Primera Guerra Carlista (1833-1840)


Muerto Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, se puso en funcionamiento la estructura por los partidarios del infante don Calos, a pesar de que una parte de la trama había sido desmantelada un año antes por los partidarios de Isabel II. El primer alzamiento tuvo lugar el 2 de octubre de 1833 en Talavera de la Reina, y fue protagonizado por Manuel María González, siendo controlado a los pocos días y sus promotores fusilados. Ese mismo día, llegó a Bilbao la noticia del fallecimiento del monarca, y el comandante Gómez —al mando de los realistas—, mandó tomar las armas. Al día siguiente, los carlistas de Bilbao fueron controlando los alrededores de la ciudad. Entre los días 4 y 14, todo el País Vasco fue cayendo en manos de los sublevados. Los alzamientos a favor de don Carlos fueron extendiéndose como la pólvora por todo el norte de España. Este triunfo en tierras vascas es debido a una conspiración previa, de unos dirigentes que estaban en estrecho contacto con la Junta Carlista de Madrid. Además, no nos olvidemos de la cuestión foral, pues, al contar con leyes privativas del Gobierno Central, este no pudo intervenir con la misma libertad que en resto de España.

            En Castilla la Vieja, donde católicos y monárquicos eran muy fuertes, las sublevaciones se iniciaron muy pronto, contando con la ventaja de estar encabezadas por jefes experimentados, como el caso de cura Merino, el cual, el 16 de octubre entró en Sepúlveda y reunió a los voluntarios realistas. En cuanto a Santander, allí la rebelión legitimista fracasó, a pesar de la cercanía de Vizcaya y Burgos. Las columnas enviadas a conquistar Santander fueron derrotadas en Vargas por tropas de la reina.

            En el este, el 5 de octubre se sublevó en Prats de Llusanés una partida al mando del comandante José de Garcelán; el 13 de noviembre, en Morella, se alzó el coronel Carlos Victoria, el cual proclamó a Carlos V y convirtió este enclave del Maestrazgo en punto de reunión de los partidarios de don Carlos.

            En el resto de España, se impusieron los leales a Isabel II. Así se fue configurando el mapa de provincias en donde los carlistas se hicieron fuertes. Los ayuntamientos y corporaciones organizaron manifestaciones de fidelidad hacia la regente María Cristina y su hija. A mediados de noviembre la situación se fue clarificando. Los carlistas contaban con miles de hombres, pero, sin un líder nacional y sin la capacidad suficiente para enfrentarse a las tropas profesionales y bien entrenadas de la reina.

Tomás de Zumalacárregui


            A primeros de diciembre de 1833, la situación era desesperada para los carlistas, y sólo era cuestión de tiempo que los isabelinos acabasen con los últimos focos rebeldes. Pero ¿Qué pasó para que esto no sucediera? La solución estuvo en un solo hombre: el coronel Tomás de Zumalacárregui, que en poco tiempo salvó a la opción carlista de un completo desastre. Zumalacárregui, Gozando de una espléndida reputación, desde que tuvo noticias del deterioro de la sublevación, fue aglutinando alrededor suyo de todos los que huían del fracaso carlista, evitando así su disgregación. El 3 de diciembre las tres diputaciones vascas le nombraron, jefe de todas las fuerzas legitimistas, pero este, en una excelente decisión estratégica, en lugar de concentrar todas las fuerzas, lo que hizo fue mantenerlas en sus respectivas provincias, distrayendo así al mayor número de tropas liberales.

            Los enfrentamientos se fueron sucediendo, con resultados alternos, por lo que, el Gobierno de Madrid ordenó concentrar un número considerable de tropas en Navarra. El 8 de julio de 1834 Rodil ofreció un indulto a los legitimistas, amenazándoles si no lo aceptaban. Hasta allí se trasladó su rey, don Carlos, lo que produjo un aumento en la moral, ya que se ponía al frente de sus tropas. Los generales isabelinos, comprendiendo la importancia del asunto, plantearon su búsqueda y captura. La presencia de don Carlos había logrado dividir a las fuerzas de Rodil, empeñadas en dar con él; tres columnas se dirigieron contra Zumalacárregui, que fue capaz de provocarles pequeños y continuos descalabros, razón por la cual, el Gobierno de la reina, dividió en dos el ejército del norte: uno en Navarra al mando de Espoz y Mina y otro en las Vascongadas, capitaneado por el general Osma.

            El año 1835 se inició con nuevas batallas con resultados favorables a ambas partes, hasta que el 3 de junio capitulaba la guarnición de Villafranca y los carlistas entraban en Tolosa. Oráa tuvo que evacuar el valle de Baztán, retirando la mayor parte de las unidades a Miranda de Ebro. Zumalacárregui había logrado su objetivo. El siguiente paso era dirigirse hacia Madrid y entronizar a don Carlos. En principio quiso dirigirse a Vitoria para, desde allí, entrar en Castilla, pero los ministros de do Carlos consideraron que era mas importante tomar Bilbao; a lo que no se opuso Zumalacárregui. Pero, cuando supervisaba la línea enemiga, fue herido de gravedad, falleciendo en Zegama el 24 de junio de 1835.

