Abadía Benedictina de la Santa Cruz del Valle de los Caidos


No dudéis. Nunca hubiera querido escribir este capítulo, último, pero corresponde a uno de los Reales Sitios que conforman el Patrimonio Nacional, e con el mismo derecho que cualquiera de los Palacios Reales, o de los Monasterios de Las Huelgas o La Encarnación, o mismamente con la externamente humilde Ermita de San Antonio de Padua o La Florida. No hubiera sido justo con mi deseo de acercar con pequeños retazos, partes de la Historia Nuestra, tanto de edificios como de personajes o circunstancias.

Decía en su Blog Historiae, un compañero, algo que refleja perfectamente mi intención: "El blog que quiero recomendaros hoy es Cosas de Historia y Arte, el cual, como ya anuncia el título, está dedicado a publicar contenidos relacionados con la Historia, el Arte o la Historia del Arte. (...) Si ya es bastante difícil encontrar un blog que publique prácticamente todos los días, imaginaos lo complicado que es hallar uno que hasta publica varios posts cada día. Estas publicaciones sirven muy bien para todo tipo de estudiantes adolescentes, que necesitan esos conocimientos para poder llevar a cabo correctamente sus tareas y exámenes". (...)

Sin ningún sentimiento político, ni religioso. Sin pretender reivindicar nada paso directamente al tema de esta Abadía Benedictina que acompaña a la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Sois muy dueños de pensar, opinar y reivindicar todo aquello que queráis, pero no esperéis de mi, ningún comentario que no sea estrictamente referido al monumento, como tal.

Los Juanelos

Poco antes de llegar al pueblo de Guadarrama, siguiendo por la carretera que nos conduce a El Escorial, nos encontraremos ante la puerta de entrada. El monumento está situado en la sierra de Guadarrama, en un paraje conocido como Cuelgamuros, perteneciente al municipio de El Escorial, en Madrid.

Promulgada su construcción por Decreto de 1º de abril de 1940, se confía la dirección y realización de diseños a Pedro Muguruza Otaño. Se compone de una abadía benedictina, una hospedería y una Basílica con una gran cruz. 

Rápidamente se da comienzo la apertura, en el interior de la montaña del hueco destinado a Cripta. La complejidad de los trabajos requiere una dedicación que Muguruza, no puede prestar, a partir de 1948, por enfermedad, por lo que el año 1950 asume la dirección Diego Méndez González.

El punto neurálgico era, sin duda, la construcción de la Basílica por cuanto suponía perforar el Risco de la Nava y dar albergue en él a un templo gigantesco. En noviembre de 1950 se terminan las obras de la actual Residencia y se aprueba el proyecto la Cruz, cuya construcción se inicia en 1951. En 1952 se proyecta la explanada y se aprueba la ampliación del hueco de la Cripta, pues buscando la grandiosidad fue preciso aumentar el túnel, hasta ahora de 11 por 11 metros, y llegar hasta los 22 metros de altura actuales. Continuando los trabajos en 1953 y 1954, en que se proyectó la terminación del crucero. En 1955 se inicia el revestimiento de cantería de las paredes y bóveda de la Cripta, galerías y sacristía. Durante el año 1956 se realizan, el coro, altares y pavimentación de la Cripta. Llegamos a 1957, en que se proyectó el pórtico posterior y el gran claustro, el Monasterio y el Noviciado, concluyendo las obras en 1958.


Nos habíamos quedado en la entrada del recinto. A pocos metros, a derecha e izquierda de la carretera, están emplazados cuatro fustes monolíticos conocidos con el nombre de LOS JUANELOS. Proceden de las canteras de Fonseca y Nambroca, y fueron labrados en el siglo XVI para ser utilizados por el célebre Juanelo Turriano. Su disposición les da caracter de centinelas del Valle.

Un airoso viaducto nos lleva a la ESCALINATA, de 100 metros de anchura, en dos tramos de 10 peldaños, simbolizando los Diez Mandamientos; que asciende a la explanada. Ésta asentada en roca viva, tiene 30.600 metros cuadrados. Su pavimento forma una cruz en planta. Un pretil enmarca esta parte central de la explanada, separándolas de otras dos laterales.

Una nueva ESCALINATA de quince pasos, de 63 metros de anchura, conduce a la puerta de la Cripta, flanqueada por dos alas de arquería de estilo clásico.

En lo externo y monumental del conjunto constructivo del Valle, la CRUZ es lo decisivo y esencial. Consta de tres partes: un basamento sólido y firme, que llega hasta los 25 metros, y al que están adosadas las figuras de los cuatro Evangelistas; sobre éste otro más pequeño que alcanza los 42 metros, y que sirve de arranque al fuste, y en cuyos ángulos se han colocado las imágenes de las cuatro Virtudes Cardinales; y por último la Cruz propiamente dicha, que alcanza los 150 metros sobre el nivel de la base y 300, si se parte desde la explanada de entrada a la Cripta.

