Henry Morgan
Henry Morgan es considerado como “el rey
de los piratas”, entre todos aquellos hombres que hicieron del robo y del
asalto su forma de vida. Desde el lado español es un bandido que solo comete
fechorías y actos salvajes, mientras que para los ingleses, es un héroe y
patriota, cuyas hazañas le llevan a obtener riqueza y gloria, tan es así que
fue nombrado “Sir”.
Nacido en Llanrumney, Gales, en el año
1635, era hijo de un rico labrador, dejó su hogar para trasladarse a la isla de
Jamaica, donde entabló amistad con otros filibusteros de la época como
Christopher Myngs y el neerlandés Eduard Mansvelt.
Saqueo de Puerto Príncipe
El
29 de marzo de 1668, una escuadra dirigida por Morgan, desembarcó en Puerto
Príncipe, pero no fue un ataque sorpresa, que era lo planificado, ya que los habitantes
en Puerto Príncipe habían tenido noticias del ataque, teniendo tiempo para
armarse. Los filibusteros pudieron sortear las emboscadas que les habían
preparado, avanzando a través del bosque. Al llegar a las puertas de la ciudad,
se enfrentaron a un batallón de caballería al que derrotaron sin dificultad. Una
vez dentro de la ciudad, encerraron a los vecinos en las iglesias,
interrogándoles bajo tormento para conseguir riquezas. Entonces le fue
entregada a Morgan una carta que había sido incautada, que iba dirigida al
alcalde de Puerto Príncipe por el gobernador de la isla de Cuba, en la que se
le instaba a aumentar la demora de los filibusteros para organizar un
contraataque. En vista de lo cual, Morgan, decidió partir.
Hecho el pillaje, impuso un tributo de
quema (valores a cambio de no incendiar la ciudad) de 500 vacas y sal, que fue
pagado. A pesar de todo, el botín fue exiguo. En su comunicado al gobernador
Modyford, mintió acerca del desbaratamiento de los planes de ataque de los
españoles.
Saqueo de Portobelo
A pesar de todo, la tripulación estaba
insatisfecha. Morgan los animó a no desfallecer. En ese momento, disponía de 8
embarcaciones y 400 hombres. Desveló a Modyford, su plan de atacar la ciudad de
Portobelo en Panamá, que era la tercera ciudad mejor defendida después de
La Habana y Cartagena de Indias. Sus subordinados se espantaron ante la
propuesta, pero él les aseguró que tendrían el factor sorpresa a su favor. En
el transcurso del viaje se les unieron 9 naves y 460 hombres.
La flota bordeó la costa y se
embarcaron en lanchas. Capturaron a un centinela español en el estero de
Longalemo, que a partir de ahí les sirvió de guía. El plan consistía en arribar
a la localidad por tierra, donde estaba menos guarnecida. Los filibusteros
abandonaron sus lanchas a unos 5 km de Portobelo y emprendieron la marcha. Al
amanecer, el primer objetivo fue el castillo de Santiago, tomado sin dificultad.
Una vez dentro, hicieron explotar un almacén de pólvora con todos los
soldados españoles encerrados allí. Tras eso se dirigieron al fuerte de San
Jerónimo, donde los españoles opusieron una fuerte resistencia, ante la cual el
filibustero hizo uso de una cruel estratagema: mandó reunir a un grupo de
ancianos, monjas y curas, y les forzó a situarse al pie de la muralla para
proteger las escalas que subirían los atacantes. El capitán del castillo se
negó a rendirse e ignoró la presencia de los rehenes, los filibusteros tomaron
el poblado al anochecer, y el capitán fue ejecutado. Un tercer fortín, el de San
Felipe, fue tomado la mañana siguiente por sorpresa. Los atacantes perdieron 70
hombres, no obstante, se celebró la victoria. Los hechos ocurrieron en julio de
1668 y duraron unos quince días. Además del pillaje realizado, Morgan exigió
100.000 reales de a ocho como tributo de quema.
Mientras, desde la ciudad de Panamá
arribaron tropas del gobernador Don Juan Pérez de Guzmán con un contingente de
soldados. Guzmán ordenó a los filibusteros que abandonasen la localidad, a lo
que se negó Morgan. El gobernador desistió de organizar un nuevo batallón y
abandonó la ciudad y a sus pobladores. Los vecinos decidieron acatar las
exigencias, en total un botín de 250.000 pesos para una tripulación satisfecha.
La fama de Morgan se incrementó entre los piratas del área por este ataque.
Guzmán le mandó un mensaje al galés,
impresionado por la toma de Portobelo con tan pocos hombres y le solicitó un
arma usada en el ataque; Morgan lo hizo así, junto a unas balas y con el
mensaje de guardarlas por un año, pues regresaría a buscarlas. El Gobernador,
por su parte, devolvió los presentes, con una sortija de oro, y con la
respuesta que no se molestase en regresar a Portobelo. A su regreso a Jamaica,
Morgan manipuló, de nuevo, el informe a Modyford, al aseverar que había
rescatado a 11 ingleses que se encontraban presos, omitiendo sus tropelías. Tras
el correspondiente envío de parte del botín rey británico, Modyford, hizo un
informe a la corona su conveniencia, aseverando su impotencia ante las acciones
filibusteras.
