Asedio a Cádiz y San Fernando


    El asedio de Cádiz y de San Fernando, tuvo comienzo el 5 de febrero de 1810, al llegar las tropas francesas a San Fernando, y tras ser rechazadas en la batalla de Portazgo, no pudieron tomar Cádiz, por lo que se estableció un cerco a ambas ciudades que duraría hasta el 24 de agosto de 1812.

    San Fernando era la sede del gobierno español, una ve que Madrid fuera ocupado el 23 de marzo de 1808, razón por la cuál fue atacada, junto a Cádiz, por un ejército de sesenta mil soldados franceses bajo el mando del mariscal Claude Victor, siendo uno de los más importantes sitios de la guerra. La defensa de la ciudad estuvo a cargo de dos mil soldados españoles, reforzados posteriormente por otros diez mil, así como por tropas británicas y portuguesas.

    El 5 de febrero los franceses pidieron la rendición de las dos plazas, que fue rechazada. Dando comienzo el 6 de febrero un asalto a puente Zuazo, conocida como la Batalla del Portazgo, que supuso una derrota para los franceses que ante la imposibilidad de tomar la plaza, deciden establecer un asedio a Cádiz. El terreno que rodea las fortificaciones gaditanas, terrenos de marismas, surcados por caños como el de Sancti Petri, les resultaron imposible de atravesar, dificultando las operaciones militares, además de sufrir la falta de suministros y, la carencia de municiones, sin contar el desgaste que la guerrilla española hacía en la retaguardia francesa, lo que dificultaba las comunicaciones con el resto de Andalucía.

    Para bombardear Cádiz desde la gran distancia que les separaba de sus posiciones, los sitiadores se sirvieron de una innovación tecnológica que recibió el nombre de su diseñador, Pierre-Laurent de Villantroys, un coronel de la Artillería francesa, sumamente reputado. La primera de estas piezas, conocidas por distintas denominaciones: obús, obús-cañón, obús-mortero, y mortero, fue fundida en la Real Fábrica de Artillería de Sevilla el 6 de noviembre de 1810. Tras las necesarias pruebas, el obús fue trasladado por el Guadalquivir hasta Sanlúcar de Barrameda con su afuste y demás útiles necesarios para su servicio; y, desde ésta, por tierra, hasta el Parque de Artillería, de donde se envió a la Cabezuela para ser colocada en batería en el Fuerte Napoleón.

Ataque francés a la Isla del León por Jordi Bru
    El bombardeo de la ciudad comenzó en la mañana del 15 de diciembre de 1810. Entre las 10:00 y las 13:00 horas, fueron lanzadas diez granadas de 8 pulgadas, sin culotes, cada una con un peso de 75 libras. Sirvieron de referencias a los disparos las torres del convento de Santo Domingo y de Tavira. La ciudad fue alcanzada por siete u ocho granadas, de las que sólo dos estallaron. Una casa del barrio de Santa María resultó muy dañada. Los bombardeos se repitieron los días 18 y 21. La consternación fue enorme. Incluso las Cortes Generales y Extraordinarias, que se hallaban reunidas en la villa de la Real Isla de León, trataron sobre su pronto traslado a un lugar más seguro, barajándose como posibles Ceuta o Mallorca.

    El campanario del convento de San Francisco sirvió de atalaya para observar los fuegos enemigos desde la Cabezuela. Cuando se divisaban los fogonazos, el vigilante tocaba la campana tantas veces como fuera el número de tiros. Este aviso era repetido por todas las campanas de los barrios comprendidos en el alcance. Como precaución, se prohibió cualquier otro tañido. Al toque, seguía de inmediato el sonido de la detonación; y, a éste, el zumbido del proyectil, cuyo tiempo de permanencia en el aire sobrepasaba en algo los 39 segundos. Al caer la granada, se escuchaba un recio golpe, seguido por la explosión.

    Los lanzamientos desde la Cabezuela eran contestados de inmediato, desde el Castillo de Puntales, las lanchas obuseras españolas de la Aguada, las cañoneras de la punta de la Cantera, y las corbetas bombarderas inglesas, que desataban un vivísimo fuego contra las baterías enemigas. Por su parte, los franceses contrarrestaban desde Fort-Luis y las baterías del caño del Trocadero.

    Los artilleros napoleónicos se encontraron con diversos problemas, tales como la fijación de las espoletas, el desprendimiento durante la trayectoria del plomo derretido y vertido en la pared interior del proyectil, las explosiones prematuras, la mezcla óptima y la calidad de la pólvora, los desperfectos en los afustes y plataformas a causa de la enorme potencia del disparo, las desviaciones de los tiros, la cortedad de sus alcances, etc., aunque los fueron solventando paulatinamente.


