Monasterio de Las Descalzas Reales en Madrid
Juana de Austria fundó en el año 1557,
siendo Regente, el convento de Nuestra Señora de la Consolación para las
clarisas descalzas. En este proyecto tuvo la complicidad de su confesor, el
futuro San Francisco de Borja,
quien le aconsejó escoger entre las religiosas del convento de Santa Clara de
Gandía a las integrantes del nuevo convento.
Las
obras corrieron a cargo de Antonio
Sillero, mientras que la autoría de la iglesia, concluida en 1564, ha
sido muy discutida. Es atribuida a Juan
Bautista de Toledo, a quien se atribuye la fachada, en severo estilo
clásico, mientras que el resto de la iglesia parece ser obra de Francesco Paciotto. A finales de 1564
se finalizaron las obras trasladándose el Santísimo Sacramento al nueva iglesia
del Monasterio, con una gran procesión donde las varas del palio fueron
llevadas por Felipe II y su hijo Don Carlos, los archiduques Rodolfo y Ernesto,
el duque de Alba, el marqués de Pescara, seguidos de la reina Isabel de Valois
(tercera esposa de Felipe), y la propia princesa Juana.
Las
gradas del altar, el coro y la sacristía fueron obra de Juan Gómez de Mora en 1612. El aspecto actual del interior del
convento responde a la remodelación de Diego
de Villanueva a mediados del siglo XVIII.
Juana
de Austria murió en el Escorial, a causa de un tumor, el 8 de septiembre de
1573, con tan solo 38 años. Está enterrada en las Descalzas Reales, en un
sepulcro situado en el presbiterio, en una capilla al lado de la Epístola
atribuida a Juan Bautista Crescenzi.
El sepulcro lo adorna una estatua de mármol blanco en actitud orante, atribuida
por muchos a Pompeyo Leoni, y que es en realidad obra de Jacobo da Trezzo, un
escultor de la corte de Felipe II.
María
de Austria, hija de Carlos I, había nacido en el Alcázar de Madrid en 1528,
conociendo a su padre cuando contaba cinco años. A los veinte años se casó con
su primo Maximiliano, hijo de su tío Fernando y archiduque de Austria, y
comenzaron su matrimonio como Lugartenientes de España y las Indias, mientras
que Felipe marchaba a Flandes.
Desde
1551 María vivió con su esposo en Viena, tuvo quince hijos, de los que
sobrevivieron sólo ocho. Al morir su esposo en 1576, regresó a Madrid con su
hija Margarita el año 1582. María acarició la idea de que Margarita se casara
con Felipe, pues su otra hija Ana (cuarta y última esposa de su hermano
Felipe), falleció en octubre de 1580. Pero Felipe no volvió a casarse y
Margarita decidió tomar los hábitos en el Convento de Las Descalzas.
En
Madrid la emperatriz viuda desarrolló una intensa vida de mecenazgo, destacando
en el apoyo a uno de los principales músicos de Europa, Tomás Luis de Victoria. En el ámbito político, siempre fue un
apoyo leal a su hermano.
María
retirada al Monasterio de las Descalzas convirtió en sus aposentos el famoso Cuarto Real, donde murió en febrero
de 1603. En él se educó Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II e Isabel de
Valois, que donó al convento una espléndida serie de tapices sobre la
Eucaristía, diseño de Rubens que permanecen en el convento.
En
el Coro se encuentran los sepulcros de la Emperatriz Dª María de Austria y de
su hija menor, sor Margarita de la Cruz. El de María es un sepulcro en mármoles
y bronce diseñado por Juan Bautista
Crescenzi, autor del Panteón de Reyes en El Escorial. El sepulcro de su
hija Margarita, que se encuentra en el mismo sitio pero en plano inferior,
mucho más sencillo es de madera con adornos de metal dorado.
Todas
las mujeres de la Casa de Austria estuvieron ligadas a este convento y le
legaron valiosos tesoros convirtiendo el edificio en un pequeño Escorial. Obras
de Pedro de Mena, Gaspar Becerra, Rubens, Tiziano, Sofonisba Anguissola,
Sánchez Coello, Brueghel, Luini o Antonio Moro entre otros, se conservan en un
edificio concebido como un complejo religioso-social cuya extensión fue
considerable, pues además del convento y la iglesia, tenía una huerta y a él
estaban vinculados edificios como la Casa de los Capellanes y un hospital y un
orfanato dentro de la Casa de la Misericordia.
Es
una joya del plateresco castellano que mira decididamente al Renacimiento, como
se ve tanto en la fachada principal como en el claustro.
