La Taifa de Albarracín


Según testimonios que han llegado hasta nosotros, el linaje norteafricano de los Banu Razín llegó a la Península Ibérica el año 711 acompañando a Tariq ibn Ziyãd, general bereber que derrotó al ejército visigodo del rey don Rodrigo. Tras la conquista de casi toda la península, los Banu Razín se asentaron en la corte de Córdoba, que era la capital del emirato, con el paso del tiempo acabaron logrando tierras en la zona de Albarracín, asentándose en ellas. 

Así, el nombre de Albarracín, viene de los Banu Razín, los cuales, protegidos por la orografía de su señorío, y al igual que las grandes capitales del norte: Badajoz, Toledo y Zaragoza, no siempre aceptaron al emirato y después califato cordobés, aunque nominalmente pertenecieron siempre a él. Pero hacia el año 1010, con la desintegración del Califato, Hudayl ibn Razín, señor de Sahla (Albarracín), consolida la independencia de sus dominios, convirtiéndose entre 1012 y 1045 en el primer rey de la taifa de Sahla. Su reino llegaba hasta Calamocha por el norte, Gúdar al este y la actual Teruel –que aún no existía- por el sur.

Su territorio no contaba con muchos recursos y ni siquiera llegó a acuñar moneda propia, pero no obstante la corte albarracinense se rodeó de la mayor fastuosidad posible, habiéndose encontrado incluso restos de porcelana china. A pesar de la falta de recursos, Hudayl supo hacer frente a sus poderosos vecinos. Desde un principio, la taifa de Zaragoza quiso apoderarse de Albarracín, aunque nunca lo logró, teniendo que hacer frente también a la poderosa taifa de Toledo y hacia el sureste con los dominios de la ambicionada por todos taifa de Valencia.

En 1045 Hudayl fue sucedido por Abd al-Malik ibn Hudayl ibn Razin, que para mantener la independencia tuvo que pagar parias a Alfonso VI de Castilla. Sin embargo, en el año 1086 el ejército castellano fue totalmente destrozado por los almorávides en la Batalla de Zalaca, envalentonado al-Malik se declaró en rebeldía y dejó de pagar tributos. Pero rápidamente fue castigado, y entre 1090 y 1094 fue sometido de nuevo a tributos, pero esta vez por la mesnada de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, que necesitaba dinero y hombres para lograr su gran objetivo: conquistar Valencia a los musulmanes. 

Al-Malik “colaboró” con el Cid durante esos años, hasta que finalmente decidió apoyar a los almorávides para hacerse ellos con Valencia. Poco tiempo después fue, de nuevo, derrotado por el Cid teniendo que huir, aunque logró mantener la independencia de su pequeño reino. Muere en 1103, siendo sucedido por Yahya Husam ad-Dawla, tercer, último y efímero rey de Albarracín, pues fue derrocado por el gobernador almorávide de Valencia en abril del año siguiente. Se puso así fin a la independencia política de esa pequeña población turolense que, contra todo pronóstico, los Banu Razín lograron mantener durante 92 años.
Ramón Martín

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