    Muy importante fue el bombardeo de la noche del 13 de marzo de 1811, pocos días después de la derrota de los franceses en la Batalla de Chiclana, cuando lanzaron cincuenta granadas sobre Cádiz. La acción comenzó a las nueve de la noche y duró hasta las dos de la madrugada, disparándose los proyectiles de cuatro en cuatro, y de cuarto en cuarto de hora. Buena parte de las granadas alcanzaron la ciudad dañando seriamente algunos edificios. Los artilleros napoleónicos estaban satisfechos con los resultados. Ese mismo mes, se fundió en Sevilla un obús Villantroys de mayor calibre, 10 pulgadas francesas, capaz de alcanzar distancias mayores con un proyectil muy pesado que podía contener bastante pólvora en su interior. En las pruebas realizadas en el sevillano Tiro de Línea, con una carga de 33 libras de pólvora, la nueva pieza artillera llegó a lanzar granadas de hasta 181 libras. El término medio de sus alcances se fijó en 5.265 metros, que resultaban más que suficientes para alcanzar el centro de Cádiz con facilidad, ya que la distancia desde la Cabezuela a la plaza de San Juan de Dios es de 4.875 metros.

    En marzo de 1812 se inició una nueva fase de los bombardeos, cuando los sitiadores terminaron una nueva batería en la Cabezuela para dirigir sus tiros por elevación contra Cádiz, en la que colocaron cuatro obuses Villantroys. Esta batería, llamada del Ángulo, se halló comunicada por medio de un camino cubierto con el Fuerte Napoleón, situado a escasa distancia. Al anochecer del día 13, ambas baterías rompieron el fuego con una descarga cerrada de ocho tiros. En la acción, que duró toda la noche, fueron lanzadas ciento once granadas. Los estragos que provocaron en la ciudad fueron significativos.

    En las siguientes jornadas, prosiguieron los lanzamientos a distintas horas del día y la noche. Los temores que generaron lanzamientos tan masivos y constantes hicieron que, el día de la promulgación de la Constitución, la Misa y el Te Deum de acción de gracias se celebraran en la iglesia de los Carmelitas por hallarse fuera del alcance del fuego enemigo, en lugar de en la Catedral donde se habían previsto inicialmente. No obstante esta cautela, en tan histórica jornada, Cádiz no fue bombardeada por las condiciones atmosféricas contrarias. Sin embargo, nada más amainar el temporal, en la noche del 20, cuando las calles se hallaron ocupadas por un inmenso gentío, la ciudad sufrió una vez más el poder de la artillería francesa.

Obús Villantroys

    El día 22, Domingo de Ramos, cayeron granadas en la bahía, en el muelle y en la ciudad. Los bombardeos continuaron, se sospechaba que los artilleros del Primer Cuerpo del Ejército Imperial del Sur en España apuntaban hacia el edifico de la Aduana, sede de la Regencia. El Jueves Santo, una cayó en el Seminario y otra en la calle de la Verónica. El día 29, Domingo de Resurrección, alcanzó un proyectil la plazuela de las Cestas, sin causar daño alguno; y otro la Pescadería junto a un vendedor de huevos, quien también quedó indemne. En la jornada siguiente, resultó herido un oficial del Ejército en su casa cercana al convento de Santo Domingo.

    A primeros de abril de 1812, los franceses disponían de once piezas artilleras Villantroys para atacar Cádiz: diez de 8 pulgadas y una de 10 pulgadas. En el mes de mayo fue muy destacado el bombardeo del día 16, cayendo granadas en diferentes puntos de la ciudad. Lo mismo ocurrió en la tarde del 26, cuando uno de los proyectiles alcanzó la casa episcopal. En la mañana del 28, festividad del Corpus Christi, despreciando al riesgo, la procesión se celebró con gran solemnidad, asistiendo las Cortes y la Regencia La concurrencia fue enorme, y toda la carrera se halló comprendida en el radio de acción del fuego enemigo.

    A principios de junio, la inquietud aumentó en los habitantes de Cádiz, los proyectiles entraban en la ciudad en mayor número, avanzaban sus alcances, y eran más los que estallaban. En la noche del día 4, murió una mujer en un horno junto a la Merced. Al atardecer del día 9, se corrió la voz de que los barrios de Santa María y la Merced deberían ser desalojados de inmediato, lo que provocó un tumulto que tuvo que ser apaciguado por el Gobernador. La tarde y la noche del día 12 las baterías de la Cabezuela desataron un fuego intensísimo. El bombardeo del día 17 causó en la población un temor mayor, ya que el viento era de poniente y, en consecuencia, contrario a la dirección de las baterías enemigas. Los atribulados vecinos de Cádiz comenzaron a abandonar los barrios comprendidos en la línea de acción de los proyectiles y se marcharon más allá de la plaza de San Antonio, huyendo del peligro. De importancia fue también el bombardeo del día 28, que duró desde antes de las ocho de la tarde hasta las dos de la madrugada. Muchas granadas cayeron en la ciudad y algunos edificios sufrieron un gran quebranto. Mas lo peor aún quedaba por llegar en los meses de julio y agosto, cuando los levantes recios y secos aumentaban el alcance de los proyectiles.

Mortero Villantroys

Escenarios principales


    Castillo de Sancti Petri: Fortificación defensiva situada en el islote de Sancti Petri, frente a la desembocadura del caño de Sancti Petri, que junto a otras fortificaciones como las situadas en la cercana punta del Boquerón, protegían la entrada del brazo de mar que da acceso a San Fernando y la Bahía de Cádiz.

