Palacio Real de Madrid


Los orígenes del Palacio Real de Madrid o Palacio de Oriente, se remontan al siglo IX, en plena dominación musulmana, cuando el emir Mohamed I mandó edificar una alcazaba, para defender Toledo del avance de los cristianos. Una fortaleza defensiva que, tras la reconquista de Mayrit, por el rey Alfonso VI en el año 1083, sería utilizada por los reyes de Castilla. Años más tarde, en el siglo XVI, se construyó el Real Alcázar, que resultaría destruido por un pavoroso incendio en la Nochebuena de 1734. Este incendio debió de suponer una gran alegría para el rey Felipe V, ya que le desagradaba profundamente el antiguo alcázar y siempre soñó edificar un gran palacio que consagrara a su dinastía.


Felipe V fue el impulsor del nuevo palacio, que debería ser asombro y envidia de las demás cortes europeas. El nuevo monarca quiso que el emplazamiento, fuese el mismo que ocupaba el Alcázar destruido. Encargó el proyecto al arquitecto italiano Felipe Juvara, condicionado a que toda la construcción se realizara, en piedra blanca de la localidad madrileña de Colmenar y berroqueña gris de la sierra de Guadarrama, y ladrillo, con el objeto de que ningún incendio pudiera provocar una nueva tragedia. Tras el fallecimiento de Juvara, serían su discípulo Juan Bautista Sachetti, quien se encargaría de finalizar los planos definitivos para la construcción del Palacio de Oriente. Posteriormente otros arquitectos de la talla de Ventura Rodríguez (la Capilla Real) o Francesco Sabatini (la escalera principal), también participarían en la realización de tan magna obra.


Las obras se iniciaron en 1738, con la ceremonia de colocación de la primera piedra. Bendijo el acto el arzobispo de Tiro, Álvaro de Mendoza, el 7 de abril de 1738. El marqués de Villena y duque de Escalona, en nombre del rey, introdujo en un cofre de plomo monedas de oro, plata y cobre acuñadas en las Reales Fábricas de Moneda de Madrid, Sevilla, Segovia, México y Perú. 

Los trabajos comenzaron por la fachada que da a mediodía, prolongándose hasta 1755, por lo que Felipe V, que fallecería el 9 de julio de 1746, nunca llego a ver el edificio acabado. Sería uno de sus hijos, el por entonces, ya rey de España, Carlos III, el primer monarca español en establecer su residencia en el Palacio de Oriente en 1764.

Su arquitectura, de inspiración francesa, posee unas proporciones claramente italianas, con gran majestuosidad y belleza, que hacen destacar su privilegiada situación, sobre una colina con vistas a poniente y los hermosos y cuidados jardines que lo rodean: los Jardines de Sabatini y el Campo del Moro. La superficie que abarca el Palacio se acerca a las 14 hectáreas. El edificio principal, con el Patio del Príncipe en el centro, tiene 40.000 metros cuadrados y seis alturas desde la Calle Bailén. En la fachada de Poniente, el edificio se alza ocho alturas sobre el río Manzanares con los Jardines del Campo del Moro en secuencia escalonada, a través de terrazas y pendientes que salvan los diferentes desniveles.

La fachada principal orientada al mediodía se abre a la Plaza de Armas, cerrada en el siglo XIX por dos alas. La del lado Oeste alberga las instalaciones del Archivo General de Palacio (1814) y la Real Armería (1885) con una colección única en su género. La segunda, denominada Ala de San Gil, corresponde a las habitaciones del Rey Alfonso XIII.

Carlos III fue el primer monarca que vivió en Palacio y el Rey Alfonso XIII el último (1931). Aunque Manuel Azaña, presidente de la Segunda República, también habitó en el mismo, siendo por tanto el último jefe de Estado que lo hizo. Durante ese periodo fue conocido como Palacio Nacional. Todavía hay una sala, al lado de la Real Capilla, que se conoce por el nombre de «despacho de Azaña». A Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII y Alfonso XIII, de la Casa Borbón se unió Amadeo de Saboya. Todos ellos mostraron sus preferencias por determinadas dependencias palaciegas y las decoraron de acuerdo con los gustos artísticos de la época.

