Batalla de Badajoz de 1812

 


    La fuerza angloportuguesa, tras capturar las ciudades fronterizas de Almeida, en Portugal y Ciudad Rodrigo en España, se dirigió a Badajoz dispuesta a conquistar la ciudad, para asegurar la comunicación con Lisboa, base de operaciones de dicho ejército. En Badajoz había una guarnición francesa compuesta por unos 5000 soldados al mando del general Armand Philippon, apoyada en unas poderosas fortificaciones, con una sólida muralla compuesta por varios fuertes y bastiones. Será el tercer sitio sufrido por la ciudad, para el que estaba bien preparada. El ejército angloportugués contaba con unos 25 000 hombres, por lo que era muy superior a la guarnición francesa. Alcanzada la ciudad, comenzaron a preparar el sitio, con trincheras, paralelos y movimientos de tierra, encaminados a proteger a la artillería pesada. Mientras se efectuaban estos movimientos, los sitiados franceses hicieron varias incursiones para intentar destruir las líneas avanzadas enemigas, pero fueron repelidas por los tiradores británicos.

    Al llegar los poderosos obuses de 18 y 24 libras, los aliados dieron comienzo un intenso bombardeo contra las defensas de la ciudad, consiguiendo tomar el fuerte de la Picuriña, uno de los bastiones defensivos. La captura de dicho bastión por la tercera división del general Thomas Picton, permitió hacer nuevos movimientos de tierra, y pronto las trincheras fueron acercándose a las altas murallas de piedra, mientras los cañones continuaban disparando a las murallas. El 5 de abril, se abrieron dos brechas en la muralla, entre los bastiones de Santa María y Trinidad, por la que los aliados, se prepararon para asaltar la ciudad. Pronto comenzaron a llegar noticias de que el mariscal Soult se dirigía a reforzar la sitiada guarnición, por lo que se dio la orden de lanzar el ataque a las 22:00 horas del 6 de abril de 1812. La guarnición francesa, minó las brechas de la muralla y se preparó para el inminente asalto.




    Eran ya tres las grandes brechas en la muralla, y los primeros hombres en comenzar el asalto, fueron los Forlon Hope —efectivos británicos de asalto, por lo general voluntarios, dispuestos a ascender en la carrera militar—, mientras se llevaban a cabo diversos ataques de distracción al norte y al este por los soldados angloportugueses. En el momento de comenzar el ataque de los Forlon Hope, un centinela francés dio la alarma. Rápidamente, los puestos de defensa fueron ocupados por soldados franceses, mientras británicos y portugueses llegaban en oleadas. Las descargas de artillería de los defensores masacraban a los británicos en la muralla, llenando la brecha de muertos y heridos, dificultando la llegada de las tropas de asalto. A pesar de lo cual, los casacas rojas continuaron llegando en gran número. En tan sólo dos horas, murieron o fueron heridos unos 2000 hombres, en la brecha principal, mientras un número indefinido de la tercera división eran tiroteados en la maniobra de distracción. Ayá donde los soldados aliados atacaron, fueron rechazados, siendo la carnicería tan grande que Wellesley estuvo a punto de dar por finalizado el asalto, momentos antes de que sus hombres se introdujeran en la muralla.

    La tercera división de Picton consiguió llegar a la zona de La Alcazaba, en la parte más alta de la población, lugar elegido por el mando francés, para refugiarse en caso de llegar el momento final. Una vez allí, enlazaron con los hombres de la quinta división, que intentaban adentrarse en la ciudad. Los soldados portugueses y británicos gozaban de ventaja numérica, lo que hizo que los franceses empezaran a retroceder. Al ver que no podían resistir más, el general Philippon se retiró de Badajoz y se dirigió al fuerte de San Cristóbal, situado en la orilla derecha del rio Guadiana donde, depuso las armas al día siguiente. A la victoria, le siguieron saqueos y desórdenes, pasando 72 horas hasta que el orden pudo ser restaurado. Al despuntar la mañana del 7 de abril, se pudo comprobar, junto a la muralla, el horror de la matanza. Fueron apilados los cuerpos, y cuando sir Arthur Wellesley vio la destrucción y la masacre producidas, lloró amargamente, maldiciendo al Parlamento Británico.



    El asalto y las escaramuzas habían causado en el bando aliado unas 4800 bajas. La División Ligera había perdido al 40% de sus hombres. La toma de Badajoz consiguió asegurar la frontera hispanoportuguesa. Wellesley podía dirigirse, junto a sus tropas, contra las del mariscal Soult, que se encontraba en Salamanca.
Ramón Martín

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