La Resurrección de Cristo


Realizada entre 1597 y 1600. Óleo sobre lienzo de 275 X 127 cm. 

Pintada para el retablo mayor del Colegio de la Encarnación (Madrid), un seminario agustino más conocido por el nombre de su fundadora, doña María de Córdoba y Aragón. La Anunciación se encontraba en la parte central del piso inferior del retablo, flanqueada por la Adoración de los Pastores (actualmente en Bucarest) y el Bautismo, mientras que en el centro del piso superior se situaba la Crucifixión, y flanqueándola, esta Resurrección y el Pentecostés. En la Resurrección Jesús se eleva glorioso y sereno sobre un grupo de soldados que observan entre asombrados y temerosos la prodigiosa aparición. En el Evangelio de san Mateo se describe someramente la escena: los soldados vigilaban el sepulcro donde había sido enterrado Jesús. Tras la aparición de un ángel que hizo rodar la piedra que cerraba la tumba, tan gran espanto tuvieron los guardias que sobresaltados quedaron como muertos (28, 4). La pintura presenta un amplio elenco de gestos que evidencian las distintas reacciones del grupo ante lo ocurrido. En opinión de Rudolf Wittkower, esta gestualidad quedó codificada en la pintura del Greco para manifestar los distintos grados de conocimiento de lo divino. Dios es percibido como una potente luz que primero deslumbra, luego asombra y finalmente se asume como acontecimiento dichoso que se recibe de forma entusiasta. El Greco resolvió de manera especialmente brillante el pie forzado que este formato estrecho y alargado representaba, tanto por la inclusión de las figuras como por la necesidad de crear dos planos espaciales. Encastró a los guardianes del sepulcro en un caótico apiñamiento y anuló deliberadamente las referencias espaciales convencionales. Todo el conjunto del retablo madrileño participa de una original ruptura naturalista. La sensación de profundidad se asegura por la ubicación misma de las figuras, auténticos hitos espaciales que a su vez rompen continuamente la lógica de los planos. La tela se convierte así en un prodigio de fuerza expresiva que, como ha señalado recientemente Victor Stoichita, emana una enorme energía basada en la retórica del exceso, tanto en la proyección del espacio, como de la iluminación o de representación de las formas humanas. 


FUENTES: Museo de El Prado 

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