La rendición de Bailén

Pintado en 1864, es un óleo sobre lienzo, de 338 X 500 cm.


El autor llegó con este lienzo, pintado en París, a su personal descubrimiento de la pintura de Velázquez y a la conquista de un nuevo realismo para la pintura española de género histórico. Casado se acerca, en este caso, hacia un pasaje muy cercano a la propia contemporaneidad del artista, al evocar uno de los momentos cruciales de la entonces cercana guerra de la Independencia; episodio especialmente sensible todavía para la sociedad de su tiempo, y que gozaría a partir de entonces de un destacado protagonismo entre los monumentales lienzos de historia.

El cuadro representa la capitulación del ejército francés ante las tropas españolas tras la primera gran derrota sufrida por el invasor en las cercanías de Bailén, el 19 de julio de 1808. Concretamente, la escena inmortaliza la entrevista que celebraron pocos días después Francisco Javier Castaños, capitán general de Andalucía y jefe de las tropas españolas, y el general Pierre-Antoine Dupont de l`Étang, comandante en jefe del Cuerpo de Observación de la Gironda y uno de los más grandes estrategas de Napoleón, con el propósito de fijar las condiciones de la rendición. Castaños, al frente del ejército español, saluda respetuoso y con gesto afable al francés, quitándose el bicornio mientras se inclina en cortés reverencia. Por su parte, Dupont, con actitud seria y orgullosa, responde a este ademán abriendo sus brazos en señal de completa rendición, declarándose prisionero tras entregar su espada -hasta entonces invicta- al general español.

A pesar de la apariencia de veracidad que Casado infunde a la escena, la rendición de Bailén no tuvo lugar en el mismo campo de batalla ni ante los cuatro jefes de las divisiones españolas: Reding, Coupigny, Jones y Lapeña, sino que fue firmada en una casa de postas de Andújar el 22 de julio, sin que estuvieran presentes los dos primeros generales españoles ni el francés Gobert, que había muerto pocos días antes en los enfrentamientos de Mengíbar. A la hora de componer la escena, José Casado del Alisal quiso rendir un claro homenaje a La rendición de Breda de Velázquez distribuyendo de forma muy semejante los grupos de los dos ejércitos, tras los que también se despliega una visión panorámica del escenario del combate, haciendo asimismo hincapié en el comportamiento respetuoso del representante español ante el enemigo vencido. Los mástiles de los banderines y enseñas que enarbolan las caballerías de ambos bandos acaban de subrayar el recuerdo del lienzo velazqueño, concentrando igualmente en su centro despejado a los dos grandes protagonistas de la rendición, como núcleo geométrico de una distribución en aspa de las masas de soldados y cabalgaduras.

Casado aportó con este cuadro una extraordinaria novedad en el panorama artístico español de su época gracias a la soberbia interpretación realista de su técnica, que hunde sus raíces en la más genuina tradición de la pintura de historia francesa, que el artista había estudiado y asimilado en profundidad durante su estancia en París.

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