Del
siglo XVII se conservan pinturas al fresco en la escalera y en la Capilla del
Milagro. La mezcla entre la austeridad de la orden franciscana y el lujo de las
dotes de sus moradoras traducido en obras de arte, hacen de él una cita imprescindible
para conocer de cerca la vida de aquellas poderosas mujeres de la España de los
siglos XVI y XVII.
Cercano
a la Puerta del Sol, todo el bullicio del corazón de Madrid enmudece tras sus
muros. Fue concebido como convento para mujeres de la realeza y la
aristocracia, las monjas debían ser nobles
e hijasdalgo y por lo menos limpias de sangre. Escapó a la
Desamortización de Mendizábal y hoy conserva una interesante colección de arte
y una historia ligada al devenir político y social de la España de los
Austrias. Entre sus muros se encuentran entra otras, las tumbas de las dos
hijas de Carlos I.
Las
dos hijas que tuvo Carlos I con Isabel de Portugal; María y Juana, buscaron
refugio en este edificio cuando viudas de sus respectivos maridos, decidieron
alejarse de sus cortesanas vidas. Huérfanas de madre desde muy pequeñas, Juana
tenía cuatro años y María once cuando falleció la Emperatriz Isabel, y lejos
de su padre, por sus continuos viajes, fueron educadas con el esmero que
correspondía, junto a su hermano Felipe, que heredaría la corona española, como
Felipe II. Quizá por todas estas circunstancias creció entre los tres hermanos
una complicidad que duraría hasta el final de sus vidas.
Juana, Princesa de Portugal, Gobernadora de España,
Jesuita y Mecenas, era la más pequeña, fundó el convento de
Las Descalzas reconstruyendo el palacio en el que vino al mundo el 24 de junio
de 1535. La casa la compró Alonso Gutiérrez, secretario del Emperador, y la
convirtió en un magnífico palacio con los ecos italianos del momento, espacios
clásicos, mármoles de Génova y esculturas renacentistas, cambiando así su
apariencia tardomedieval, de la que quedan algunos testimonios en sus
artesonados del siglo XIV, en el más suntuoso palacio de Madrid en aquellos
momentos.
El
matrimonio de Juana fue parte de un acuerdo por el cual el príncipe Felipe se casaría con su prima María Manuela de Portugal y Juana con el hermano de ésta y
heredero al trono portugués, el príncipe Juan
Manuel. Sellaba así el Emperador la tan ansiada unión de las coronas,
buscada desde tiempos de sus abuelos los Reyes
Católicos, de fundir en una sola corona la Península Ibérica. La
felicidad le fue esquiva a Juana, las ausencias de sus seres queridos, por
motivos políticos, y la sombra de la muerte, estuvieron siempre sobrevolando su
vida.
Con
diecisiete años Juana se casó con su primo, de quince años y dueño de una salud
frágil que le pasó factura al no poder controlar el deseo adolescente por su
bellísima prima, que según cuentan le costó la vida, pues murió dos años
después sin llegar a conocer a su hijo, el príncipe Sebastián. El niño nació sólo unos
días después de morir su padre. Viuda con apenas diecinueve años, a los cuatro
meses de nacer su hijo, y dada la hostilidad hacia su persona que latía en la
corte lusa, Juana abandonó Lisboa envuelta en un velo negro, para ocultar su
dolor por la muerte de su marido y por tener que abandonar a su pequeño
Sebastián.
No
volvió a casarse, nunca más regresó a Portugal y no volvería a ver a su hijo.
Su hermano la reclamó en España como gobernadora del reino, durante los cuatro
años que él fue rey consorte de Inglaterra por su matrimonio con María Tudor. Gobernó
España con mano firme, desde julio de 1554 hasta mediados de 1559, y se hizo
cargo de su sobrino Carlos, con quien hubo intentos de casarla. Fueron los
últimos años de gobierno de Carlos I, y los primeros de su hermano Felipe II.
Cuando la historia resume el reinado de ambos, pasa de puntillas por las sabias
e inteligentes decisiones de Juana.
Con
el estado en bancarrota por los excesivos gastos que supusieron las continuas
guerras, Juana decidió declarar en 1557 una suspensión de pagos, el conocido
default, saneando las cuentas con una rigurosa política económica. Felipe II
tuvo que hacer frente a la impopularidad que le causó el default. Se calcula en
más de trescientas mil las
personas que tuvieron que emigrar a América, siendo castellanos y
extremeños los que más emigraron.
Fue
amiga y cómplice de su cuñada Isabel de Valois, y se ocupó de las dos hijas de
ésta, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, cuando falleció con tan sólo
veintitrés años en el parto de la segunda. Con tan sólo diecinueve años y
apoyada por Francisco de Borja, consiguió formar parte de la Orden de los
jesuitas, convirtiéndose en la
única mujer jesuita de la historia.
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