Su delineación se obtiene por la penetración de prismas rectangulares, que forman una cruz griega. La construcción se hizo desde dentro, como si fuera una chimenea, obteniéndose los materiales mediante la perforación longitudinal del Risco de la Nava, desde su parte posterior, hasta unirse con la vertical de la base de la Cruz. La instalación de montacargas, permitió elevar las enormes piedras, evitando los daños que se podía haber producido al monte. Todo fue avanzando con arreglo a lo previsto, sin ningún contratiempo. Contratiempos que se presentaron al pasar de la línea vertical a la horizontal de unos brazos de 46 metros de longitud, en cuyos pasillos interiores se pueden cruzar dos turismos.

Diego Méndez, pensó representar a los doce Apóstoles, quedando reducido el proyecto a los cuatro EVANGELISTAS en la base y las cuatro VIRTUDES CARDINALES en la zona comprendida entre la base y el fuste. Era el paso obligado desde la cresta del Risco de la Nava al fuste. Es aquí donde Juan Avalos va a desarrollar con su cincel todo el vigor necesario que la grandiosidad del Valle demanda. La figura de San Juan, inclinada hacia adelante, cortando el aire: la de San Lucas a horcajadas sobre la cabeza del toro; la de San Marcos en violenta torsión con el león; y la de San Mateo leyendo en un libro descomunalmente grande. Cada uno de los Evangelistas tiene 18 metros de altura, la totalidad de los grupos escultóricos suponen 20.000 toneladas, que unidas a las 181.740 de la cruz, hacen 201.740 toneladas.


La PORTADA, con una puerta de bronce, obra de Fernando Cruz Solis, que mide 10,40 por 5,80 metros, nos muestra los quince misterios del Rosario en sus relieves acuartelados. Por el zócalo inferior corre una leyenda con dichos de los Apóstoles. Sobre la cornisa de la Portada, coronándola nos encontramos con LA PIEDAD, obra de Juan de Avalos. El Cristo Yacente, ligeramente incorporado y sostenido por su Santa Madre, goza de un singular patetismo. El grupo hecho en piedra negra de Calatorao, mide 12 metros de longitud y 5 de altura.


Llegamos así a la CRIPTA. En la construcción al exterior de grandes naves abovedadas, la dificultad estriba en sostener la cubierta, compaginando su peso con el espesor de los muros, pero en la Cripta del Valle, al estar escavado en el risco, la presión no solo es de arriba a abajo, sino tambien en sentido lateral, a ambos lados. Tiene una longitud de 262 metros, mientras que su altura máxima, en el crucero es de 41 metros.


El vestíbulo, el atrio y el espacio intermedio, tienen 11 metros de anchura y 11 de altura en sus bóvedas, aumentándose a 22 metros de altura en la gran nave. La decoración del Vestíbulo la forman cuatro anchos pilares, unidos con arcos fajones de medio punto y bóvedas con lunetos correspondientes a los arcos laterales. En el Atrio, la decoración es más rica, a base de pilastras en talud con bóveda y arcos fajones de medio punto. En el Espacio Intermedio, cubierto por bóveda de arista, se alojan en dos grandes nichos, dos arcángeles gigantescos, obra de Carlos Ferreira, en actitud vigilante y de meditación. Tienen las alas levantadas y sus brazos, echados hacia adelante, se apoyan en la empuñadura de la espada, hincada en los plintos.


Al descender nuevamente, diez escalones, número canónico en la simbología del Monumento, nos situamos ante la REJA, es la entrada a la gran nave de la Cripta, forjada por José Espinós Alonso. Forman La Reja tres cuerpos, separados por cuatro machones, dos adosados a los muros y dos que hacen de jambas para el juego de la puerta central. En los cuatro machones parecen adosadas las figuras de Santos Mártires y de Santos Héroes. Una crestería formada por ángeles, en los extremos, e insignias de héroes y mártires en los centrales, acompañan a la figura de Santiago, que aparece en el centro. Los espacios entre los machones los cubren siete barrotes en cada lateral y dieciocho en las hojas de la puerta.

La GRAN NAVE, dividida en cuatro tramos por arcos fajones, cruzados en la bóveda para formar casetones que muestran la roca viva. A derecha e izquierda, seis pequeñas capillas con grandes relieves de alabastro. A la derecha, la Inmaculada, y las Vírgenes del Carmen y Loreto, patronas de los ejércitos de Tierra, Mar y Aire, esculpidas las dos primeras por Carlos Ferreira y Ramón Mateu la tercera. A la izquierda, la Virgen de Africa, de la Merced, patrona de los cautivos, y del Pilar, realizadas por Ferreira, Lapayese y Mateu, respectivamente.

La decoración de las capillas es muy sobria: frontales de altares con temas marianos y trípticos pintados en cuero, se compaginan con estatuas de Apóstoles. Las pinturas y esculturas son obra de Lapayese padre e hijo.

