Enrique I, Dinastía Avis



Nacido en Lisboa el 31 de enero de 1512 y muerto en Almeirim el 31 de enero de 1580. Es el último representante de la dinastía de Avís, gobernó Portugal durante dos años, sin nombrar sucesor, lo que posibilitó que Felipe II uniese a España la corona portuguesa. Fue el sexto hijo de Manuel I de Portugal y de su segunda esposa, la reina doña María. Era por lo tanto don Enrique hermano del rey Juan III y desde su nacimiento se decidió para él la carrera eclesiástica. Recibió una primorosa educación, recibiendo en 1526 las órdenes menores.

Se inició como prior comendatario de Santa Cruz de Coimbra y con veintidós años fue nombrado arzobispo de Braga por el papa Clemente VII. En 1539 Paulo III le confió el cargo de inquisidor general de Portugal y sus conquistas. Un año después renuncio a la mitra de Braga y recibió la sede de Evora, que, con él, se convirtió en arzobispal. Obtuvo una gran reputación por su inteligente y celosa administración de ambas sedes, en las que introdujo excelentes reformas administrativas y culturales: completó el colegio de Sao Paulo de Braga, del que trató de hacer Estudio General; en 1551 llamó a los jesuitas al colegio do Espírito Santo de Evora, convertido en escuela pública en 1553 y en universidad en 1559.

El 16 de diciembre de 1545 alcanzó el cardenalato. Su hermano, el rey Juan III, hizo diligencias para que fuese propuesto como candidato a la tiara pontificia en los cónclaves de 1549, 1555 y 1559; en el de 1555 obtuvo quince votos, aunque finalmente fue elegido Pío IV. En 1561 fue nombrado por Pío IV legado ad laterepara del reino de Portugal y tres años después sucedió a Fernando de Vasconcellos como arzobispo de Lisboa.

En 1557, a la muerte de Juan III, heredó el reino el príncipe Sebastián, de tres años de edad; su abuela, la reina doña Catalina, asumió la regencia, pero la presión palaciega le hizo abandonar el cargo en manos del infante don Enrique, que mantuvo la regencia entre 1562 y 1568. Durante esos años proporcionó la más completa formación de príncipe a su sobrino, don Sebastián. Contrariando la política castellanizante de Catalina de Austria; dotó a la administración pública, en especial a la ultramarina, de unos sólidos valores nacionales. Fundó el Colegio de S. Manços en 1570 recibió el cargo de abad-general de toda la congregación cisterciense de Portugal. Durante su permanencia en la capital contribuyó a la construcción del Colegio de Sto. Antao, cuya primera planta delineó, junto con el arquitecto Baltasar Álvares. En 1574, cansado de la vida de la corte, don Enrique renunció a la sede de Lisboa y volvió a ceñir la mitra de Evora.

El cardenal Enrique recibió la noticia del desastre de Alcazarquivir, en el que murió el rey Sebastián, mientras se encontraba en Alcobaça. En tanto se esperaban noticias sobre la muerte del rey, don Enrique asumió el gobierno como regente y fue coronado el 28 de agosto. La primera medida de urgencia que practicó fue el envío de don Francisco da Costa como embajador a Marruecos para negociar el rescate de los rehenes de la batalla; en gran parte, los fondos para la negociación surgieron de las riquezas de los beneficios eclesiásticos. El rey-cardenal cometió el error de hacer dimitir a los más altos empleados de la corte, en especial aquellos que le habían agraviado en el pasado, a los que sustituyó por hechuras suyas. Esto provocó un gran desorden en los negocios del Estado, circunstancia que fue aprovechada por el rey de España para mostrar sus apetencias sobre la corona de Portugal.

Enseguida se planteó como un grave problema la cuestión de la sucesión; don Sebastián había muerto sin descendencia y don Enrique, dada su condición de clérigo, tampoco tenía hijos. El rey era un anciano enfermo y la cuestión apremiaba. Pensó en obtener la dispensa del celibato eclesiástico y contraer matrimonio para obtener descendencia. Las dos candidatas que se pensaron fueron Isabel de Austria, viuda de Carlos IX de Francia y María hija del duque Juan de Braganza y el cardenal se decidió por la joven María, de catorce años de edad. El rey escribió al papa Gregorio XIII para solicitar la dispensa, a la vez que pedía el apoyo del cardenal Borromeo. Felipe II ejerció todas las presiones sobre la Santa Sede para evitarlo y finalmente la dispensa no fue concedida.

La situación se agravaba y las cortes de Lisboa de 1579 tampoco consiguieron llegar a un acuerdo definitivo. El cardenal citó por carta a todos los pretendientes a la corona para que expusiesen sus reclamaciones. Además de las débiles candidaturas de los duques de Saboya y Parma y Catalina de Médicis, se presentaron el poderoso Felipe II, la duquesa Catalina de Braganza, que podía demostrar sus derechos dinásticos, y Antonio de Portugal, prior de Crato, con grandes simpatías entre el pueblo y una manifiesta incapacidad para el gobierno, además de una manifiesta bastardía.

El monarca español compró el apoyo de una buena parte de la nobleza lusa y presionó constantemente al cardenal para que se inclinase por él. Las cortes de Almeirim de octubre de 1579 tuvieron un marcado corte nacionalista. La corte se trasladó a Almeirim y allí acudió desde Villaviciosa la duquesa de Braganza y aunque, según parece, don Enrique estaba decidido a nombrarla heredera, finalmente no hizo nada. El rey empeoró de su enfermedad y murió, sin haber nombrado heredero, lo que hizo de Portugal el teatro de las discordias. El prior de Crato se proclamó rey en Santarem, pero, después de ser derrotadas sus tropas el 27 de junio de 1580, por las del duque de Alba en la batalla de Alcántara, Felipe II fue reconocido rey, consumándose la unión de los reinos de España y Portugal.



FUENTE: Mcnbiografias


Comentarios

Entradas populares