Destacan sus cuatro fachadas, inspiradas en los dibujos que Bernini realizó para el Palacio del Louvre de París, en la que los balcones, se encuentran separados entre sí, mediante columnas jónicas y pilastras dóricas. El conjunto se corona con una balaustrada en piedra blanca, a lo largo de la cual se disponen jarrones flamígeros, y en el centro de cada fachada, escudos con las armas de los Borbón. En un principio se proyectó rematar la cornisa colocándose las estatuas de los reyes de todas aquellas monarquías relacionadas en algún momento con España, estatuas que en la actualidad, se encuentran repartidas por el parque del Retiro, la plaza de Oriente y otras ciudades de la geografía española. 

En la decoración interior, se emplearon los mejores materiales disponibles: mármoles españoles, estucos, madera de caoba en puertas y ventanas y sus distintas estancias se decoraron con obras de arte de los mejores artistas del momento, con pinturas al fresco de Giaquinto, Tiepolo o Mengs y los españoles Bayeu y Maella. Como es lógico, cada monarca redecoraba a su gusto y real capricho, por lo que la decoración del Palacio Real, fue cambiando a lo largo de los años. Así, del reinado de Carlos III, aun se conservan el Salón del Trono, la Cámara del Rey y la Sala de Porcelanas, obra de la Real Fábrica del Buen Retiro. Carlos IV nos dejó el Salón de Espejos y de la época de Alfonso XII podemos ver el Comedor de Gala. Estancias de las que hablaremos a continuación. 


El Palacio consta de un gran patio de armas, por donde se accede al Palacio.

Entramos al edifico por una Escalera Principal, es de tipo imperial, con un gran descanso central, para a partir de ese punto, dividirse en dos tramos, a ambos lados, que ascienden en sentido opuesto. Fue proyectada por Francesco Sabatini y está construida en mármol blanco procedente de las canteras de San Pablo (Toledo). Cada uno de los peldaños que la componen está labrado en una sola pieza de cinco metros de longitud, con escasa altura de contrahuella para facilitar el ascenso. En cuanto a la balaustrada de los dos tramos superiores su arranque cuenta con dos leones, también de mármol, como principal elemento decorativo, obras de Roberto Michel y de Felipe de Castro. Su bóveda está decorada con estucos blancos y dorados y en ella podemos ver la pintura de Corrado Giaquinto titulada: "España rindiendo homenaje a la Religión y de la Iglesia". 

Salón de Alabarderos, fue concebido por Sachetti como salón de baile o comedor de gala, pero Carlos III lo convirtió en salón de la guardia de alabarderos, de ahí su nombre. La decoración está basada en un sencillo orden de pilastras toscanas y ramas de laurel realizadas en estuco. Destacan en esta sala los frescos que adornan sus muros, realizados por Tiepolo con temas de carácter mitológico: "Eneas conducido al templo de la Inmortalidad por sus virtudes y victorias" y "Venus encomendando a Vulcano que forje las armas para Eneas". Está decorado con tapices de Bruselas del siglo XVI, tibores de porcelana china del siglo XVIII y piezas de porcelana de Sèvres. La estancia decorada por Sabatini y con un pavimento de losas de piedra de Colmenar y piedra rojiza de las canteras de El Molar. El Salón dispuso, hasta el siglo XX, de unos simples bancos destinados al descanso de los alabarderos como único mobiliario. Hoy en día, en su interior ricamente amueblado destacan, cuatro consolas de caoba y bronce dorado realizadas en 1739-1802 a partir de unos diseños de Sabatini y previamente ubicadas en el comedor de Carlos IV. Sobre otra consola de sillería de talla dorada (siglo XIX) se puede admirar un pequeño templete de finales del siglo XVIII. El Salón de Alabarderos contiene asimismo un espléndido conjunto de tapices españoles y candelabros. Desde 2015, en el lado de la derecha se puede contemplar el cuadro La familia de Juan Carlos I, obra del artista manchego Antonio López.