Los espacios murales de la Gran Nave, están decorados con ocho magníficos tapices de la serie de Apocalipsis de San Juan, una admirable tapicería de oro, plata, seda y lana de fecha no posterior a 1540. Tejida por Guillermo Pannemaker en Bruselas y adquiridas por Felipe II en 1553. Se desconoce quién fue el autor de los cartones, aunque se supone son obra de Bernardo Van Orley. Cada tapiz mide 8,70 X 5,30 metros. Sus temas son:

- Paño I: Comienzo de las revelaciones a San Juan en Patmos, hechas por los siete ángeles, representantes de las siete iglesias de Asia.

- Paño II: Comienzo del Juicio Final.

- Paño III: Destrucción de la Humanidad por las plagas y Adoración del Cordero.

- Paño IV: Historia de Henoch y Elías.

- Paño V: Combate entre ángeles y demonios que pretenden atacar a la mujer vestida de Sol.

- Paño VI: Triunfo del Evangelio.

- Paño VII: Las bodas del Cordero.

- Paño VIII: Triunfo de la Iglesia sobre el demonio encadenado en el Paraíso.

Desde la Gran Nave se asciende al CRUCERO por una escalera de diez pasos. Contrafuertes coronados por esculturas representativas de las fuerzas de los Ejércitos de Tierra, Mar, Aire y Milicias, dividen y decoran el tramo. Las figuras son obra de Antonio Martín y de Juan Antonio Sanguino. Destacaremos la labra tosca de los ropajes, en contraste con el pulimento de caras y brazos.

La parte central del Crucero es rígidamente clásica en los lienzos murales, quebrándose en los cuatro arcos torales, que sostienen el casquete de la Cúpula, formados pos dovelas almohadilladas que se abocinan.

En la cabecera, el CORO, de planta semicircular y en tres niveles, compuesto por 70 sitiales. En los laterales se abren dos capillas techadas de mosaico. La de la derecha es la correspondiente a la última estación del Via Crucis que recorre el Valle y circunda el Monumento. En el altar, una estatua de Cristo yacente, labrada en alabastro y a sus lados la Virgen y San Juan. Son obra de Lapayese.

En el centro mismo del Crucero y en verticalidad con la Cruz, está el ALTAR MAYOR, un gigantesco monolito de granito pulimentado. En el frontal anterior, un bajorrelieve del Santo Entierro, en chapa dorada, diseñado por Diego Méndez y ejecutado por Espinós. En el frontal posterior la Santa Cena. Como único adorno del Altar, un monumental Cristo en la Cruz, obra de Julio Beovide, discípulo de Ignacio Zuloaga, a quien se debe la policromía de la talla. Conservada la talla en el Palacio de El Pardo hasta su instalación en este Altar, la escultura nos ofrece un Cristo mayestático de tres clavos, sin retorcimientos ni exageradas muestras de dolor, serenidad en el rostro.

Pieza fundamental de la CÚPULA, es el mosaico. El arte musivario, heredado de Roma, se ofrece por primera vez en una cúpula, en el Valle de los Caídos. La orgía de color, como consecuencia de la pureza de las teselas que forman el mosaico, contrastan con la severidad de la piedra que cubre los lienzos del crucero.

La representación, Cristo sedante rodeado de ángeles, centra una serie de agrupaciones de santos, héroes y mártires, doctores, papas, prelados y campesinos que caminan hacia la gloria de Dios. La imagen de la Virgen es, a su vez, centro de procesiones que se dirigen al Señor. La obra se debe a Santiago Padrós y la acertada disposición de los grupos, da sensación de mayor capacidad y elevación de la bóveda.

Al lado opuesto del Monumento, hay un conjunto de edificaciones: Claustro, Pórtico Posterior, Monasterio y Noviciado, Hospedería y Centro de Estudios. Es un rectángulo de 300 metros de longitud y 150 de anchura, acotado por una galería de pilares con arcos de medio punto, estan todas las edificaciones citadas, en piedra granítica y techumbre de pizarra.



En su construcción participaron prisioneros de guerra republicanos y presos políticos, estos presos, que se acogían a la posibilidad de redimir pena por trabajo, eran empleados por los contratistas de la obra, que pagaban al Estado un tercio menos que a un trabajador libre, y una mínima parte de ese dinero iba a una cartilla a nombre del preso. Los trabajos, que fueron durísimos según los testimonios de los presos, se dividieron en tres grupos: un primer destacamento se encargó de construir los seis kilómetros de carretera de acceso, que adoquinaron a mano; el segundo se encargó de horadar la roca con dinamita y el tercero construyó el monasterio y la abadía actuales.

Aquí se hayan enterrados José Antonio Primo de Rivera y el general Francisco Franco Bahamonde. Pero sobre todo quiero recordar a las 33.847 personas que, fallecidas la mayoría durante la Guerra Civil, fueron enterradas aquí rindiendo así, en la mayoría de los casos sin su deseo o el de sus familiares, tributo a la ambición de poder y a la locura de quienes consideraron necesario hacer este monumento para acallar sus conciencias. ¡DESCANSEN EN PAZ!


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