Rafael Guastavino
Nació en Valencia, el 1 de marzo de
1842, en el seno de una familia con tradición musical y artística. Su infancia
se desarrolló en Valencia, en un entorno arquitectónicamente muy rico, al lado
de la catedral.
Empezando a trabajar de aprendiz en un despacho de arquitectura de la ciudad.
Pero su formación se desarrolló en la Escuela de maestros de obras de
Barcelona, ciudad donde dieron comienzo sus trabajos, construyendo la Fabrica
Batlló. En Vilasar de Dalt, construyó el Teatro de la Massa, con una
bóveda de 17 metros de diámetro por 3,5 metros de flecha y un óculo central de
4 metros de diámetro. Edificio inaugurado el 13 de marzo de 1881.
Su irregular vida familiar provocó
que su primera esposa, Pilar Expósito, emigrara a Argentina con los tres
hijos fruto del matrimonio, por lo que, Guastavino inició una relación con Paulina
Roig, con la que tendría un hijo, Rafael. En 1875, publica “El
Porvenir de la industria”, sobre higiene urbana, y envía algunos planos de
sus edificios y el proyecto «Mejora de las condiciones sanitarias en las
ciudades industriales» a la Exposición Universal de Filadelfia de 1876,
proyecto que le valió la medalla de bronce. En 1881 un juez del distrito de San
Pedro de Barcelona dicta orden de busca y captura contra él por alzamiento de
bienes, por lo que, ese mismo año, se traslada a Nueva York, junto a Paulina
Roig, el hijo de ambos y las dos hijas de ésta. Sin embargo, Paulina
y sus dos hijas regresaron a España ese mismo año.
Entre 1882 y 1883 colaboró con la
publicación «The Decorator and Furnisher». Tras unos inicios complicados
(se arruinó en el pánico de 1884), le llegó el momento del éxito, gracias a la
utilización de su patente —que había registrado en 1885— de un sistema de
construcción de bóvedas derivado de la construcción tradicional en la zona de Valencia,
conocido como bóveda fabricada, de ladrillo de plano, denominado en
inglés Tile Arch System, Gustavino system o Guastavino tile
(baldosa Guastavino).
Ya centrado en esta actividad,
constituyó la compañía Guastavino Fireproof Construction Company —destaca
en el nombre la condición «a prueba de incendios» de sus materiales, ya
que había una gran sensibilidad por el tema tras los grandes incendios de
Chicago de 1871 y de Boston de 1872—, su participación en las obras se centraba
en el diseño y elaboración de las bóvedas. Las cuales se pueden apreciar en
numerosos edificios emblemáticos de la ciudad de Nueva York.
Al final de su vida había
construido con su sistema 360 edificios en Nueva York, un centenar en Boston, además
de edificios en Baltimore, Washington DC o Filadelfia. Se retiró a su propiedad
en Black Mountain (Carolina del Norte). Guastavino falleció el 1 de febrero de
1908 en Ashville (Carolina del Norte), a donde se había trasladado a mediados
de la década de 1890. The New York Times le puso el sobrenombre de "arquitecto
de Nueva York" por haber construido los edificios más importantes de
la historia de la arquitectura de los EE. UU. Sus restos reposan en una
cripta de la basílica de San Lorenzo de Asheville, diseñada por él en 1905.
Su hijo menor Rafel Guastavino Roig, también arquitecto, continuó la
empresa familiar.
Guastavino fue un personaje
excepcional, a pesar de cómo le había tratado la estirada burguesía catalana,
haciéndole el vacío en los salones de la alta sociedad. Harto de verse
ninguneado, con el tiempo y unos cuantos pufos, materia esta en la que era un
esmerado especialista, se fue a Nueva York. Al marchar dejó un pufo importante.
En el Teatro de la Massa en localidad de Vilasar de Dalt, le ocurrió un
episodio que va más allá de la mera anécdota. El hombre, como todo quisque
tenía sus 'pecadillos', y el día de la inauguración, no acudió, ya que se había
quedado con el dinero de unos inversores, los cuales le querían echar el guante.
Abandonado por su esposa, con las 40.000 pesetas, que había levantado a los
inversores, se dio a la fuga en dirección a Nueva York.
Arquitecto sin ninguna reputación
en España por falta de oportunidades, en la nación americana, llegó, vio y
venció, firmaba contratos continuamente. Pero para, entender mejor, lo que le sucederá
en Nueva York, hay que mencionar sus 'secretillos' de faldas, tocaba muchas
teclas. Amparado por la extraordinaria reputación adquirida, un buen día, llegaron
a su despacho neoyorkino, unos inspectores de hacienda. Rafael, entró en
trance, pero estos le dijeron que se calmase, que venían en son de paz. Guastavino
le había hecho unos 'trabajillos' bajo cuerda al expresidente de EE. UU., Ulyses
S. Grant, y gracias a la intervención de él y su mujer, que veneraba al
catalán, los guardianes de los números miraron para otro lado y
atendieron al arquitecto. Seis meses tardaron en encajar aquel galimatías, y
una vez arreglado, la mujer de Grant ordenó a su 'maridito' que dejara allá un
inspector para que las finanzas volvieran adonde tenían que estar.
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