Tras una derrota llega una victoria


Tras el fracaso en el combate del cabo Santa Maria, las críticas se dispararon sobre don Antonio Barceló, jefe de las fuerzas de bloqueo. Sin embargo, su bloqueo había sido tan eficaz, como para hacer imprescindible la expedición de Rodney.
De Francia llegó la propuesta de emprender otra expedición conjunta al Canal de la Mancha, pero en Madrid estaban molestos, tras el resultado de la anterior y el comportamiento de la escuadra de Brest. Por lo que se respondió que era mejor operar por separado.
Se decidió situar el grueso de las fuerzas navales españolas, bloqueando Gibraltar, al mando de Córdova. Al tiempo que el cuerpo de San Roque, abría trincheras y emplazaba su artillería, en el istmo frente a la plaza, mientras se estudiaba un plan de ataque, para conquistar el peñón.
Sobre Barceló recayó, además del bloqueo, la misión de hostigar a los defensores del peñón. Uno de los medios empleados, consistió  en la utilización de brulotes con los que incendiar las embarcaciones inglesas surtas en el puerto. El capitán de fragata don Francisco Javier Muñoz, fue el encargado de dicha misión. Pronto dispuso de seis, ahora habia que esperar el momento en que soplara viento del Oeste, cosa que ocurrió el 7 de junio. Pero, de repente, paró el viento y los brulotes se inmovilizaron frente al fondeadero. Las dotaciones, los prendieron fuego y se retiraron en los botes.
El fracaso hizo que aumentaran las críticas entre Ejército y Armada, y los ataques contra Barceló. Pero este tenia un as en la manga: había ideado unas nuevas embarcaciones,  las lanchas cañoneras, que unos grandes botes a remos, con aparejo auxiliar, armados con un pesado cañón de a 24 libras, los primeros tenían 56 pies de quilla, 18 de manga, 6 de puntal, y armaban 14 remos por banda. La novedad, aparte del cañón de a 24, es que se les dotó de blindaje, que ocupaba toda la obra muerta y hasta un tanto por debajo de la línea de flotación.  Blindaje que se inclinaba en arista desde las bordas y formaba un reducto a proa para proteger el cañón. Con esta inclinación los proyectiles enemigos no incidían perpendicularmente.
Ante el rotundo éxito de las primeras cañoneras, Barceló pidió a Carlos III, su construcción masiva. Pero su construcción no llevaba el ritmo necesario. A pesar de lo cual, el bloqueo estaba resultando tremendamente eficaz.
Córdova tuvo un espectacular éxito. En verano habia zarpado de Porstmouth un convoy. de unos 55 buques con destino, unos a las Indias Occidentales y otros a las Indias Orientales. Hasta Galicia fue escoltado por las escuadra del Canal, pero a partir de ahí,  por orden de Sándwich, lord del Almirantazgo, la escolta quedo reducida al Ramillies de 74 cañones y dos fragatas al mando de John Montray.

Los servicios de inteligencia españoles los descubrieron, y el conde de Floridablanca ordenó a don Luis de Córdova que partiera a interceptarlos con 27 navíos y varias fragatas,  apoyados por otros nueve navíos franceses, mandados por el almirante Benusset.
En la madrugada del 9 de agosto, una fragata de exploración, avistó a 60 leguas del cabo de San Vicente un gran número de velas. En el Santísima Trinidad cundió la duda, pero don José de Mazarredo, observo que si el convoy fuera protegido por una gran escuadra, no iría tan alejado de la costa.
Córdova dio la señal de caza. Ante la avalancha, el jefe de la escolta británica, decidió que lo mejor era huir, lográndolo los tres buques de escolta y dos o tres mercantes, mientras el resto era apresado por españoles y franceses. El botín fue espectacular, estimando los británicos,  que el valor de las mercancías rondaría los 1,6 millones de libras de la época.
Santa Balbina
El público pidió responsabilidades,  tanto por la pérdida, como por el hecho de que la escolta no hubiese intentado defender el convoy. Montray fue sometido a consejo de guerra y apartado del servicio. Mientras en España, la noticia fue recibida con júbilo. Algunos de los buques apresados pasaron a formar parte de la Real Armada: el Helbrecht de 30 cañones, pasó a ser el Santa Balbina, de 34; el Royal George de 28, pasó a ser el Real Jorge de 40; el Monstraut de 28, la Santa Bibiana de 34; y el Geoffrey de 28, la Santa Paula de 34.
Las potencias europeas, agrupadas en la "Liga del Norte", declararon su "neutralidad armada", e incluso Holanda, hasta entonces aliado, llego a declarar la guerra a Inglaterra. Gran Bretaña inició entonces, unas negociaciones secretas con España, que concretadas  en junio de 1780, suponían el cambio de Gibraltar por la isla de Puerto Rico, una base en Orán y la ayuda española contra los rebeldes americanos, al enterarse Carlos III, ordenó cesar los contactos.

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