Real Basílica de Nuestra Señora de los Santos Inocentes, Mártires y Desamparados
El pasado 17 de octubre nos referíamos a la construcción e historia de esta Basílica, que fue construida, como pudimos ver, para albergar a la patrona de la ciudad de Valencia, la Virgen de los Desamparados. Hoy, por deseo expreso de nuestra amiga Maria Mercedes Soriano Puchol, vamos a conocer la decoración de este edificio emblemático de la ciudad.
En 1762 el maestro de obras José Herrero encarga al arquitecto Vicente Gascó Masot, la realización de la decoración interior de la Basílica, lo que se realiza entre los años 1763 y 1767, en el más puro estilo neoclásico.
En la cabecera de la Basílica nos encontramos con el Altar Mayor y en el la imagen de la Virgen de los Desamparados, realizada en 1775 por Juan Pedro Arnal, sobre un boceto que había diseñado en 1770 Vicente Gascó. A ambos lados del Altar Mayor podemos ver dos esculturas representando a Sant Vicent Mártir y Sant Vicent Ferrer patrones respectivamente de la ciudad de Valencia y de la Comunidad Valenciana; obras ambas de José Esteve Bonet realizadas en 1798 y 1797 respectivamente.
Sobre el nicho que contiene la imagen de la Virgen vemos un pequeño grupo escultórico obra de José Gil, compuesto por dos ángeles tenantes que sostienen el escudo de la Cofradía de la Virgen de los Desamparados.
El camarín de la Virgen, situado en el primer piso, de estilo neoclásico se comenzó en 1685, dándose por acabado en 1694. El proyecto fue obra de Vicente Gascó y la ejecución de Vicente Marzo, aunque en el siglo XVIII el arquitecto Juan Pedro Arnal realizó una reforma que afectó también al Altar Mayor. En las pechinas de la cúpula que lo cubre podemos ver una serie de ángeles Mayores entre nubes, y en cada una de estas pechinas una inscripción con las máximas de un sermón de San Bernardo.
La cúpula está dividida en dieciséis plementos, ocho decorados con vegetación dorada y los ocho restantes con ángeles portando símbolos marianos. Todos realizados en 1823 por Francisco Llácer. En el tambor ocho ventanales con vidrieras realizadas en 1929 por la Casa Maumejean, iluminan el interior.
Pero me vais a permitir que abandone el resto de la decoración interior para centrarme en el verdadero motivo de este post: la cúpula de la Basílica. La cúpula es, sin duda, lo más destacable desde el punto de vista arquitectónico. De planta ovalada con 18,75 metros de anchura, en realidad es una falsa bóveda de ladrillo construida con el único fin de albergar los frescos realizados por Antonio Palomino. Las obras realizadas en la actualidad en la cúpula, han servido para recuperar el color de los frescos y rehabilitar el nombre de este artista cordobés, pintor de cámara de Carlos III, que dejó una huella notable en Valencia, que podría ser mayor si los 1.200 metros cuadrados de bóveda pintados en la Iglesia de los Santos Juanes hubieran sobrevivido a los cuatro incendios que arrasaron el templo. Una vez terminados, realizó el diseño de la cúpula de San Nicolás, aunque dejo el trabajo en manos de su discípulo Dionís Vidal, ocupándose él de la bóveda de la Basílica de la Virgen.
La mecánica para los frescos imagino que será conocida por todos vosotros, pero por si alguno anda un poco despistadillo en el tema, os lo voy a recordar brevemente: Tras construir la fina bóveda interior de dos ladrillos de espesor que ocultó la linterna renacentista, se preparó la capa de enlucido, capa que se ha de dar la víspera de plasmar el dibujo, al tiempo que en el suelo Palomino plasmaba sus dibujos sobre papel. Estas hojas que tenían unos pequeños agujeros en los trazos del dibujo, se sobreponían sobre el mortero, aún fresco y se realizaba el estarcido: se soplaba polvo de hollín sobre el papel, de manera que quedaban unos puntos negros sobre el muro. Posteriormente el artista unía estos puntos para perfilar el dibujo sobre el que se ponían los colores. Colores realizados por pigmentos naturales.
