El Salto de la Novia en Navajas

 


Cuenta la leyenda: “Hace muchos años, cuando dos novios iban a contraer matrimonio tenían que someterse a una curiosa ceremonia, mediante la cual demostraban ante todos que se querían de verdad. Días antes de celebrarse el matrimonio, debían ir a ese jugar donde se estrecha el río y allí, ante la mirada expectante de todos, la novia debía cruzar de un salto a la orilla opuesta. Si lo conseguía era símbolo de felicidad para el futuro matrimonio y demostraba con ello que quería fielmente a su novio, pero si no lograba el salto se consideraba irrealizable el matrimonio por creer que éste sería desgraciado y convencidos de ello los novios rompían su compromiso.

Durante muchos años, muchas novias, verdaderamente enamoradas, debieron sufrir, con terror, el temor de errar el salto o no tener el necesario valor para intentarlo, pero un día, lejano ya, dos novios cuyos nombres ha borrado el tiempo, terminaron trágicamente con esta costumbre.

Habían bajado hasta el lugar, radiantes de alegría, para demostrar ante todos que se querían. La gente, como era costumbre, esperaba el salto llenos de impaciencia. La novia se dispuso a saltar, tomó impulso perdió pie y cayó al río, viéndose envuelta en un potente remolino que la llevaba a una muerte segura; al ver esto, el novio se arrojó al río para intentar salvar a su amada, pero por más esfuerzos que hizo en su intento, al poco tiempo, se vio envuelto en dicho remolino. Instantes después desaparecían los dos tragados por las aguas. Horas más tarde los cadáveres flotaban estrechamente unidos.



En las noches de luna llena, el murmullo del río parece entonar un canto dulce y triste en el que se lamenta de haber dado muerte a aquellos dos seres que tanto se quisieron”.

 


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