Jesús en el Tiberíades de Antonio Muñoz Degrain


Realizado en 1909. El un óleo sobre lienzo de 73 X 198 cm. 

    Personalísima interpretación de uno de los pasajes evangélicos que transcurren a orillas del lago Tiberíades, citado en la Biblia repetidamente como mar de Galilea o con el nombre de Genezareth. 

    La fantasía evocadora del artista descuida intencionadamente cualquier ortodoxia iconográfica para mostrarnos una de sus pinturas más sorprendentes y novedosas en este género, tanto en su composición como en su lenguaje plástico y tratamiento estético. En efecto, el formato apaisado del lienzo, que proporciona una visión panorámica de la escena casi cinematográfica, en la que cobran un protagonismo fundamental el propio lago, el celaje crepuscular y su reflejo en el agua y el resto de los elementos de paisaje, junto al abocetamiento de la muchedumbre, de apariencia casi fantasmagórica y el tratamiento de la propia figura de Jesús, de silueta fusiforme, así como la interpretación de la luz del sol o de las hogueras que se vislumbran a las orillas del lago, muestran la preeminencia absoluta de los valores puramente pictóricos en la obra de este maestro y su incursión en los primeros años del siglo en planteamientos plásticos simbolistas. 

    Así, Muñoz Degrain muestra su particular interpretación de la espiritualidad del hecho religioso, que llega a supeditar el protagonismo de los personajes a los bellísimos paisajes de la narración evangélica, aspecto del que quizá sea máximo representante su espléndido lienzo titulado Crepúsculo en Magdala conservado en el Museo de Bellas Artes de Valencia. 

    El cuadro fue presentado por Muñoz Degrain junto con los titulados El Jordán, Espigadoras de Jericó y El cabo Noval a la Exposición Nacional de 1910, mereciendo por este conjunto de obras la concesión de la Medalla de Honor del certamen. 



FUENTE: Museo de El Prado

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