Arquitectura, pintura, mobiliario, escultura y objetos decorativos varios hacen del Salón del Trono una obra maestra de singular armonía. Finalizado en 1722 y restaurado durante los años noventa del siglo XX, ha conservado la decoración original de la época de Carlos III, concebida por quien fuera hombre de confianza del Rey: el Conde de Gazzola. Está presidido por dos tronos copia exacta de los originales realizados en el reinado de Carlos III. A ambos lados del trono se sitúan cuatro leones de bronce dorado, encargados por Velázquez durante su segundo viaje a Italia para decorar el Salón de los Espejos del antiguo Real Alcázar de Madrid antes del incendio, cada uno de los cuales apoya una garra sobre una bola de caliza rojiza. Las paredes estás tapizadas en terciopelo rojo de Génova, con orlas de estilo rococó de plata dorada realizadas en Nápoles, al igual que el mobiliario de talla dorada. La bóveda fue pintada al fresco por Tiepolo, que la terminó en 1766, y representa la Alegoría de la Monarquía Española, con personificaciones de los reinos que la integraban en el siglo XVIII. En cuanto al resto de la suntuosa decoración, los espejos, son de la Real Fábrica de La Granja, y las arañas de cristal de roca fueron adquiridas en Venecia. Las doce consolas con los marcos de espejo, típicos del rococó italiano, fueron diseñadas por el arquitecto Giovanni Battista Natalia, mientras que Robert Michel ideó los motivos de los medallones de estuco. La decoración del Salón del Trono se completa con cuatro espléndidos relojes: uno de estilo Luis XVI obra del relojero francés Ferdinand Berthoud; otro de estilo rococó inglés, construido por John Ellicott; y, finalmente, dos bellos ejemplares que llevan la firma de Furet y Godon, y Couteau y Godon, respectivamente. 


Catorce lámparas en bronce de la época fernandina, con casi mil bombillas dan luz y esplendor al Comedor de Gala que, se conserva tal y como era cuando en 1879, el rey Alfonso XII unió las tres estancias de su madre, la reina Isabel II, tirando los tabiques que las separaban, para crear un salón de baile y un comedor de gala. Hasta el siglo XIX era habitual que los monarcas comieran en la antesala de sus habitaciones, una tradición nacida en Francia con Luis XIV, el monarca comía solo o con personas muy próximas a él. En cambio en otras ocasiones, e igualmente en los aposentos privados, el monarca se reunía con su familia y algunas personalidades de la Corte, utilizándose para los banquetes y celebraciones especiales grandes salones que se acondicionaban especialmente para la ocasión. Se continuó haciéndolo de este modo, hasta diciembre de 1879, fecha en que se inauguró el Comedor de Gala, con motivo del segundo matrimonio del Rey Alfonso XII con la Reina María Cristina de Habsburgo-Lorena. Las pinturas que lo decoran son de Antonio Rafael Mengs "La Aurora en su carro" y de sus discípulos Antonio González-Velázquez "Cristóbal Colón presentando el nuevo mundo a los Reyes Católicos" y Francisco Bayeu "La rendición de Granada"


Salas Gasparini, son tres salas: saleta, antecámara y el salón, que reciben su nombre del artista que las diseño, el italiano Matías Gasparini. Se construyeron entre 1770 y 1775 en el estilo rococó imperante en el momento, con influencias chinescas. Unas salas impactantes y de gran belleza, en las que destacan los suelos de mármol granadino taraceado, las paredes tapizadas en seda y plata y el mobiliario rococó, con un diván circular del siglo XIX, regalo de la Emperatriz Eugenia de Montijo a Isabel II, fabricado en los talleres de Thomire y Cía. Con tapicería de Aubussón, decorada con flores y las iniciales y cifras de Isabel II, el diván se remata con un monumental candelabro de bronce con escudos de España, sostenido por cuatro niños. En la bóveda del salón, pintada por Antonio Rafael Mengs, podemos ver el fresco titulado "La Apoteosis de Trajano", donde aparece el emperador Trajano, sentado, con cetro y globo, en el momento de ser coronado por la Gloria. Ante él emperador están representados Hércules en pie y Mercurio volando sobre Pegaso. 

La Sala de Porcelanas, presenta una decoración en la que se unen elementos neoclásicos, con motivos en relieve sobre fondo blanco, realzados por el oro y las distintas tonalidades verdes empleadas. Su techo forma un enrejado, compuesto por hojas de parra en cuyo centro puede contemplarse un medallón, que representa a Dionisos comiendo uvas, del que parten cuatro radios que enlazan con los motivos decorativos de cada una de las cuatro esquinas de la Sala. 

