Susana y los viejos


Es una de las obras primeras de Artemisa realizada en Roma. El relato, procedente de los evangelios apócrifos, nos narra el intento de seducción de Susana, la mujer de Joaquín, por dos ancianos; era muy popular en Italia a finales del siglo XVI, pero la interpretación de Artemisia se aleja de la tradición. Sacando a Susana del jardín, metáfora tradicional de la feminidad generosa de la naturaleza, la artista aisló la figura adosándola a un friso que encierra el cuerpo en un espacio rígido y poco profundo. La desnudez casi total de la figura transforma a Susana en una joven desamparada cuya vulnerabilidad queda realizada por el retorcimiento de su cuerpo.

Otras representaciones de este tema en la pintura italiana, como la de Ludovico Carracci y la de Sisto Badalocchio, refuerzan la mirada masculina dirigiendo los ojos de los dos ancianos a la mujer. El guiño cómplice de uno de los viejos hacia el espectador en la versión de Artemisia es quizás único. El triángulo compuesto por las tres cabezas, y la postura de los brazos, no solo hacen de Susana el foco de la conspiración, sino que también implican a un tercer testigo, un espectador que recibe el gesto del viejo, como si también quien contempla forma parte del espacio pictórico.

La figura de Susana está fijada como una mariposa con un alfiler entre esas miradas, dos dentro del cuadro y la otra fuera, pero incorporada implícitamente a la composición. Abandonando las composiciones más tradicionales en las que la figura de Susana está descentrada siguiendo una línea diagonal u ortogonal que permite al espectador moverse libremente en relación con la imagen, Artemisia Gentileschi mueve la figura hacia al centro de la composición y echa mano de la posición del espectador ante el lienzo para fijar a la figura rígidamente en su sitio.

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