que intentan mantenerse serias sin conseguirlo.
Se cuenta que, con ocasión de una gran fiesta, lucia la reina un espléndido collar, que era una verdadera obra de arte. Los asistentes, sabiendo de la competencia entre la reina y la duquesa, esperaban con ansia la llegada de esta última, pensando que esta vez sería imposible que superara a la soberana. Pero la joven aristócrata no estaba dispuesta a conceder una tregua.
Llegó a la fiesta sin joya alguna, pero con un adorno mucho mas valioso. En su escote lucía un lunar que le había pintado el mismísimo Goya. Todos admiraron el detalle, todos excepto a reina que volvió a quedar en segundo plano, a pesar de lucir un collar cargado de diamantes.
Cayetana de Alba, no consiguió ponerse de acuerdo con su marido para tener un hijo y adoptó a una niña de raza negra, María de la Luz, a la que legó toda su fortuna pero de la que nunca más supo cuando ésta llegó a la adolescencia. Pocos rastros hay de María de la Luz, la pequeña mulata hija de una esclava negra de una plantación cubana. Ambas llegaron a España de viaje con su amo y padre de la criatura a principios de 1800. Con tan mala suerte que éste fallece durante el viaje. La esclava y su hija fueron compradas por un director teatral, que las adquiere para regalárselas a dos aristócratas que financian la mayoría de sus obras. La madre comienza a servir en casa de la primera actriz de una compañía teatral en Madrid. Y la hija inicia una nueva vida en palacio junto a la duquesa de Alba.
Goya inmortalizó en una aguatinta, una de las pocas pruebas documentales que existen sobre esta adopción. En ella se puede observar a la duquesa de Alba con la pequeña mulata en brazos. Tuvo una infancia feliz en palacio, pero al llegar a la pubertad decidió emprender la búsqueda de sus orígenes. Una tarea que no le resulta nada fácil y que le lleva a situaciones peligrosas.
Si la vida de la duquesa de Alba estuvo llena de aventura, su muerte no podía ser rutinaria. La enfermedad fue tan rápida que sorprendió a todo Madrid, no tardando en extenderse el rumor de un posible envenenamiento, del que no consideraban ajenos a Godoy y a la reina María Luisa. No se aclaró el misterio, que perduró mucho tiempo entre las leyendas.
En 1945, el doctor Blanco Soler, junto a los doctores Piga y Petinto, exhumaron los restos de Cayetana, dando por cierto que era la modelo que utilizó Goya para su “Maja desnuda”. También se conoció la más que posible causa de su muerte. Fue una simple gripe. Se comprobó que era tuberculosa, con cicatrices en la pleura y desviación de la columna. Se desmorona así la tesis del envenenamiento ciento cuarenta y tres años después. Alguien al ver el cuerpo durante la exhumación dijo: “¡Que mano tan bonita tiene la duquesa!”
Magnífico e interesante el artículo de la Duquesa y su vida "cotidiana"
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