Castillo de Caracena


En una sentencia de 1136 dictada por el cardenal Guido de Bolonia, sobre el pleito entablado entre las diócesis de Osma y Sigüenza por la pertenencia de las tierras de Caracena (Soria), ya se hace mención de la existencia de un castillo en esa localidad. Este primitivo castillo estuvo activo en el siglo XV durante los enfrentamientos mantenidos entre los Reyes Católicos y el señor de la villa, Juan de Tovar. En nombre de aquellos, su leal don Pedro de Acuña, conde de Buendía, rindió la fortaleza y la confiscó. Su propietario y señor de Caracena, Francisco de Tovar, se vio obligado a demolerla. 

En 1491, Alfonso Carrillo de Acuña, sobrino del arzobispo de Toledo, obtiene el señorío de Caracena y procede a la reedificación del castillo siguiendo las pautas constructivas de una época en la que se había generalizado el uso de la artillería, por lo que habían sido concebidas tanto para la mejor defensa frente a las armas de fuego como para su más eficaz empleo desde el interior. A ello responden las troneras que salpican los muros castelares. 

La ordenación en planta deja ver un recinto interior en forma de cuadrilátero trapezoidal jalonado por cinco cubos, en uno de cuyos vértices se alza la robusta Torre del Homenaje de forma prismática rectangular, mientras que en el opuesto se abre la puerta que lo comunica con el segundo recinto dispuesto a modo de corredor perimetral. Queda encerrado éste por una segunda muralla paralela a la primera dotada de diez cubos, dos de los cuales flanquean la entrada no enfrentada a la interior para dificultar el acceso en caso de asedio. 


El castillo se encuentra situado en un alto de unos 1150 m, a un kilómetro de la población en dirección sur, entre los dos cortados que forman el Barranco de los Pilones y el de las Gargantas, que desembocan en el río Caracena. 

Construido en mampostería, se aprecian claramente los restos de la construcción original, una muralla que recorre el alto entre los barrancos y que sirve a su vez de base para la posterior torre del homenaje y el muro norte del recinto interior, ambos del S. XV. Cuenta con un doble recinto con foso artificial y un acceso en zigzag muy protegido. El recinto interior es de planta rectangular con la torre del homenaje en la esquina sureste. El exterior sigue el contorno del interior, con diez cubos huecos con aditamentos artilleros. Es posible aún apreciar los restos de salas abovedadas, aljibes y garitones volados. 


La descripción que nos ofrece Madoz entre 1845 y 1850, dice que había “…un castillo a la parte Sur de la población, bien construido, en una extensión de 330 pies cuadrados, en cuyo recinto hay 2 plazas de armas, una al Oeste cercada de un rondín de 18 pies de espesor, y otra en el centro; conservándose además 6 cuadras, con 3 ventanas ovaladas cada una; 1 almacén de piedra sillar perfectamente embovedado; los restos de 1 molino de viento, y por gran parte de la circunferencia un ancho foso, á cuya espalda aparece una espaciosa muralla, circunvalando también la población, que pudo contener en lo antiguo hasta 6,000 vecinos; no habiendo quedado de su esplendor mas restos que los expresados, y las 2 iglesias parroquiales: la Asunción y San Pedro…” 



FUENTE: Castillos del Olvido

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