Castillo de Castilnovo


Esta espléndida fortaleza está situada en la depresión del Valle del río San Juan, en el condado de Castilnovo, entre Villafranca y Valdesaz y muy próximo a Sepúlveda, rodeada de un bosque de encinas, álamos, chopos y sabinas. 

Su origen es incierto, aunque hay historiadores que se lo atribuyen a Abd-al Rahmân I, siglo VIII, y otros a Almanzor, siglo X, aunque no quedan restos de esas épocas. Los arcos apuntados del lado oeste del Patio de Armas datan de los siglos XII y XIII y posteriormente se fueron adosando sus seis torres, primero las de la Solana, la Puerta y la Vieja y, después las del Moro, Caracol y Álvaro de Luna. 

Alojó al rey don Fernando I de Aragón y su mujer la reina doña Leonor de Alburquerque. En el siglo XV el rey de Castilla Juan II otorga el castillo a su persona de confianza, don Álvaro de Luna, quién le transformó con estilo mudéjar, alternando mampostería y ladrillo. A la muerte de este último fue entregado a Juan Pacheco por Enrique IV. 

Fue adquirido junto con una gran extensión de tierras circundantes, por el rey Fernando el Católico, creando el señorío de Castilnovo, el cual cede a su hija natural doña Juana de Aragón en dote para su matrimonio con don Bernardino Fernández de Velasco, I duque de Frías. A la muerte de Felipe el Hermoso en 1506, la reina Juana I de Castilla se hospedó en el para estar en compañía de su media hermana. 


Doña Juana de Aragón muere en 1510, dejándolo a su marido, que tras su muerte en 1512, lo deja en herencia a su hija doña Juliana Ángela de Velasco y Aragón, quien casa con su primo hermano, don Pedro Fernández de Velasco, quien más tarde sucedería como III duque de Frías. 

En 1526, el emperador Carlos I encargó a al condestable don Íñigo (II duque de Frías) que custodiara al Delfín de Francia y al Duque de Orleans (futuro Enrique II) hijos del rey Francisco I de Francia, como rehenes tras el Tratado de Madrid. El condestable custodió a los príncipes en sus fortalezas de Villaba de los Alcores y de Ampudia. Pero tras su muerte en 1528, su hijo don Pedro, los trasladó a Castilnovo, y más tarde al castillo de Pedraza de la Sierra, ambos propiedad de su mujer doña Juliana Ángela. 

En 1557, Felipe II concedió el título de condesa de Castilnovo a doña Juliana Ángela de Velasco y Aragón, en recompensa por sus servicios prestados a la Corona y por la estima que su primo el emperador Carlos I, y su sobrino Felipe II le tenían. A su muerte en 1559, doña Juliana dejó el condado de Castilnovo, el castillo y sus tierras a su sobrina la condesa de Osorno, quien a su vez lo dejó a su hija doña Juana de Velasco, III condesa de Castilnovo. Al fallecimiento sin descendencia de la tercera condesa pasó a los condes de Lodosa y más tarde a los marqueses de Belveder. 


Para mediados del siglo XIX, el dueño del castillo era el príncipe alemán Hohenzollern, quien en 1859 lo vendió a José Galofré, secretario y pintor de Cámara de la reina Isabel II, quien lo restauró, ya que se encontraba en ruinas, realizando cambios en la fachada norte, haciendo cambios en las ventanas y construyendo el ala sur del Patio de Armas con estilo isabelino. De don José Galofré, pasó por herencia a los marqueses de Quintanar, grandes de España, quienes encargaron al arquitecto Cabello, quién retocó el patio con una arquería neoclásica y construyó en la fachada norte una plataforma para elevar el acceso, al tiempo que adosaba un ala de estilo "casa rural segoviana" en el siglo XX. 

En los años ochenta, los marqueses de Quintanar lo vendieron a la asociación hispano-mexicana, llamada Castilnovo S.A., que durante los 2000 amplió su espacio con un gran salón y una biblioteca española y mexicana. En el año 2016, el castillo salió a la venta por 15 millones de euros, siendo la propiedad más cara de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, contrastando con los 3.5 millones que se pedían por el Castillo de Butrón en el País Vasco. A la muerte del último propietario, el castillo fue removido de su estado de venta para pasar a ser ofrecido en alquiler.


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