La obra pictórica representa la bóveda celeste o la Gloria Celestial. Destacan en la base de los frescos, siete conjuntos simbólicos relativos a la Virgen María: cuatro letanías lauretanas, la Piedad, la Diligencia y un grupo central presidiendo el resto de las alegorías con la presencia del pelicano alimentando a sus crías con su propia sangre, considerado un símbolo eucarístico.
La virtud de la Piedad la representa una matrona con una cornucopia vuelta hacia abajo y mientras que vacía el cuerno de la abundancia, señala el corazón con la mano izquierda. En el óvalo monocromo, un grupo de hombres recoge a un enfermo depositándolo en una cama.
La salud de los enfermos está representada por una alegoría en forma de mujer que lleva en su mano izquierda un bastón con una serpiente, mientras en la derecha levanta una copa.. Sobre la cartela monocroma la imagen de un enfermo en cama, curado por la Virgen.
La siguiente alegoría es el Refugio de Pescadores, representada por un hombre con armadura, una espada en su mano derecha y un escudo con el ancla y el delfín en su mano izquierda. En el óvalo monocromo, la virgen ayuda a un hombre que está siendo asaltado.
La siguiente letanía es el Consuelo de los Afligidos, representada por una alegoría en forma de mujer que acoge a un niño que llora. En el óvalo monocromo la Virgen consuela a un hombre que ha perdido su casa en un incendio.
La cuarta letanía es el Auxilio de los Cristianos, un hombre con un casco y alas, en su mano derecha sostiene un nido de golondrinas y con la izquierda se apoya en un escudo que lleva como emblema un barco. En el correspondiente óvalo la Virgen en una gloria de nubes acude en auxilio de un barco en medio de una tempestad.
La virtud de la Diligencia está representada por una matrona que lleva un objeto en su mano derecha. En la cartelera monocroma, un ángel que señala a un grupo de hombres un pobre menesteroso.
Por encima de estas alegorías de la Virgen, en la parte central de la bóveda encontramos una miríada de personajes, algunos de ellos identificables por los atributos por los que son conocidos, otros no. Por encima del Altar Mayor la figura de la Santísima Trinidad con la esfera del Cosmos, con la presencia de Dios Padre, su Hijo y la paloma del Espíritu Santo. Junto a ellos la Virgen Maria y San Juan Bautista intercediendo por los hombres ante la Trinidad.
En el resto de la bóveda los bienaventurados celestiales, agrupados por conjuntos que guardan relación con algunas letanías lauretanas. En la letanía Reina de las Vírgenes encontramos a Santa Margarita, Santa Catalina de Siena, Santa Inés, Santa Rosa de Lima, Santa Rosalía de Palermo, Santa Bárbara, Santa Teresa de Jesús y Santa Catalina de Alejandría entre otras. Otro conjunto es el de los doce Apóstoles.
A continuación los personajes alusivos como Reina de los Mártires: San Esteban, San Jorge, San Lorenzo, San Bernardo de Alzira y sus hermanas María y Gracia, San Pedro de Verona, San Mauricio y Santa Úrsula entre otros.
La Reina de los Confesores con San Antonio Abad, San Pablo ermitaño y San Onofre como anacoretas y como fundadores de ordenes: San Juan de Mata y San Félix de Valois (trinitarios), San Francisco de Asís (franciscano), Santo Domingo de Guzmán (dominico), San Bruno (cartujo), San Pedro Nolasco (mercedario) o San Francisco de Paula (monjes mínimos) entre otros.
Siguen los patriarcas y profetas: Adán, Eva, Jeremías, Abraham, Noé, Jacob e Isaac entre otros. Doctores de la Iglesia: Santo Tomás de Aquino, San Gregorio Magno, San Agustín, San Buenaventura y San Ambrosio.
Como Reina de todos los santos encontramos aquí a los valencianos San Francisco de Borja, San Vicente Ferrer, Santa Isabel de Portugal, San Vicente Mártir, San Pascual Bailón, Santo Tomás de Villanueva, San Luis Beltrán y San Pedro Pascual.
Por detrás de San Juan Bautista, la santa parentela de la Virgen: San José, Santa Ana, San Joaquín, San Zacarías y Santa Isabel.
Por la intensidad de los trabajos realizados por Palomino, este se tomó un descanso en la Vall d'Uixó en 1703. En gratitud a los duques de Segorbe dejó su última obra en tierras valencianas: los frescos del ábside de la parroquia del Santo Ángel.
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