Martín I el Humano, rey de Aragón desde 1396 a 1410


También rey de Valencia. Nacido el 29 de julio de 1356 en Gerona, era hijo segundo de Pedro IV el Ceremonioso y de Leonor de Sicilia, recibió al nacer el título de duque de Montpellier. En 1380 tras la muerte de Federico III, el reino de Sicilia volvía a la órbita aragonesa, y su padre se lo cedió. Algunos nobles sicilianos, apoyados por los Anjou y por el pontífice, habían proclamado rey a Luis de Durazzo, pero Martín organizó una expedición y consiguió apoderarse de Palermo y de un buen número de villas. Se hallaba ocupado en la pacificación de la isla, cuando en 1396 la muerte de su hermano Juan I el Cazador, sin descendientes varones, hizo recaer en él la corona aragonesa.

Hasta su llegada a la Península, su esposa María de Luna, asumió el gobierno con prudencia y energía, tuvo que hacer frente a las intrigas de su antecesora Violante de Bar; aunque mayor gravedad revistieron las pretensiones al trono del conde de Foix (casado con una hija de Juan I), cuyas tropas entraron por el vizcondado de Castelbó y después de devastar la cuenca del Segre llegaron a poner sitio a Barbastro. Un ejército al frente del conde de Urgel obligó al de Foix a retirarse por Navarra hacia el Bearne.

Era necesaria la presencia de Martín I, por lo que decidió abandonar Sicilia. En el viaje de regreso, al hacer escala en Marsella, una embajada enviada por el papa Benedicto XIII, le instaba a una entrevista en Aviñón ante el nuevo giro que había tomado el Cisma de la Iglesia; el rey de Francia exigía la renuncia de los dos papas, lo que colocaba en postura difícil al pontífice aragonés. Una vez en Cataluña, Martín I se apresuró en dictar sentencia contra el conde de Foix. Poco después pasó a Zaragoza donde juró ante las Cortes de Aragón allí reunidas, paso previo a su coronación, que tuvo lugar el 13 de enero de 1399 en el acostumbrado marco de La Seo zaragozana.

Su actitud irresoluta y escasa energía como gobernante constituyen la nota dominante de su reinado. Los agudos problemas internos en que se hallaban inmersos los estados peninsulares de la Corona se acrecentaron a partir de 1402 por las luchas habidas entre diversas banderías. En Aragón luchaban los viejos linajes de los Luna y los Gurrea, apoyados por sus respectivas clientelas. Para poner fin a tan caótica situación, convocó en 1404, Cortes generales en Maella. Junto a diversas medidas de tipo fiscal relativas a cubrir las necesidades del reino de Aragón, se atendió a buscar remedios eficaces en pro de la paz pública. Se penalizaba a quien disparara ballestas, lombardas, etc., de no ser en defensa de su casa. De igual modo serían sujetos a juicio sumario quienes guerreasen entre sí, de no preceder desafío formal o tratarse de un caso previsto por fuero. Se ampliaban además las facultades del Justicia de Aragón respecto a los delitos cometidos por particulares. Entre los acuerdos tomados en Maella se incluía la petición por parte de los allí reunidos de que viniera de Sicilia Martín el Joven, cosa que hizo inmediatamente, pero las alarmantes noticias que llegaban de la isla, donde habían surgido nuevos brotes de rebelión, le obligaron a regresar a aquellos dominios.

Martín I estuvo atento a conjurar los peligros procedentes del litoral africano. Se organizó una cruzada a Berbería en 1397, pero una tempestad hizo fracasar la empresa. Las nuevas tentativas de la flota catalano-aragonesa en años inmediatos no consiguieron tampoco sus objetivos. En otro orden de cosas, fiel a su alianza con el papa de Aviñón, el monarca envió un contingente de tropas con el fin de romper el cerco impuesto por los franceses a Benedicto XIII, que pudo huir y refugiarse en los estados de la Corona aragonesa.

La cuestión siciliana fue el punto neurálgico en política exterior. A ello vino a sumarse la insurrección de Cerdeña, alentada por los genoveses y el vizconde de Narbona. En 1406 Martín I reunió las Cortes catalanas en Perpiñán, luego trasladadas a San Cugat del Vallés y posteriormente a Barcelona. A pesar de la actitud remisa del monarca, se impuso el criterio de la asamblea y fue enviada a Cerdeña una flota de 150 naves. A ella se unieron los efectivos enviados por Martín de Sicilia, que derrotaron a la escuadra genovesa por mar, completando su triunfo en tierra contra los sardos y el vizconde de Narbona en la batalla de Sant Luri. Poco después, el 25 de julio de 1409, moría Martín el Joven sin descendencia legítima, legando a su padre el reino de Sicilia y los ducados de Atenas y Neopatria.

Se hacía patente el grave problema sucesorio que se cernía sobre la Corona de Aragón, sobre la que acechaban ya diversos pretendientes. Viudo Martín I de María de Luna desde 1406, sus consejeros le sugirieron un nuevo matrimonio para asegurar su descendencia, pero su enlace con Margarita de Prades, efectuado en septiembre de 1409, no consiguió aquel objetivo. Pocos meses después, el 31 de mayo de 1410, murió en Barcelona, el monarca sin haber designado sucesor, dejando el reino a merced de los diversos presuntos herederos.

Martín I ha pasado a la historia con el apelativo de el Humano. Al igual que su hermano y antecesor, fue víctima de su propia debilidad física y de las desgracias familiares. Los cronistas destacan su perfil humano, su inteligencia, su piedad, así como su amor por la cultura y su afición por los autores clásicos. No obstante, junto a sus virtudes se perfilan una serie de rasgos negativos como gobernante. La falta de energía, que arrastró consigo hasta sus últimos días, se plasma en su irresolución ante el grave problema sucesorio que dejó como herencia a los estados de la Corona aragonesa.
Ramón Martín

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