El Salón de Columnas, Este magnífico salón comparte la arquitectura de la escalera principal, al haberse habilitado en el espacio inicialmente previsto por Sachetti para acoger el ramal que debía comunicar con las habitaciones de la reina. Su decoración data de la época de Carlos III. Recibe su nombre de la serie de pilastras lisas a base de columnas adosadas de fuste estriado, coronadas con la representación del Toisón de Oro que lo decoran Los estucos, diseñados por Sabatini, fueron ejecutados por Bernardino Rusca en 1761. En la bóveda, un gran fresco de Corrado Giaquinto representa El Sol, ante cuya aparición se alegran y animan todas las fuerzas de la naturaleza (1761-1763). 


En todo el perímetro de la estancia, bajo unos tapices de Bruselas de principios del siglo XVIII, se pueden apreciar varios bustos de emperadores en mármol y pórfido, así como una estatua de bronce que representa a Carlos V venciendo al Furor, fundida por Barbedienne según el modelo de Leone Leoni. Gran importancia tienen también en este Salón de Columnas tres esculturas en bronce –Neptuno, la Tierra y Venus- obras de Jonghenllinck realizadas en 1570 pertenecientes a la serie de los Siete Planetas que el Cardenal Infante regaló a Felipe IV para decorar el Buen Retiro y que después se colocaron en el viejo Alcázar, siendo de las pocas piezas que se salvaron del incendio; y otra escultura, de tamaño mayor que el natural, que representa un discóbolo, reproducción de una obra clásica, fundida en 1651 en Roma y traída a España por Velázquez en tiempos de Felipe IV. 

En Columnas también encontramos ocho bustos del siglo XVII de emperadores romanos, cuyas cabezas están realizadas cuatro de ellas en pórfido rojo y, otras cuatro, en mármol blanco. Estas ocho piezas representan, según la inscripción de sus pedestales, a Vitelio, Calígula, Julio Augusto, Adriano, Augusto y Julio César; igualmente la sala cuenta con tres bustos de jaspes y mármol blanco que representan a una emperatriz romana de la familia Julia, a Plautilae y una dama romana no identificada, respectivamente. Iluminan el Salón ocho arañas isabelinas, de bronce dorado y vidrio tallado, realizadas en Francia. 

Bajo el reinado de Carlos IV, en este salón solían acoger todo tipo de recepciones, así como ceremoniales tan importantes como el del Jueves Santo, durante el cual los Reyes daban de comer y lavaban los pies a veinticinco personas pobres. Las ocho arañas de bronce que iluminan la estancia, realizadas en París hacia el año 1856, se instalaron en la misma época en que Isabel II celebraba aquí sus bailes. Cuando Alfonso XII decidió reformar el Palacio, mandó construir un nuevo salón para bailes y banquetes, y el de Columnas pasó a reservarse entonces para las ceremonias oficiales. Una función que ha seguido desempeñando hasta nuestro días, puesto que aquí se firmaron, sobre la Mesa de las Esfinges (expuesta hoy en la Sala de la Corona), el Acta de Adhesión de España a las Comunidades Europeas, en 1985, y la abdicación del Rey Juan Carlos I, el 18 de junio de 2014. En este Salón también se celebran, entre otros actos, los Conciertos de Stradivarius, la entrega de los Premios Nacionales de Investigación, la Reunión del Patronato Princesa de Girona y entregas de condecoraciones. 

La Capilla Real fue construida entre 1749 y 1757, por orden de Fernando VI, que encargó la obra al arquitecto Ventura Rodríguez, en detrimento del proyecto inicial presentado por Sachetti. Situada en el centro del lado norte de la planta principal del palacio, tiene su acceso desde la galería que rodea el patio central. La planta del templo es elíptica, coronada por una cúpula de media naranja cuyos frescos fueron realizados por el pintor italiano Corrado Giaquinto. Los ángeles del tambor fueron realizados por Felipe de Castro. Sobre el altar mayor un cuadro de Bayeu, San Miguel triunfando sobre los demonios y en el altar del evangelio, La Anunciación, la última obra pintada por Mengs. El órgano de la capilla, fabricado en 1778, es obra de Jorge Bosch Bernatveri, una pieza única en su género por su gran perfección y adelantos técnicos para la época. 

