Juan Escobedo
Nació en Colindres, Santander, en 1530. De una familia hidalga, se trasladó a Madrid para entrar al servicio de Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, a través del cual se introdujo en la Corte. Trabó amistad con el futuro secretario de Felipe II, Antonio Pérez, y por mediación de este último obtuvo diversos cargos, y el nombramiento, por Felipe II, de alcaide del castillo de San Felipe y Casas Reales de Santander, lo que le proporcionó un elevado prestigio en su tierra natal.
Merced a Ruy Gómez de Silva y a su amistad con Antonio Pérez, en 1574, fue nombrado secretario de Juan de Austria, en substitución de Juan de Soto, para así mantener informado a Felipe II y a los ebolistas de las actividades del hermanastro del rey. Escobedo desempeñó a partir de entonces un doble juego de espionaje e intrigas, puesto que por un lado, cumplió las órdenes que le habían sido encomendadas al confiarle el cargo de secretario, pero por otro defendió y alentó las aspiraciones de Juan de Austria respecto de Inglaterra y Flandes.
El mismo año 1574, Escobedo se trasladó junto con Juan de Austria a Italia, tomando parte en las gestiones, proyectadas por Gregorio XIII, para obtener la Corona de Inglaterra para Juan de Austria, que contaba con el apoyo de los católicos ingleses. En esta época inició una abundante correspondencia con Antonio Pérez, con el objeto de recabar información sobre la opinión del monarca y de los personajes más influyentes de la Corte al respecto, a la vez que proporcionaba al secretario real datos sobre la actividad de su señor.
En 1576, Juan de Austria, fue nombrado gobernador de Flandes, por lo que envió a Escobedo a Madrid para que solicitara a la Corte el tratamiento de infante, dinero, armas e instrucciones para abordar la situación en que se hallaban los Países Bajos y apoyo para sus proyectos sobre la obtención del trono inglés mediante un matrimonio con María Estuardo. Escobedo, por otra parte intentó obtener para sí una encomienda en una de las órdenes militares castellanas. De vuelta a Flandes, trató con los capitanes de los tercios españoles, para evitar una revuelta con motivo de la promulgación del Edicto Perpetuo, en febrero de 1577. En otoño de ese año regresó a Madrid y se presentó nuevamente ante el monarca para reclamar dinero con el que licenciar a las tropas e insistir en la cuestión inglesa, sobre la que todavía no se había pronunciado Felipe II, quien mostraba recelos ante las verdaderas intenciones de Juan de Austria, aumentados por las intrigas de Antonio Pérez y por las informaciones que éste poseía.
Durante esta estancia en la Corte, Juan de Escobedo realizó indagaciones acerca de la postura que realmente había tomado Antonio Pérez sobre su actividad y la de su señor. En el transcurso de sus gestiones, Escobedo tuvo conocimiento de los negocios ilícitos que mantenían Antonio Pérez y Ana Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli, sobre la venta de secretos de Estado, cargos públicos y dignidades eclesiásticas y, probablemente, sobre sus supuestas relaciones con los rebeldes de los Países Bajos. Al parecer Escobedo, para garantizar la posición favorable a sus pretensiones de Antonio Pérez ante el rey, y quizá despechado por no haber sido llamado a formar parte de tan fructífero negocio, amenazó a su antiguo amigo con ofrecer la información obtenida a Felipe II.
Para evitar el chantaje, Antonio Pérez se valió de su ascendiente sobre el monarca y de la correspondencia que había sostenido con Escobedo para convencer a Felipe II de que Escobedo había sido el instigador de todos los supuestos proyectos de traición de Juan de Austria, y de la necesidad de eliminarle. No hay un acuerdo unánime acerca de si Felipe II intervino en la muerte de Escobedo autorizando a Antonio Pérez a organizar su asesinato. Antonio Pérez intentó en tres ocasiones acabar con la vida de Escobedo mediante el envenenamiento, pero ante los sucesivos fracasos encargó a seis de sus criados que le dieran muerte con arma blanca, orden que ejecutaron una noche del 31 de marzo de 1578, en que Escobedo regresaba de la casa de Brianda de Guzmán, tras haber pasado la tarde en la residencia de la princesa de Éboli, con la que algunos estudiosos opinan que mantenía relaciones amorosas.
La familia de Escobedo, ayudada por Mateo Vázquez, también secretario real y enemigo de Pérez, inició un proceso judicial para esclarecer los hechos y probar la culpabilidad de Antonio Pérez, a quien se señaló desde el principio como responsable del crimen. Sin embargo, los alcaldes de casa y Corte no llevaron a cabo ninguna gestión sobre el caso y Pérez pudo continuar ejerciendo sus funciones cortesanas hasta que en julio de 1579, después de la muerte de Juan de Austria, Felipe II tuvo noticia de las intrigas de su secretario y ordenó su detención.
El proceso contra Pérez se incoó en 1582, pero hasta 1584 no se presentaron los cargos, entre los que no se incluyó el asunto del asesinato de Escobedo, lo que ha sido aducido como prueba de la responsabilidad del rey. En 1589 el hijo de Escobedo, a cambio de una elevada compensación económica, renunció públicamente a continuar el proceso por la muerte de su padre. Un año después, Antonio Pérez fue sometido a tormento y confesó su culpabilidad en el caso, aunque acusando al monarca de haber participado con su autorización. El secretario fue condenado a muerte por asesinato; sin embargo, el proceso se interrumpió con la huida del reo al reino de Aragón, que dio origen a las denominadas Alteraciones de Aragón.
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