Radegunda, tercera esposa de Clotario I rey de los francos

 

Radegunda debió nacer en torno al año 518 como una de las hijas de Betario, rey de los Turingios. Cuando Hermenefrido, tío de Radegunda, asesinó a su hermano Betario para hacerse con el trono, tuvo que hacer frente a la invasión de los reyes de Austrasia y Neustria, Teodorico y Clotario, quienes tomaron prisionera a Radegunda, llevándosela consigo de vuelta a territorio franco.

Parece ser que Clotario se encargó de instruirla y bautizarla, y una vez cumplidos los dieciocho años, contrajo matrimonio con ella. La vida de Radegunda, ya reina, no fue fácil, debido al complicado carácter de su esposo. Hay historiadores que sugieren la posibilidad de que el matrimonio, entre ambos, fuera ilegal en el caso de que fuera forzado. A pesar de todo, Radegunda sobrellevó todas las contrariedades de la mejor manera que pudo, dedicándose fervientemente a la oración y el cuidado de los enfermos. El rey Clotario se quejaba de haber contraído matrimonio con una monja en vez de con una mujer. Nadie se atrevía a acercarse a ella debido a su constante contacto con los leprosos, a quienes atendía personalmente.

Enterada Radegunda de que su esposo había asesinado a su hermano, a quien ella le profesaba un gran cariño, decidió retirarse a Noyon, pidiendo permiso para alejarse de la corte y tomar los hábitos. Clotario le dio permiso, aunque hay quienes piensan que él mismo la desterró, el obispo de San Medardo le concedió el ingreso al convento. La reina no solo renunció a todos sus bienes, sino que, con el dinero obtenido por sus joyas, tuvo a bien, fundar un convento y un hospital, por lo que se ganó el amor del pueblo franco.

Se cuenta que, la vida de Santa Radegunda fue una vida de gran ejemplaridad, tanto en lo que se refiere a sus virtudes personales y su vida de oración, como en sus labores piadosas y de entrega absoluta al prójimo. Sus seguidoras en cuanto a su vida espiritual se contaron por los cientos.

Al morir Santa Radegunda en el año 587, escribió San Gregorio de Tours: «Cuando nos enteramos de su muerte acudimos al monasterio que ella había fundado en Poitiers. La encontramos ya en el féretro y la hermosura de su rostro sobrepasaba a la de los lirios y las rosas. Alrededor del catafalco había unas 200 religiosas de aquel claustro, que llevaban vida perfecta, sostenidas por las palabras de la santa. Muchas de ellas tenían sangre real en las venas, o habían pertenecido en el mundo a familias senatoriales.»

Santa Radegunda fue canonizada en el siglo IX y ejerce el patronazgo de la ciudad de Poitiers, copatrona de Francia, así como del Jesús College, de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra.



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Ramón Martín


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