Real Biblioteca, tanto esta biblioteca, en su día de uso privado de los reyes de España y su familia, como la actual Biblioteca Nacional, se deben al impulso creador de Felipe V. La biblioteca privada se fue organizando poco a poco en el piso principal, en el ala del ángulo este. Al principio con los volúmenes aportados por el propio rey, unos 6 000 traídos de Francia, que se sumaron a los existentes en el viejo Alcázar. La colección se fue ampliando durante los sucesivos reinados, hasta llegar a la actualidad, en que se custodian unas 300.000 piezas, sobresaliendo entre sus fondos 263 incunables y 119.000 impresos de los siglos XVI al XIX. Además, entre sus fondos hay 4.755 manuscritos, 4.169 obras musicales, 1.027 piezas de fotografía histórica, 4.330 publicaciones periódicas, unas 7.000 piezas de cartografía y 10.000 del fondo de Grabado y Dibujo. 

La Real Farmacia que existe en la actualidad fue fundada como Museo de Farmacia en 1964. Las salas de destilaciones y las dos salas adyacentes a la farmacia fueron reconstruidas tal y como eran durante los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII. Los albarelos (tarros de porcelana que usaban los boticarios para almacenar ingredientes y preparaciones) son anteriores y fueron realizados en las fábricas de La Granja y del Buen Retiro, existiendo también otros enseres fabricados en loza de Talavera en el siglo XVII. Cientos de albarelos de diferentes formas y tamaños que nos harán retroceder en el tiempo. Lo mejor, la recreación del laboratorio. 

La Real Armería está considerada como una de las colecciones más importantes de su género. Conserva armas y armaduras pertenecientes a los reyes de España y a otros miembros de la familia real, desde el siglo XIII, en una gran y única sala, donde se exhibe una gran colección de armaduras tanto personales, como de bardas de caballos de los reyes de España, destacando las pertenecientes a los monarcas de la Casa de Austria, principalmente de Carlos V y de Felipe II. Una de estas armaduras es la que utilizó el emperador Carlos V en la batalla de Mühlberg. También se exponen piezas del último rey de Granada, Boabdil el Chico. Entre numerosos tesoros, conserva uno especialmente singular, se trata de una espada hoy sin empuñadura, de brillante hoja, con dos filos, con 92,4 centímetros de longitud y 4,8 centímetros de anchura. Según Gaspar de Graci, tal arma no es otra que la Colada, la otra espada de Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador”, y compañera inseparable de la Tizona.


El Palacio Real alberga una escogida Galería de Pinturas, situada en antiguos salones oficiales, despachos y habitaciones que en su momento ocuparon miembros de la Familia Real. En estas salas (9 en total) pueden verse instrumentos musicales, pintura flamenca y pintura española de los siglos XV al XX. Obras de Velázquez, como su Caballo blanco o el Retrato del Conde Duque de Olivares son algunas de las pinturas de la selección de pintura española del siglo XVII en donde también están presentes Francisco Rizzi y Antonio de Pereda. Mientras La Virgen con el Niño de Luis Morales y Retrato de Isabel la Católica de Juan de Flandes, son dos de las obras más destacadas de la pintura flamenca. Goya, Mengs y Giaquinto son algunos de los artistas presentes en las salas dedicadas a pintores españoles de los siglos XVIII y XIX. La segunda mitad del siglo XIX y los inicios del siglo XX esta representada por obras como el Retrato del Príncipe de Asturias de Joaquín Sorolla, varios paisajes de Santiago Rusiñol y los Retratos de la infanta Luisa Fernanda realizados por Federico Madrazo. Y un Caravaggio sobre el que ya he escrito en una entrada anterior: Salomé con la cabeza del Bautista.

Saleta de Carlos III. Decorada con cuadros de Luca Giordano de finales del siglo XVII, representan escenas de la “Vida del Rey Salomón” y pasajes de “La Historia de Roma”, como “La muerte de Séneca”. La bóveda es de Antonio R. Mengs, representa la “Apoteosis de Trajano”.

Contigua a la saleta, se encuentra la antecámara de Carlos III, con obras de Francisco de Goya de los reyes Carlos IV y Mª Luisa de Parma. Monumental reloj en forma de templete “Cronos soportando le Esfera”, uno de los muchos relojes perteneciente a la colección Patrimonio Nacional. 