Saqueo de la ciudad de Panamá
Entre los años 1667 y 1670, se firmaron
tratados entre España e Inglaterra que finalizarían las disputas entre
ambas potencias y fomentarían las relaciones comerciales. No obstante, un año
después del regreso de Morgan a Jamaica, nuevos rumores llegaron de futuros
ataques españoles para recobrar la isla. Además se difundieron noticias de
agresiones sobre pesqueros y mercantes ingleses. Por otra parte, los
filibusteros necesitaban dinero para pagar sus deudas debido a sus excesos en
Port Royal. Los piratas, ante la urgencia, se apresuraron a preparar algún
ataque sobre las posesiones españolas. Morgan era el único capaz en emprender
una acción a gran escala. En apariencia el motivo que legitimó su ataque fue
una ofensiva de un tal Capitán Rivero, quien, con patente de corso del
Gobernador de Cartagena de Indias, emprendió acciones contra piratas cerca de
Cuba y el norte de Jamaica.
Ante estos hechos, el gobernador de
Jamaica comisionó a Morgan el 1 de agosto de 1670 para atacar naves
enemigas y mantener la tranquilidad en la isla. El galés planeó partir a Port
Coullion, frente a la isla de Vaca, donde reuniría a los filibusteros para
preparar el ataque. Modyford, sabedor de tales intenciones, le impidió ejecutar
acción alguna sobre tierras españolas a sabiendas de que, de todos modos, se
congregarían. El encuentro tuvo lugar el 24 de octubre de 1670. La flota se
dividió en tres divisiones: una haría saqueos en las costas cercanas para
obtener cereales, otra se dedicaría a cazar, y la tercera permanecería en la
isla para la construcción de los barcos. Tras los preparativos, la flota sumaba
37 navíos y unos 2.000 hombres. Se dispusieron las recompensas e
indemnizaciones a otorgar a los combatientes de la expedición: a los capitanes se
le pagaría la porción de ocho marineros por los gastos de cada navío, y de
haber mutilaciones en alguno de los filibusteros, se resarciría de acuerdo con
su gravedad. Se asignaban 1.500 piezas de a ocho o quince esclavos, por la
pérdida de ambas piernas. Morgan sabía que la única manera de hacerles luchar era
retribuyéndoles.
Se consideraron tres objetivos: Cartagena de Indias, Veracruz y la ciudad de Panamá. La elección fue esta última, por su gran actividad comercial entre los océanos Pacífico y Atlántico, además de ser punto de llegada de la flota de plata de Perú. Por otro lado, era la localidad menos protegida y dependía de la selva para su resguardo. Antes del ataque, Morgan exhortó a sus hombres a actuar sobre los españoles como enemigos declarados... del rey de Inglaterra.
A pesar de ser recibido con honores en
Jamaica, las consecuencias del saqueo de Panamá tuvo repercusión en el
gobernador Modyford. Ante las reclamaciones de España, ya que no existía, en
ese momento, conflicto con Inglaterra, se consideró el ataque como un acto de
piratería. Modyford fue llamado ante la justicia británica y fue encerrado en
la Torre de Londres por dos años. Pasado el período regresó a Jamaica como
Encargado de Justicia. Su puesto fue ocupado por Thomas Lynch quien, para
apaciguar a los españoles, embarcó a Morgan rumbo a Inglaterra el 6 de abril de
1672. En espera de su condena, el galés no fue confinado, pudo deambular por la
ciudad de Londres libremente. En enero de 1674, ante las amenazas de
piratas franceses sobre Jamaica, regresó a la isla. Antes de su partida, el rey
Carlos II le nombró caballero y le concedió el cargo de Teniente de Gobernador
en Jamaica.
Una vez en la isla, sus acciones sobre los
piratas fueron ambivalentes, en unas ocasiones fue benévolo y otras tiránico,
en ocasiones mandó ahorcar en la zona de Gallow’s Point, en Port Royal, a
quienes se rehusaron a abandonar la piratería. En total sirvió por tres
periodos en el cargo. Después de ejercer en las funciones públicas, prefirió
beber con sus viejos camaradas, en las cantinas de Port Royal, ya que nunca
pudo acoplarse con los vaivenes políticos de la isla. En sus años postreros,
Morgan sufrió de una mala salud debido, probablemente, a su pasado turbulento
de abuso de alcohol y noches de juerga. Afectado por la hidropesía,
abotargado y gotoso», murió el 25 de agosto de 1688 en Lawrencefield,
Jamaica. El día siguiente fue enterrado en el cementerio de Palisadoes cerca de
Port Royal, localidad que fue destruida por tres fuertes movimientos telúricos
el 7 de junio de 1692, sepultando la tumba del filibustero. No tuvo
descendencia con su esposa Mary Elizabeth.
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