Monasterio de Moreruela en Zamora


Los orígenes sobre su fundación son un tanto oscuros. Al parecer hubo otro monasterio anterior, dedicado a Santiago, en Moreruela de Suso, en la otra margen del río Esla, fundado por San Froilán y San Atilano, que fue trasladado al que nos ocupa, en Moreruela de Frades, debido a la insalubridad del terreno o a otras causas. En 1132, Alfonso VII, el Emperador, deseoso de colonizar la tierra de nadie de la cuenca del Duero, le pide a San Bernardo que envíe a algunos de sus acólitos. Así llegaron a Moreruela los monjes cistercienses Sancho y Pedro, quienes con el apoyo de Alfonso VII iniciarían el gran desarrollo económico, espiritual y administrativo de un importante dominio territorial. Desde Cluny, se dieron las órdenes para realizar los trabajos preliminares e iniciar la construcción del monasterio de Santa María de Moreruela. Se cifra la fundación de este último monasterio en 1143, según la carta de fundación concedida por Alfonso VII el Emperador, a D. Ponce de Cabrera. 

Al igual que en otros monasterios fundados por la Orden, los monjes blancos, se establecen en tierras poco accesibles, que consiguen transformar para ser utilizadas. Ello les lleva a desarrollar y perfeccionar su espiritualidad con su trabajo, y a la contemplación en estos paisajes aislados de gran soledad. Fueron los monjes blancos de este cenobio, como sus colegas europeos, activos colonizadores que, con la ayuda real y nobiliaria y apoyándose en el campesinado de estas tierras, contribuyeron mediante trabajos de desecación de lavajos y buhedos, intensificación de cultivos, incremento de la ganadería, etc, al proceso expansivo medieval de los siglos XII y XIII. 

A finales del s. XIX, tras la desamortización, aún estaba en pie todo el monasterio, pero a principios del s. XX la Iglesia de la parroquia del cercano pueblo de Granja de Moreruela, se construyó con los materiales procedentes del hastial occidental de la Iglesia del monasterio. Al expolio del hastial, le siguió el muro de cierre de la nave lateral Norte del cuerpo de la iglesia y del resto de las edificaciones del monasterio. El monasterio a partir de esas fechas, se convirtió en cantera gratuita de la zona, como lo demuestran todas las intervenciones que fueron realizadas en aquella época por el obispado de Zamora, entre los años 1893 y 1895.


En el año 1928, aparecieron por esas tierras varios saqueadores del patrimonio arquitectónico español, para llevarse el vestíbulo, las bóvedas de la capilla del monasterio y de paso, las últimas piedras del cercano castillo de Benavente. Actuaban por encargo de algunos arquitectos norteamericanos. 

D. Miguel de Unamuno en junio de 1911 terminó su visita a la localidad de Granja de Moreruela en el que se encuentran enclavadas hoy ruinas del Monasterio de Santa Maria de Moreruela con estas palabras: “Hoy la Granja son ruinas. Lo único que permanece igual es el verde florido valle, el convento de las resignadas encinas que abrigan a los pajarillos, que sin cesar cantan la gloria del Señor, y cantándole le buscan y le encuentran”.

Cuando en el año 1931 fue declarado Monumento Nacional, ya poco se pudo hacer por mantener sus fábricas y la degradación continuó en los años siguientes, hasta que por último fue adquirido en compra por la Junta de Castilla y León. En la actualidad pese a los trabajos de consolidación, presenta un aspecto de “ruina controlada”.


Del antiguo complejo sólo queda en pie la cabecera, parte del transepto de la iglesia y algunos muros de las naves y dependencias adyacentes. El edificio debió ser enorme, a juzgar por el ábside semicircular con amplio presbiterio rodeado de deambulatorio que externamente corresponde a siete capillas radiales.

Sobre las ocho grandes columnas del deambulatorio, se sitúan arquillos apuntados, y sobre ellos, en un nivel superior, siete grandes ventanales. La bóveda que cubre el transepto es de medio cañón y de ojivas la del deambulatorio. Se conserva también parte del brazo meridional del transepto con una puerta ciega, de tres arquivoltas de medio punto. El brazo septentrional conserva la bóveda de medio cañón.

De las dependencias monásticas se conservan el refectorio, de bajos pilares y grandes columnas adosadas lateralmente, y algunos tramos de la sala capitular.


Fue sin duda, una obra de envergadura excepcional, para la que no se ahorró en gastos de ningún tipo. Santa María de Moreruela se construyó en una época en la que con moldes románicos se quería expresar un entendimiento de Dios, del mundo y del arte, interrelacionados de una manera diferente de lo que había sido hasta entonces. El Císter está presente sobre toda la edificación, con su sobriedad ornamental, los capiteles exclusivamente de temática vegetal, para no distraer a los feligreses, y una leve agudización de sus arcos, que preludian el majestuoso arte gótico, pero aún quedaba por apuntalar el arte cisterciense en todo su esplendor, que vendría después.

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