A continuación se encuentra la cámara de Carlos III. Una estancia con una decoración muy original, de gusto dieciochesco por la chinoiserie diseñado por Mattia Gasparini y que al rey Carlos tanto le gustaba. Estucos policromados en el techo, paredes tapizadas con seda bordada con hilos de plata y suelos de mármol.

Una sala de paso llamada Tranvía de Carlos III, con un cartón para tapiz de Francisco de Goya “La caza del jabalí”, da acceso al Salón de Carlos III. Fue dormitorio del rey. Podemos ver presidiendo la estancia un retrato de Carlos III con el manto de su orden pintado por Mariano J. Maella, frescos de Vicente López y una lámpara francesa del siglo XIX con forma de Lys.

Saleta Amarilla. El escritorio y la cómoda son obras del ebanista francés G. Beneman y del broncista P. A. Forestier del siglo XVIII. Sillería conocida popularmente con el nombre de “peineta”.

Salón de Banda o Salón de Cine. Exclusivo dessert en piedras duras, esmaltes y bronces dorados, creación del orfebre y joyero romano Valadier.

Sala de la Plata. Piezas en plata y plata sobredorada del siglo XIX y principios del XX.

Sala de Porcelana y Cristal. Porcelanas de distintas procedencias del siglo XVIII al siglo XX y cristalerías de los mismos períodos.

Pasamos por la Galería, desde donde se puede ver la seriedad del barroco del patio de los Príncipes, a través de los ventanales. Dos grandes esculturas de los reyes Católicos de José Vilches realizados en 1862, nos acompañan en este paseo.

Salón de paso a las habitaciones oficiales de la reina Mª Cristina, con un retrato de Alfonso XII pintado por Federico de Madrazo.

Antecámara de Mª Cristina o Sala de Stradivarius. Dos violines, una viola y un violonchelo presiden esta sala, todos ellos decorados de forma singular, única en el mundo. El cuarteto fue construido por el luthier de Cremona Antonio Stradivari entre 1667 y 1709.

Sala de la Corona. En esta estancia se encuentran los símbolos más representativos de la Monarquía española: La Corona y Cetro real, el Discurso de Proclamación de S. M. el rey Felipe VI, la Ley Orgánica 3/2014 de Abdicación de su Majestad el rey D. Juan Carlos I, el Collar de la Orden del Toison de Oro y la Mesa de la esfinges, mesa en la que se firmó la entrada de España en la Comunidad Económica Europea.

Camón o espacio mirador a la escalera principal desde otro ángulo distinto al que veíamos al entrar al Palacio.

Antecámara Oficial con retratos de los reyes Carlos III y Alfonso XIII, primer y último monarca que residió en el Palacio. 

El Belén Napolitano del Príncipe, Su origen se remonta a Carlos III que inició para su hijo, el futuro Carlos IV, uno de los conjuntos más importantes que se conservan de este género. El Belén está formado por más de 200 figuras y casas napolitanas, además de otras escenas genovesas y españolas. Las piezas más recientes fueron adquiridas en 2001 a talleres italianos que, desde el siglo XVIII, han mantenido la tradición hasta nuestros días. En los belenes napolitanos las escenografías eran efímeras y cada año se concebía un montaje diferente. Siguiendo esta tradición, al Belén de Palacio se han incorporado sucesivamente objetos inspirados en las Colecciones Reales de todos los Palacios y Monasterios de Patrimonio Nacional. En este sentido, en el montaje de este año, los técnicos, alumnos y profesores de las Escuelas taller de Patrimonio Nacional, han dado forma a un Belén que refleja el ambiente ilustrado del reinado de Carlos III, monarca del que se celebra el tercer centenario de su nacimiento en 2016, con personajes que se ejercitan en el estudio de las Ciencias y las Bellas Artes, como la pintura, el dibujo o el estudio de la ruinas clásicas, la botánica, las aves. 

Algunos datos curiosos, algunas cifras mareantes

La primera piedra está colocada a 11 metros por debajo de la puerta principal. En un principio, el arquitecto Juvara, proyecto un palacio de enormes proporciones, que requería un espacio mucho mayor que el del antiguo Alcázar, por lo que debería haber estado situado en unos terrenos fuera de la puerta de San Bernardino. Un proyecto desmesurado, con veintitrés patios, treinta y cuatro entradas, grandes estancias para los Consejos y la Secretaría de Estado, biblioteca, iglesia, teatro… descartado rápidamente por Felipe V y su esposa Isabel de Farnesio, ante el excesivo coste del mismo. 

