Museo de Bellas Arte de Valencia San Pio V
A escasos metros de los amplios Jardines del Real, donde están situados los restos del Palacio del Real, nos encontramos con este destacado edificio, de noble aspecto, flanqueado por dos torres, donde se halla instalado el Museo de Bellas Artes de Valencia, antiguo Colegio Seminario de San Pío V. Este magnífico edificio fue erigido en el año 1683, por iniciativa del entonces arzobispo de Valencia fray Juan Tomás de Rocaberti, para residencia de misioneros y colegio de clérigos menores.
Es obra comenzada por el arquitecto Juan Bautista Pérez Castiel, quien
tantas muestras del barroco valenciano dejó en la ciudad y su Reino, como el
presbiterio barroco de la Catedral de Valencia. Se construyó entre
1683 y 1744, tan largo periodo de tiempo se debe entre otros motivos a la
muerte fray Juan Tomás de Rocaberti en 1699 y más tarde a la muerte de Pérez
Castiel en 1708, amen de los años de guerra a la corona española entre borbones
y austracistas.
En 1728 recogió el testigo de la obra el hijo, Juan Bautista Pérez
Artigues, y el sobrino de Pérez Castiel,
José Minguez, introduciendo algunos cambios en el planteamiento original. Tiene
el edificio una amplia historia por la diversidad de usos a que fue destinado.
Cuando la guerra de la Independencia, en 1808, al ser derribado, el
antiguo Palacio del Real, se le preparó para residencia del rey intruso
José I Bonaparte, si bien este prefirió habitar en el también
desaparecido Palacio de Parcent.
En los tiempos del general Elío, capitán general de Valencia desde 1819, el
antiguo edifico de San Pío V fue destinado a academia militar para cadetes.
Después en 1826, fue el primer local de la Casa de Beneficencia creada
entonces. Más tarde, en 1835, se destinó a almacén de efectos militares, y ocho
años después en 1843, se instaló allí el hospital militar, donde permaneció
hasta que, fue trasladado a un nuevo edificio. Durante la guerra civil española
el edificio seguía siendo Hospital Militar. Previas las necesarias reformas,
fue trasladado a este edificio en 1946, el Museo Provincial de Bellas Artes,
que desde el año 1839 se hallaba en el antiguo edificio que fue convento del
Carmen, que da nombre a ese popular barrio valenciano.
La historia del Museo está íntimamente ligada a la historia de la Real
Academia de Artes de San Carlos. El 7 de febrero de 1753 los hermanos José e
Ignacio Vergara constituyeron la Academia de Pintura, Escultura y Arquitectura
de Santa Bárbara que tuvo una vida muy efímera, pues en 1961 dejó de existir.
El 14 de febrero de 1768 se hizo un nuevo intento y fue creada la Real Academia
de Nobles Artes de San Carlos, los hermanos lograron tres aulas de la
Universidad para la recién creada Academia y allí se instalaron. También dieron
clases de dibujo y de pintura a las que asistió Francisco de Goya y Lucientes
cuando visitó Valencia en 1795.
En 1837 se crea en el Convento del Carmen (edificio desamortizado en 1835)
un museo con el fin de acoger las obras religiosas de todos aquellos monasterios
e instituciones religiosas también desamortizadas. El 5 de octubre de 1839 se
inaugura el museo gestionado por la Real Academia de San Carlos. En 1848 la
Academia se traslada desde su antigua ubicación en la Universidad a este
Convento del Carmen e incorpora a los fondos museísticos del Carmen sus propias
obras de arte. En 1913 los fondos del museo pasarían a propiedad estatal dejando
de estar gestionado por la Academia de San Carlos. En 1946 el entonces conocido
como Museo Provincial de Bellas Artes se traslada al edificio del Colegio
Seminario San Pío V.
El Museo de Bellas Artes de Valencia considerado por su importancia
artística el segundo de España, ha gozado siempre de justa fama por el número y
calidad de sus obras. En su edificio actual, muestra una esplendida y
valiosísima colección artística. La arqueología tiene buen número de piezas de
los más remotos tiempos, como lápidas, figuras en piedra y bronce, mosaicos,
sarcófagos y otras obras muy interesantes labradas en cerámica y marfil. Pieza destacadísima es el sarcófago paleocristiano del Ciclo de la Pasión,
tradicionalmente denominado de "San Vicente Mártir", decorado con estrígilas
y crismón como emblema triunfal del cristianismo. En el centro del
sarcófago encontramos la cruz latina gemada y sobre ella se apoya una corona de
laurel adornada de lentiscos que enmarcan el monograma de Cristo. Todo un
repertorio simbólico cristiano. Se fecha a finales del siglo IV y su filiación
es itálica, estando realizado en mármol blanco. Según una tradición, este
es el sepulcro donde fue enterrado San Vicente Mártir tras su
martirio. Su procedencia es curiosa ya que procede del Convento de Santo
Domingo, cuando este era Cuartel Militar, y el sarcófago era usado como
abrevadero de los caballos. En el fondo se puede ver el agujero que hacía de
desagüe del agua. Es propiedad del Museo de Bellas Artes desde 1865 y
desapareció del Monasterio de San Vicente de la Roqueta en 1837, para
ser redescubierto en la Ciudadela.
Otro sarcófago que podemos encontrar en el claustro es el de don Galcerán Pardo de Vilanova, sepulcro en piedra fechado en el siglo XIV. Sobre la tapa lleva la inscripción IHS y en el frontal una larga inscripción con el nombre del difunto.