            En Cataluña, si bien se organizaron algunas columnas, se puede decir que las tropas de la reina Isabel II, dominaban la situación. En cuanto al Maestrazgo, la situación fue muy parecida a la de Cataluña, sobre todo tras la perdida de Morella. En el resto de las regiones, los ejércitos d la reina tuvieron que enfrentarse a partidas, ya que no llegaron a existir grandes unidades.

Ramón Cabrera


            La muerte de Zumalacárregui fue un duro golpe para los carlistas y una esperanza para los isabelinos. No tardó e levantarse el sitio de Bilbao, y el 1 de julio de 1835, hacía su entrada en la ciudad, el nuevo general en jefe del ejército isabelino del norte, don Luis Fernández de Córdoba. Mientras, en las filas carlistas se nombraba al sustituto de Zumalacárregui, el teniente general don Vicente González Moreno. Con la llegada de los dos nuevos jefes militares, la guerra cambió, puesto que los carlistas comenzaron a estar siempre unidas y concentradas en la zona de Arbalán.

Una de las más importantes confrontaciones se produjo cuando González Moreno ordenó a Eraso sitiar Puente la Reina. Allí acudió Córdoba con todas las tropas disponibles, cosa que también hizo Eraso. El día 15 de julio se encontraron en el campo de batalla 36.000 isabelinos y 24.000 carlistas, dispuestos a obtener la victoria. Victoria que se decantó por los liberales, y que no se convirtió en un desastre gracias a la defensa hecha por los carlistas en el puente de Mendigorría.

A finales de agosto el carlista Maroto volvió a poner cerco a Bilbao, y el 11 de septiembre, Espartero realizó un ataque en Arrigorriaga para liberar a la ciudad de la presión carlista, pero la victoria se le escapó de las manos.

Eguía, sustituto de Moreno tomó Guetaria el 1 de enero de 1836, pero la situación se iba haciendo muy dura para ambos bandos por la falta de dinero y suministros, razón por la cual Córdoba decidió trasladarse a Madrid, para solicitar ayuda. A su llegada se encontró con la caída del primer gabinete de Mendizábal, el golpe de Estado de los sargentos en La Granja, la restauración de la Constitución de 1812 y la subida al poder de los liberales progresistas, junto a la destitución de los generales mas moderados, como era el caso de Córdoba. El 16 de septiembre de 1836, fue nombrado jefe del ejército del norte, el general Espartero, cargo en el que permanecerías hasta el final de la guerra.

Apenas dos meses después, el 4 de noviembre, daba comienzo el tercer sitio de Bilbao, pero al igual que ocurrió en 1835, la falta de artillería y recursos, junto a la enconada defensa de las tropas liberales, hubo que levantar el sitio.

El 25 de octubre de 1837, el pretendiente volvía al norte, con un fuerte ejército, pero ante el desánimo entre los dirigentes. Llegamos a enero de 1938, y Espartero inicia una serie de operaciones encaminadas a evacuar Balmaseda y organizar una nueva línea. Mientras tanto, el general Cabrera, apuntaló su dominio en la zona de Cantavieja y ocupó Morella. Es importante mencionar que, entre el verano de 1838 y el de 1839, el peso de las operaciones militares se trasladó al este. Las continuas victorias de Ramón Cabrera fueron suficientes para que los carlistas del Maestrazgo decidieran continuar la lucha a pesar del deterioro de otros frentes por cuestiones, puramente, políticas. El general Espartero le animó a la rendición. Pero Cabrera enfermó de gravedad, cundiendo el desánimo entre sus hombres.

El 4 de mayo de 1840, Cabrera pasó revista a sus fuerzas, pero ya no era el general enérgico y resuelto. Fueron abandonados prácticamente todos los puestos situados bajo el Ebro. El día 19, los liberales, comenzaron a organizar el sitio de Morella. Los defensores, ante la imposibilidad de seguir defendiendo la plaza, la rindieron el día 30. El 1 de julio, Espartero, daba comienzo su ofensiva final, ante lo que nada pudo hacer Cabrera, por lo qué, el día 6 entraba en Francia junto a 11.000 de sus hombres.            



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Guerras Carlistas: Los Contendientes: LEER
Segunda Guerra Carlista (1846-1849): LEER
Alzamiento Carlista de 1855: LEER
Desembarco Carlista en San Carlos de la Rápita de 1860: LEER
Alzamiento Carlista de 1869: LEER
La Escodada en 1870: LEER
La Conspiración de 1871: LEER
Tercera Guerra Carlista (1872-1876): LEER
Posteriores a 1876: LEER



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Ramón Martín

Comentarios

  1. Excelente trabajo Ramón! 😉El complicado siglo XIX español, entre Napoleón y los Borbones casi hacen desaparecer el país. Saludos! 🙋‍♂️

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  2. No cabe la menor duda. El siglo XIX es apasionante, en el mundo y en España. Tengo escrito un libro de divulgación sobre dicho siglo.

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