Sanfermines en Madrid
Corría el año 1638, cuando se produjo en Madrid un “sanfermín”
improvisado, que pilló a sus habitantes en la más completa indefensión. El
asunto transcurrió así: En el Retiro, había prevista una corrida de toros, por
lo cual algunos animales fueron conducidos allí. Algún despiste habría entre
los encargados del transporte, pues unos cuantos toros, se escaparon, sembrando
el pánico por las calles de la ciudad.
Uno de ellos, arremetió contra una mujer, que estaba
lavando la ropa en el arroyo del Prado, causándole la muerte. Si, amigo lector,
en el actual Paseo del Prado, ¿Se imagina hoy a una mujer lavando la ropa en
medio del paseo? Claro, que en ese año, el arroyo se encontraba fuera de la
ciudad, y algunas madrileñas acudían allí a hacer la colada.
Pero ésta no fue la única escapada que han protagonizado
los toros. Unos años antes, en 1613, mientras las hijas de Felipe III iban en
coche al convento de las Descalzas, se les cruzó una vaca suelta, que asustó a
los caballos, encabritándoles. La cosa no fue a mayores, pues en ese momento
pasaban varios coches con caballeros, que rápidamente dieron muerte a la
asustada vaca.
A principios del pasado siglo XX, se escapó uno de los
toros que era conducido al coso, que en esos años se encontraba situado junto a
la Puerta de Alcalá. El animal contento con su inesperada libertad, se fue a
meter bajo un calesín, ocupado por dos manolas y el calesero, y tirado por un
caballo. Echo a correr a toda velocidad y buena la armó.
Pero tampoco fue éste el último caso, pues ya metidos en
los años veinte, otro se escapó en la mismísima Gran Vía, provocando el
consiguiente susto y temor de no pocos transeúntes. Concretamente era el 23 de
enero de 1928, uno de tantos días en que unos cuantos toros eran conducidos al
matadero, pero este iba a ser un día especial, pues uno de los animales, debió “olerse”
de que se trataba, y discretamente, decidió escaparse. No fue muy desapercibida
la cosa, pues enseguida los transeúntes, al darse cuenta de las intenciones del
fugado, comenzaron los gritos, carreras y desmayos. No hubo farola que no
sirviera de improvisado burladero.
Es de suponer que el animal lo único que pretendía era
salvar la vida, pero dio la casualidad, que pasaba por allí el torero Fortuna -¡menuda
fortuna!- debió pensar el animal, cuando vio como el torero, se desprendía del gabán
y le daba una serie de pases, que sorprendieron a los espectadores, los cuales
fueron perdiendo el miedo, y celebraron la “faena”, como si en la plaza se
encontraran. Al pronto, alguien apareció con un estoque del maestro, que se
encontraba hospedado en la cercana calle de Valverde. Este, ni corto ni
perezoso, entró a matar, causando la muerte del animal, ante el clamor del
numeroso público que se había congregado, ante el acontecimiento.
El toro consiguió su propósito de no morir en el
matadero, a Fortuna, el torero, se le concedió la Cruz de Beneficencia, y el
publico disfrutó de una improvisada corrida, que aunque solo fue de un toro, en
cambio fue gratis. Susto inicial, aparte.
Pero no acabaría ahí la cosa. Algunos periodistas
difundieron la noticia y las fotos de toro y torero, en plena faena. Algunos periódicos
extranjeros dieron la noticia. Un “espabilado” periodista neoyorquino, comentó que,
gracias a que los niños estudian el arte del toreo en las escuelas, el
incidente no tuvo mayores consecuencias. Otro colega de París dijo textualmente
que el toro fue toreado por la “cuadrilla de toreros de la guardia del
Ayuntamiento de Madrid, capitaneada por Fortuna”. Sobran los comentarios.
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