Leopoldo García Ramón


    Nació en Valencia el 11 de septiembre de 1876. Su padre era pintor mural. Desde su adolescencia, comenzó a trabajar con los pintores decorativos, llegando a formar parte de la Sociedad de Pintores Murales, fundada hacia las décadas de 1870-80. Esta actividad artística, hizo del joven Leopoldo un aprendiz aventajado. La calidad de sus dibujos y de sus primeras obras de pincel sería el punto de inflexión que marcaría su futuro artístico y la causa por la que algunos artistas le animaron a inscribirse como alumno en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia

    En el año 1900 Leopoldo García Ramón se marcha a París, fijando allí su residencia durante largos años. A finales de 1913 el pintor retorna a Valencia en uno de sus viajes periódicos. Es a partir de ese momento cuando encontramos las primeras noticias documentadas de las estancias veraniegas en Jávea. 

    Las siguientes noticias sobre su regreso a Valencia aparecen en la prensa valenciana en 1914, con ocasión de su participación en la Exposición de Pintura, Escultura y Arte Decorativo, organizada por el Círculo de Bellas Artes de Valencia y celebrada en diciembre de ese año. 


    En febrero de 1928, celebra una gran exposición individual en el Ateneo Mercantil de Valencia. Durante la primera mitad de los años treinta la vida de Leopoldo García Ramón se desarrolla principalmente entre París, Barcelona y Valencia. En julio de 1951 se celebró en Valencia, en el antiguo recinto de la Feria Muestrario, la Primera Exposición Bienal de Arte del Reino de Valencia, un certamen organizado por el Instituto Iberoamericano para mostrar el panorama artístico regional. El catálogo de la muestra le presenta domiciliado en la calle Quart, número 63, su estudio de la calle Quart era visitado por artistas e intelectuales, allí celebraban tertulias. 

    En sus últimos años García Ramón dejó de pintar, limitándose a retocar de vez en cuando alguno de sus cuadros: la edad, la falta de energías y la pérdida de la ilusión por la pintura le habían sumido en una cierta apatía al enfrentarse con los pinceles. Alejado de la vida artística valenciana, de la que seguramente ya no se sentiría parte, se encerraba en su estudio para descansar y observar algunas de sus obras realizadas en plena juventud.


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