Castrillo de Villavega


Los restos de este castillo se encuentran sobre un montículo arenoso situado encima de un talud que domina el río Valdavia. Está formado por una torre protegida por una barrera circular. Su origen probablemente corresponda a las primeras épocas de la repoblación, en el siglo X, como fortaleza avanzada con funciones de vigilancia para prevenir los posibles ataques musulmanes. 

La torre es de planta rectangular, mide 6,30 X 6,70 metros. Conserva parte del lienzo Sudoeste, el Noroeste completo, mientras que del Nordeste falta una esquina, y el Sureste prácticamente ha desaparecido quedando únicamente la esquina Sur del mismo. Está construida con muros de cal y canto rodado de 1,30 metros de espesor, sin que se conserven vestigios de su revestimiento de mampostería, utilizado en 1832 para la construcción de la torre parroquial. En la parte Sur del montículo se encuentran parte de una fuerte barrera de hormigón macizo, con 2 metros de espesor y varios de altura, que seguramente rodeaba la base del montículo excepto por el Este donde el propio talud y el río servían de barrera natural. 

Según una descripción existente a finales del siglo XIII la fortaleza tenía buen aposento para el alcaide, estando cercada por cavas y barbacanas, contando con puentes levadizos. Dos siglos más tarde ya se encontraba muy deteriorada. En 1594 se nombra alcaide de la misma a Jaques Gómez de la Vega, vecino de Saldaña. En 1797 Gaspar Melchor de Jovellanos describe la fortaleza como "alta torre de piedra; todo lo demás de tapial debajo, amasado con masa; algo de adobes". A mediados del siglo XIX se encontraba en estado ruinoso. 

Alfonso VIII en 1176 dona la villa a Pedro de Aries, prior de la Orden de San Juan de Jerusalén. A mediados del siglo XIII la esposa de Alfonso X el Sabio se la entrega a su hijo, el infante don Fernando, el cual muere joven pasando el señorío en 1279 a su sobrino don Luis, hijo de su hermano del mismo nombre. Con la muerte de éste pasa a su madre doña Juana de Manzanedo quien intercambia con María de Molina la villa por la de Astudillo. En 1305 Juana de Manzanedo la dona a su sobrina doña Mencía Manzanedo, casada con Arias González, señor de Cisneros. En 1352 es lugar de solariego de su hijo mayor Juan Rodríguez de Cisneros, que dos años más tarde recibe del rey Pedro I la villa de Guardo. En esa época pagaban al rey por servicios y monedas, y el que tenía dos bueyes, pagaba además al señor por infurción 16 celemines de trigo, 5 cántaras de mosto, 5 maravedís de carne y una serna cada 15 días. 


Tras la muerte de sus hijos varones, pasa el señorío a su hija menor Mencía de Cisneros, viuda de García Lasso de la Vega, hijo de los anteriores señores de la villa de Guardo, fallecido en 1367. Su hija, Leonor de la Vega, fue una de las mujeres más poderosas del reino al tener los derechos familiares de los Vega, Cisneros, Manzanedo y Padilla, a los que unió el poder adquirido por sus matrimonios con don Juan Téllez y, posteriormente, con Diego Hurtado de Mendoza, Almirante Mayor de Castilla. La sucede su hijo Gonzalo Ruiz de la Vega casado doña Mencía Téllez de Toledo, dama de la reina. A su muerte en 1456, su enorme patrimonio se dispersa, haciéndose cargo de los señoríos de Castrillo y Guardo su hija mayor Leonor de Mendoza y de la Vega. Enfrentada por la herencia con su tío, el Marqués de Santillana, que creía tener derechos a la misma, ha de intervenir el rey Enrique IV para evitar la lucha familiar. Se casa con Diego de Sandoval, que firma un compromiso con el Marqués de Santillana con el fin de proteger los derechos de su única hija, doña Mencía de la Vega, que en 1514 hace testamento a favor de su sobrino Diego Hurtado de Mendoza, tercer Duque del Infantado. 

La localidad tenía en 1345 las iglesias de Santa Olalla y San Quirce, que pertenecían al Arciprestazgo de Abia. En el siglo XVI contaba con una población de 152 vecinos, que ascienden a 196 en 1752, para pasar en 1850 a 132, lo que equivalía a 687 almas. Este descenso se dió también en el número de casas que disminuyó de las 218 existentes en 1752, a las 145 de mediados del siglo XIX. 

La actual iglesia parroquial está dedicada a San Quirico, y conserva una portada románica, tal vez de una edificación anterior, ya que la construcción existente actualmente es de ladrillo y mampostería. En su interior destaca el retablo del altar mayor del siglo XVII. También en el casco urbano se pueden contemplar las ermitas de San Sebastián y del Santo Cristo. 



FUENTE: www.castillosdepalencia.es

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