Entre las obras
artísticas adscritas al románico encontramos dos piezas o conjuntos únicos
dentro de este estilo en la ciudad de Valencia:
Pila de fuente ornamental Se trata de una
pila que debió pertenecer a una fuente ornamental tal vez procedente del jardín
o patio del Palacio Arzobispal, destaca por su decoración en forma de friso
historiado en relieve de la copa. En bastante buen estado de conservación, ésta
copa lanzaría a través de unas aberturas el agua sobre otra la taza inferior.
Se da la circunstancia que su parte trasera está fragmentada ya que en algún
momento de su historia fue mutilada para dejarla apoyada en un muro, tal y como
hoy día la podemos contemplar. La decoración está formada por grandes aves
de rapiña que enfrentadas picotean con fuerza sobre unas mascaras grotescas.
Capiteles de la portada de la Iglesia de Santo Tomás La segunda manifestación románica del museo, son tres capiteles procedentes
de la Iglesia de Santo Tomás Apóstol que se levantaba en la calle Avellanas
esquina con la calle Cabillers y que fue derribada en 1862 por el estado de
ruina en que se encontraba. La portada de estilo románico estaba formada por
seis arquivoltas abocinadas que descansaban en otros tantos capiteles que apoyaban
en columnas. Sólo se han conservado estos tres capiteles del conjunto de la
portada. Están fechados en el siglo XIII y se adscriben al periodo conocido
como románico tardío o románico terciario. Los capiteles disponen su decoración
con motivos geométricos y zoomórficos.
La escultura,
de diversos autores, llena varias salas, de las que destacan las dedicadas al
genial artista valenciano Mariano Benlliure.
Pero donde el
Museo de Bellas Artes atesora su mayor riqueza artística es en las pinturas.
Los magníficos retablos procedentes de antiguas iglesias, conventos y
monasterios valencianos destacan como muestra valiosa de los grandes maestros
de la antigua pintura valenciana: Juan de Juanes, José Ribera, Zariñena,
Espinosa, los Vergara, Vicente López. Tiene el Museo asimismo gran variedad de
cuadros de pintores de diversas escuelas: Rembrandt, El Bosco, Mengs, Ribalta,
Van Dyck, Velázquez -con su magnifico autorretrato-, Francisco de Goya.
La pintura de finales del siglo XIX y principios del XX está formada por apellidos famosos: Francisco Domingo Marqués, Antonio Cortina Farinós, Emilio Sala, Ignacio Pinazo, los Benlliure, Blas, José y Juan Antonio, que con su hermano Mariano tanto destacaron en el mundo del arte, Antonio Muñoz Degrain. No nos vamos a olvidar de Salvador Abril, Cecilio Pla, Antoni Fillol, Salvador Martinez Cubells, Javier Amerigo, José Garnelo, Manuel Benedito... Y especialmente, Joaquín Sorolla, el grande de los grandes de su época.
No falta en la
interesante aportación de nuevos valores que nutren también de esplendidas
obras las salas del Museo de Bellas Artes de Valencia.
Destaca sin
embargo el museo, por una gran e interesante colección de tablas gótico
primitivas procedentes de antiguos conventos desamortizados en el siglo
XIX.
Colegio: De planta cuadrangular, se articula alrededor de un claustro de tres pisos.
La fachada se compone de un cuerpo central formado por planta baja y dos pisos,
formado por ventanales, y a cada lado una torre cuadrada de mayor altura que el
cuerpo central. Todo el conjunto se corona con cornisa de ménsulas pareadas y
pretil de bolas y pináculos. En el centro de este cuerpo se sitúa
la entrada al colegio, en su parte superior un gran balcón realizado
ya en el siglo XX con el escudo que la Academia de San Carlos tenía en su
emplazamiento universitario. El claustro formado por tres pisos, dispone
de cinco arcos por lado, los arcos de los dos pisos superiores están cegados y
en ellos se han abierto unos pequeños balcones. Con esta solución se pretendió
ganar espacio al edificio ya que al cerrar parte del claustro las alas podían
ser utilizadas como aulas o habitaciones. Sus dos torres en la fachada que
se asoma al Turia le dan un cierto aspecto de alcázar, como era frecuente
entonces en los monasterios y en ciertos palacios de la ciudad. En dicha fachada
destaca el almohadillado de las esquinas, en forma de puntas de diamante, los
frontones alternados rectos y curvos que coronan las ventanas, las cornisas y
los remates de jarrones y globos.
Antigua Iglesia:
El templo se adosa a este rectángulo con su planta
octogonal y su gran cúpula de teja vidriada azul reconstruida entre 1990 y 1994
después de haber sido derribada en 1925 ante el peligro de derrumbe que
amenazaba. Es de destacar también su fachada, obra de José Mínguez con dos
cuerpos, pilastras en resalte y un frontón curvilíneo que la remata, todo lo
cual se sitúa en el paso del barroco al neoclasicismo. Realizada por el hijo y
el sobrino de Pérez Castiel entre 1728 y 1744. La fachada del templo es de
cantería, está formada por dos cuerpos; el inferior con pilastras dóricas
flanqueando la portada del templo y sobre esta un relieve del escultor Luis
Domingo Guzmán que representa al papa Pío V rezando ante un
Crucifijo. El segundo cuerpo formado por pilastras jónicas enmarca una
ventana con un relieve en lo alto que representa la Resurrección y
las iniciales de los Clérigos Regulares Menores. Más arriba un ático con
el escudo del arzobispo valentino Juan Tomás de Rocaberti. El escudo
de los Rocaberti está formado por tres palos de oro sobre fondo de gules (rojo)
en cuyo interior encontramos nueve roques (torres de ajedrez) de azur. Corona
el conjunto de la portada una cruz de piedra y algunos adornos en forma de
floreros.
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