La tradición de los toros en Madrid

               Madrid ha sentido siempre una gran afición por los toros, por algo es la ciudad más importante del mundo taurino y su famosa plaza de las Ventas, está considerada como la “catedral” de los cosos.


               Aunque el primer lugar utilizado por los Austrias para celebrar las corridas fue la Plaza Mayor. Las primeras noticias que existen sobre la celebración de corridas en este lugar datan de 1617, durante el reinado de Felipe III, hay constancia de otra anterior, mandada construir por el duque de Lerma en 1613, en la finca. Como en aquel entonces solo existían la Plaza Mayor y la de la Encarnación para el rejoneo, teniendo que vallarlas para la ocasión, el duque de Lerma mandó construir ex profeso una plaza de toros en su finca, que poseía donde hoy está el hotel Palace en la parte que daba al paseo del Prado. Esta plaza estuvo aproximadamente entre el Paseo del Prado, la Carrera de San Jerónimo y las calles de Jesús de Medinaceli y Cervantes. Era de madera y medía 250 pies de largo y 180 de ancho.

               Posteriormente hubo otras plazas situadas en distintos puntos de la ciudad, la mayoría de ellas en las afueras: en el llamado “soto de Luzón”, en Hortaleza; en el camino de Alcalá e incluso en la Moncloa, donde los infantes Francisco de Paula Antonio y Sebastián Gabriel lidiaron becerros con motivo de la jura de la infanta Isabel, como princesa de Asturias. Otros lugares como Tetuán, Canillejas, Vallecas, Carabanchel y el barrio de Salamanca, han tenido en algún momento de su historia una plaza de toros.



               La primera corrida de toros que se celebró en Madrid fue en 1474. Así consta en el Libro de Acuerdos del Concejo. Se lidiaron tres toros, costumbre que duró mucho tiempo, dos de ellos pagados por los carniceros y el tercero por el municipio.

               Las corridas en la Plaza Mayor eran larguísimas e interminables. Empezaban por la mañana y continuaban a lo largo de la tarde, lidiándose de dieciocho a veinte toros. Agotador tanto para los toreros como para el público. Por eso, entre faena y faena, la gente se cambiaba de sitio y bajaba a las tabernas que había en los soportales a comer y beber, para resistir tantas horas de corrida. Además, en verano ya se pueden imaginar, el “tendido” de sol… Se dice que el conde de Revilla, corregidor de Madrid, murió de una insolación en una de esas larguísimas corridas.


               En 1611, durante una corrida, se dijo que los toros fueron “razonables”, porque sólo mataron a cinco o seis hombres e hirieron a muchos. No hace falta tener mucha imaginación para imaginar como eran las corridas de entonces.

Comentarios

  1. Que barbaros ,ni en los mejores tiempos de los circos romanos ,

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