Luises coronados

En los dos capítulos anteriores, dimos un pequeño repaso por algunas cosas no demasiado conocidas de los reyes de la Corona Española, llamados Felipe y Carlos. Hoy nos tocaría hacerlo de los Luises, pero con este nombre solo hubo uno. Por cierto con un reinado muy breve. No es de extrañar que se les fueran las ganas de poner a los vástagos reales ese nombre, si todos habían de durar tan poco. 

Tan breve fue que, prácticamente, ningún libro de texto menciona al rey Luis I de Borbón, hijo de Felipe V. Fue el matrimonio real más joven y más breve de la España borbónica. El rey con 16 años y su esposa Luisa Isabel de Orleáns con 13 años. La reina con sus mil extravagancias, no pensaba sino en comer, beber y mostrarse desnuda ante sus criados. Mientras Luis se afanaba en comprender qué ocurría en la cabeza de su esposa; otro loco, su padre, arrojó su Corona sobre él en enero de 1724. Con diecisiete años era un inexperto, el 9 de febrero de 1724 Luis I fue proclamado Rey, dando pistoletazo de salida al reinado más corto en la historia de España. 

El pueblo dio la bienvenida con entusiasmo a este joven, alguien con cierta gracia y un donaire en sus modales y en su porte, sin menguar por esto su porte grave y digno, reconociéndosele capacidad y aplicación en el estudio de las ciencias y las artes. 

El mayor obstáculo que se encontró Luis al llegar al trono fue descubrir que, si bien Felipe V había abdicado de buena gana, no era de la misma opinión Isabel Farnesio, que mantuvo una oreja en el Palacio Real y la otra en el Palacio de la Granja de San Ildefonso, donde se había retirado el Rey padre buscando tranquilidad. Tampoco Felipe V terminó de soltar el cetro. Tras visitar al Monarca, el Mariscal Tessé dijo: “el rey no ha muerto, ni yo tampoco”, haciendo referencia a que seguía siendo él el que realmente mandaba y no estaba dispuesto a dar un paso atrás. 

Luis se rodeó de una serie de tutores alejados de la influencia de los anteriores reyes, dando un giro a la política exterior del reino, lo que se tradujo en más medios para América y el Atlántico y menos para la recuperación de las posesiones italianas perdidas en la Guerra de Sucesión. Al tiempo que se vivía un descenso en la influencia francesa en la Corte. 

Pero las políticas de Luis I quedaron inéditas. Su reinado estuvo marcado, casi exclusivamente, por la creciente locura de Luisa Isabel. La actitud de su esposa llevó a Luis I a buscar consuelo en numerosas correrías nocturnas por Madrid. De hecho, la imagen que ha trascendido, es la de un rey juerguista de vida relajada. “En cuanto ha almorzado se va a jugar a la pelota; el resto del día, bajo un gran calor, se va de caza y camina como un montero; por la noche, sin trabajar eficazmente, creemos que se excede y, sin embargo, no le gusta su mujer ni a su mujer él”, escribía el Mariscal Tessé sobre las rutinas y aventuras de Luis I. 

Finalmente, el rey ordenó el encierro de su esposa en el Palacio Real, el hartazgo tuvo lugar tras una recepción pública en la que la soberana se desnudó y empleó su vestido para limpiar los cristales del salón. “No veo otro remedio que encerrarla lo más pronto posible, pues su desarreglo va en aumento”, escribió el joven Rey a su padre. El encierro de casi dos semanas hizo recapacitar a la joven, que envió varias cartas a Luis pidiéndole perdón. Su arrepentimiento quedó patente cuando la pareja real enfermó de viruela, a mediados de agosto. Luisa Isabel de Orleans sobrevivió a la enfermedad y permaneció al lado de su marido hasta su último suspiro. Siete meses después, con su repentina muerte el 31 de agosto, terminó el reinado de Luis I. Felipe V devolvió a Francia a la joven, como quien descambia un aparato defectuoso en la tienda de electrodomésticos. 

El punto más polémico del testamento de Luis fue el nombramiento de su padre como heredero universal, lo cual contravenía los términos de la abdicación de Felipe V, que especificaba que de morir sin herederos la Corona pasaría a su siguiente hijo, Fernando, de once años. Frente a aquella incertidumbre legal, la rápida actuación de Isabel de Farnesio devolvió las riendas del reino a Felipe V. La Reina convenció a su marido de que siguiera el criterio del Papa, quien respaldaba que el juramento de abdicación no le obligaba a renunciar a la Corona ahora. Todo ello haciendo frente a las críticas de ciertos sectores de la nobleza castellana, que argumentaba que no cabía la marcha atrás en la abdicación de un Rey. Si bien su locura iría en aumento en los siguientes años, fue Isabel de Farnesio quien se hizo realmente cargo de las responsabilidades de la Corona.

En cuanto a reyes breves. Luis I sólo es superado por Felipe I de Castilla, conocido popularmente como “el Hermoso”, que estuvo en el trono apenas dos meses antes de sufrir una enfermedad súbita. Por su parte, Amadeo de Saboya reinó tres años, siendo que su suerte estaba sellada incluso antes de desembarcar en España en 1870.

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