Hidelgarda de Bingen
Hildegard von Bingen, fue una abadesa alemana,
visionaria mística, autora de diversos tratados de medicina, así como de
numerosas obras musicales. Nació en Bemersheim, el 16 de septiembre de 1098. Es
conocida como Santa Hildegarda, ya que diversas ramas de la iglesia la
han reconocido como tal. Fue una de las personas más creadoras y activas de la
Edad Media, ya que además de estar dotada de una gran inteligencia y capacidad
de innovación, desplegó una extraordinaria energía en numerosas disciplinas y
campos de conocimiento. Son destacables sus contribuciones a la música, la
medicina o la contemplación mística.
Su interés por los acontecimientos que, se fueron
sucediendo en su tiempo, la hicieron mantener multitud de correspondencia con
papas, emperadores, monjes e incluso reyes, como los papas Eugenio III y
Alejandro III, o el emperador Federico Barbarroja. Fue tal su prestigio
que fue conocida bajo el apelativo de «La Sibila del Rin». Pero,
adentrémonos en su biografía.
Sabemos que vino al mundo en la ciudad alemana de Bemersheim,
el 16 de septiembre de 1098, en el seno de una familia que ya
contaba con nueve hijos. Esta debió ser la causa por la que, sus padres,
destinaran a la niña, a la vida religiosa, algo bastante habitual en la Edad
Media. Con tan sólo ocho años, fue puesta al cuidado de Jutta de Spanheim,
abadesa del monasterio benedictino de Disibodenberg. Allí, Jutta, que había
elegido la vida anacoreta, ocupaba una celda de reducidas dimensiones adosada a
la iglesia de dicho monasterio; acogió a la niña para encaminarla por el camino
de la virtud, además de transmitirla todos sus conocimientos. Parece ser que, según
afirma Hildegarda en sus escritos, para entonces ya se le habían manifestado las
primeros visones que, con el tiempo serían visiones más ricas y detalladas,
encontrándoles un sentido místico. Mientras estuvo bajo la protección de Jutta,
Hildegarda desarrolló una vocación religiosa infrecuente en su época, su
interés por la vida monástica y el servicio divino no ahogaron una personalidad
poderosa y emprendedora, así como una imaginación que le habría de mostrar el
camino a seguir. Sin embargo, la protección de Jutta provoca que Hildegarda
se lamente de su falta de formación. En cualquier esta falta de conocimiento no
supuso un obstáculo para conseguir dar forma a obras muy valiosas, dentro de la
música, la medicina o literatura religiosa. Aunque debido a su desconocimiento de
la lengua latina, se vio obligada de valerse de diversos secretarios a lo largo
de toda su vida.
Cuando Hildegarda contaba con 38 años, tras la
muerte de su protectora y maestra, quedó vacante el puesto de abadesa del
monasterio de Disibodenberg, que fue ocupado ella. Un monje, llamado Volmar,
sería su secretario. Hildegarda sintió que era Dios, en forma de luz brillante,
el que la animaba a comunicar todo lo que veía. Así pues, la narración de sus
visiones da comienzo en una época en que ya contaba 42 años.
En el siglo XII, Europa, está sumida en una gran
indisciplina teológica, debido en parte a la ignorancia que reinaba en el seno
de la cristiandad, se multiplicaban las herejías de todo signo, Hildegarda,
consciente de ello, procuró asegurarse de que la Iglesia romana sancionara sus
visiones antes de que escaparan de su control, evitando el riesgo de que
pudieran llegar a ser consideradas heréticas. Puesta en contacto con el papa Eugenio
III, una eminencia dentro de la oscura historia de la Iglesia medieval,
éste le concedió la sanción papal para dar publicidad a sus visiones, además de
darle ánimos para que llevara a cabo la difusión de su pensamiento místico. Hoy
en día, los estudiosos de ella coinciden en relacionar lo que la mística tomó
como visiones, con las migrañas que sufría la abadesa.
La música fue campo donde Hildegarda desplegó su
talento creador, siendo, su música, interpretada por las monjas de su convento.
Su estética se asemeja al pensamiento articulado dentro de un contexto
platónico. El canto y su expresión refinada, se manifestaría en su forma más
perfecta. La concepción del hombre como parte del Cosmos y como
expresión del orden universal, es el punto en el que se centra la atención
de Hildegarda a la Naturaleza. Según esto, al igual que otros contemporáneos,
no ve reparos en referirse al poder curativo de las piedras preciosas y de las
plantas, cuyas virtudes están detalladas en varias de sus obras.