    Puente Zuazo: Este histórico puente, está situado sobre el Caño de Santi Petri, y da acceso a la Isla de León, San Fernando. Sus restauradas baterías y defensas evitaron el saqueo de los ingleses y el sitio de las tropas napoleónicas. Es símbolo de la ciudad de San Fernando. Junto a el puente, el día 6 de febrero de 1810 las tropas españolas del duque de Albuquerque evitaron que el ejército francés entrara en la ciudad, iniciándose el asedio a ambas ciudades.

    Arsenal de la Carraca: Se inició la construcción en 1752 durante el reinado de Fernando VI. En él, se construirían numerosas fragatas y corbetas, como las famosas Descubierta y Atrevida, a su labor como astillero se unen la de penal, Cuartel de Batallones, la Fábrica de Jarcias y Lonas y el Parque de Artillería, y Almacén General. Durante el sitio francés se construyeron una serie de baterías defensivas para proteger el Arsenal, que fue atacado por las tropas francesas.

    Panteón de Marinos Ilustres: Situado dentro de la población de San Fernando en la llamada ciudad militar de San Carlos. Se empezó a construir en 1786,y en él podemos ver numerosos recuerdos de nuestra armada y la tumba de numerosos marinos españoles, entre ellos los héroes de Trafalgar como el almirante Gravina.


    Teatro de las Cortes: También llamado Corral o Casa de Comedias, fue construido a principios del siglo XIX. De gran importancia para la Historia de España, ya que en su interior se reunieron, entre el 24 de septiembre de 1810 hasta 20 de febrero de 1811, los diputados que redactaron la Constitución española de 1812.

    Fuerte de Cortadura: Se construyó con motivo de este sitio entre los años 1808 y 1811, siguiendo el mismo sistema defensivo que las murallas gaditanas levantadas a lo largo del siglo XVIII. Está formado por tres baluartes: Baluarte de Santa María junto a la playa de Cortadura; Baluarte de San José, el más cercano a la Bahía de Cádiz; Baluarte del Infante Don Carlos o del Espigón que separa las playas de la Victoria y Cortadura.

    Puertas de Tierra: Puerta de entrada de la muralla de la ciudad. Se construyó en el siglo XVI, ampliada en varias ocasiones hasta el siglo XVIII, en que adquirió su actual fisonomía. En el centro del complejo hay un torreón, bajo el que se abre el vano de acceso y a ambos lados del conjunto avanzan los baluartes de San Roque y Santa Elena, llamados así por su respectiva cercanía a unas ermitas que fueron derribadas. La expansión urbana hizo necesario rellenar los fosos y la apertura amplios pasos para el paso de vehículos. Tiene dos columnas dedicadas a San Servando y San Germán, patronos de Cádiz, la Puerta de Tierra acoge también las dependencias del Museo Taller Litográfico y del Museo del Títere.

    Dentro de la ciudad encontramos baluartes, murallas y castillos que sirvieron de defensa en los ataques por mar. En este asedio a la falta de marina francesa tendrían menos protagonismo solo destacaremos.

    Castillo de San Sebastián: En una pequeña isla, junto a la playa de la Caleta, al principio fue torre atalaya, posteriormente faro, en 1.706 castillo y en 1860, se construyó una fortificación, que albergó un acuartelamiento de artillería de costa.

    Castillo de Santa Catalina: Al otro lado de la playa de la Caleta, construido en 1596 para defender el borde marítimo. Constituye un ejemplo de la arquitectura militar de su época. Es de planta estrellada, con dos frentes, tres baluartes de planta triangular asentado sobre la playa y otro abierto a la ciudad, dónde se sitúa la única puerta del recinto.

    Durante el asedio, las Cortes Generales del Gobierno en Cádiz, elaboraron una nueva constitución para reducir el poder de la monarquía. En octubre de 1810 se envió a Cádiz un ejército anglo-español de socorro. Un segundo intento de socorro se hizo desde Tarifa en 1811, sin embargo, a pesar de derrotar al ejército dirigido por el Mariscal Claude Victor en la batalla de la Barrosa, el sitio no se levantó.

    El 22 de julio de 1812, Wellington obtuvo en Salamanca una victoria sobre las tropas al mando de Auguste Marmont, entrando en Madrid el 6 de agosto, avanzando desde allí hacia Burgos. Soult, dándose cuenta de que su ejército podría ser aislado, ordenó la retirada, saliendo de tierras gaditanas el 24 de agosto. Después de un bombardeo de la artillería, los franceses colocaron juntas las bocas de más de 600 cañones, a fin de destruirlos. Aunque estas armas no pudieron ser utilizadas por los españoles y los británicos, las fuerzas aliadas capturaron 30 lanchas cañoneras y una gran cantidad de tiendas.

Comentarios

  1. Muy bueno el contenido y las ilustraciones, una belleza visual. Da gusto entrar en su blog. El servicio militar, lo hice yo por aquella zona, me trae muchos recuerdos.

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