La última situación crítica a la que tuvo que
enfrentarse aconteció en 1178, cuando su comunidad dio sepultura en el
cementerio del convento a un noble excomulgado, ya que, por esta pena eclesiástica,
el derecho canónico prohibía su entierro en suelo sagrado. Se le pidió que
exhumara el cadáver, a lo que ella se negó e hizo desaparecer cualquier rastro
del enterramiento, sosteniendo que se había reconciliado con la Iglesia antes
de morir. Los prelados de Maguncia, ante la ausencia del arzobispo Christian,
que se encontraba en Roma, prohibieron el uso de las campanas, los instrumentos
y los cantos en la vida y liturgia. Hildegarda, en su defensa, escribió una
carta donde recogía el significado teológico de la música. Cuando regresó el
arzobispo en marzo de 1179, se presentaron testigos que apoyaron la versión de la
abadesa y fue levantado el entredicho.
Al poco de ser levantado el entredicho, el 17 de
septiembre de 1179, murió Hildegarda. Las crónicas cuentan que, a la hora de su
muerte, aparecieron dos arcos muy brillantes y de diferentes colores que
formaban una cruz en el cielo. Sus reliquias fueron conservadas en el convento
de Rupertsberg hasta la destrucción de este en 1632, durante la Guerra de
los treinta Años, cuando fueron llevadas a Colonia y después a Ebingen, donde
se depositaron en la iglesia parroquial donde aún reposan.
En 1940 se aprobó su celebración para las
iglesias locales. Con motivo del 800 aniversario de su muerte, Juan Pablo II se
refirió a ella como profetisa y santa. En 2006, el papa Benedicto XVI se
refirió a ella como santa y la nombró como una de las grandes mujeres de la
cristiandad. En el año 2010 el papa Benedicto XVI dedicó a
Hildegarda las Audiencias Generales del 1 y 8 de septiembre, en el marco de unas
catequesis sobre escritores cristianos, siendo la primera mujer. En diciembre
de 2011, el papa Benedicto XVI la otorgó el título de Doctora de la
Iglesia, procediendo el 10 de mayo de 2012 a inscribirla en el
catálogo de los santos y extender su culto litúrgico a la Iglesia universal, en
una “canonización equivalente”. El 27 de mayo de 2012, durante el rezo
del Regina Caeli del día de Pentecostés, el papa determinó la fecha para
la proclamación como Doctora. El 7 de octubre de ese mismo año, durante la misa
de apertura del Sínodo de los obispos, en la Basílica de San Pedro, se realizó
la proclamación oficial con el título de Doctora para la Iglesia Universal
junto con san Juan de Ávila por el papa Benedicto XVI. Hildegarda
también es venerada por algunas de las Iglesias de la Comunión Anglicana.
La iconografía de Hildegarda es escasa. Se la
retrata con los atributos propios de una abadesa de la orden de san Benito: el báculo
abacial y el hábito benedictino con velo negro y blanco; aunque las
representaciones más antiguas, la reproducen sentada con un estilo en la
mano, escribiendo sobre un par de tablillas o dictando a un monje, con cinco
flamas alrededor de la cabeza representando la visión divina. Posteriormente se
cambia el estilo por una pluma de ave, con algún pergamino o libro en la mano y
algún instrumento musical.
La obra atribuida a la abadesa Hildegarda, consta
de los siguientes libros y colecciones de escritos:
- Scivias:
obra compuesta de tres libros, el primero trata el tema de la sabiduría; el
segundo, sobre el Salvador y su Iglesia; y el tercero a la construcción del
Reino de Dios mediante la iluminación del Espíritu Santo.
- Liber
Vitae Meritorum (Libro de los méritos de la vida): mediante seis
visiones, se hace mención a los vicios y virtudes de los hombres y se
representan el purgatorio, el infierno, el juicio final y la promesa de gloria
en el cielo.
- De
Operatione Dei (Libro de las obras divinas): diez visiones y una
meditación sobre el pensamiento de San Juan.
- Physica:
donde se describen los poderes curativos de las plantas, las piedras preciosas,
los animales y los metales, como una muestra más de la apreciación de la
naturaleza humana como parte integrante del Cosmos.
- Causae
et Curae (Causas y Curas): compendio sobre la constitución humana, los
males que pueden afectarla y sus remedios.
- Ordo
Virtutum (Organización de las Virtudes): es una composición
dramático-musical, donde se representa al alma del creyente atormentada por las
tentaciones del diablo que, guiada por las virtudes, llega a alcanzar la
victoria sobre los males.
- Setenta y siete Himnos Monódicos sobre textos místicos.
Que gran mística! Y en esos tiempos en que muchas de esas cosas eran sacrilegio para la iglesia católica! Gracias por compartir R Martin
ResponderEliminarDesde luego. Asi era en aquellos tiempos.
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