El palacio consta de 50.000 m2, con 870 ventanas, 240 balcones, que se abren a fachadas y patio, y 44 escaleras. La Escalera de Embajadores diseñada por Sabatini, tiene 3 rampas paralelas de 5 metros de anchura cada una. El palacio es el mayor de toda Europa Occidental, ocupando una extensión de 135.000 m2.Tiene tres plantas y cuatro entreplantas, debajo y encima de cada una de las principales. Las fachadas del palacio miden 130 metros de lado por 33 de alto. En total el palacio posee unas 2.800 habitaciones. La mesa del comedor de gala tiene capacidad para 145 comensales.

Leyendas y misterios del Palacio Real de Madrid

Los fantasmas de palacio. Para encontrar el origen de la leyenda de los fantasmas del Palacio de Oriente, nos deberemos trasladar al siglo IX, las crónicas de la época cuentan que los terrenos situados entre la Cuesta de San Vicente y San Francisco el Grande, estaban habitados por brujas y fantasmas que se aparecían a todo aquel que se adentrara por estos parajes, de modo que eran muy pocos los habitantes de Mayrit que se atrevían a acercarse por el lugar tras caer la noche.

En 1085, Alfonso VI de Castilla, reconquista para la cristiandad Mayrit, mandando construir sobre la fortaleza musulmana el Alcázar y es a partir de ese momento cuando los fenómenos fuera de lo normal, empiezan a tener lugar de forma frecuente: obreros, artesanos y ciudadanos muertos en extrañas circunstancias, apariciones de seres fantasmagóricos, misteriosas desapariciones de obreros y materiales… Y la leyenda cobra cada día más fuerza, afirmándose entre los habitantes de Mayrit, que, al verse expulsados, los espíritus, se habían conjurado para reclamar su justa venganza.

Y de este modo, llegamos hasta la Nochebuena de 1734, las leyendas afirman que, durante el incendio, se escuchaban algunas voces lastimeras y otras de gozo, cuando no había nadie dentro del palacio. En abril de 1738 comenzaron las obras de construcción del nuevo Palacio Real, y con las obras, llegaron de nuevo los fenómenos extraños. El capataz de las obras, juraba y perjuraba haber visto escalando la muralla a dos seres, mitad fantasmas, mitad demonios envueltos en sábanas. Al principio se pensó que el capataz no estaba en sus cabales, pero poco a poco todos los obreros empezaron tener las mismas visiones, hasta que uno de los trabajadores cayó al vació. Sus compañeros afirmaron, incluso juraron ante la Inquisición, que una enorme sombra que sobrevolaba sobre ellos había sido lo que había arrojado al vacio a su compañero. Felipe V, decide entonces realizar un exorcismo, el sacerdote oficiante, baño a todos los obreros en agua bendita, para posteriormente colgar de sus cuellos una gran cantidad de escapularios e imágenes de santos. Sin embargo los sucesos fuera de lo normal, no cesaron, los obreros se marchaban victimas de auténtico terror y la conclusión de las obras del Palacio Real se retrasaba cada día más y más. 

El misterio de las estatuas, en un principio la cornisa superior del Palacio Real iba a estar decorada por 108 esculturas de gran tamaño, representando a los monarcas de los diferentes reinos relacionados con la monarquía española. A día de hoy no está clara la razón por la que no se colocaron en la ubicación prevista. Se dice que, tal vez, el enorme peso habría podido afectar la estructura del edificio, aunque una segunda teoría, afirma que la viuda de Felipe V y madre de Carlos III la reina Isabel de Farnesio, tuvo pesadillas en las que veía como un terremoto provocaba que las estatuas cayeran sobre ella aplastándola. La reina creía que estos sueños eran una premonición sobre el final de la monarquía, de modo que rogó a su hijo, que mandara colocar las estatuas en otro lugar, donde no hubiera peligro de caída. Consultado un vidente, éste aseguro que no se trataba de un terremoto, sino que eran los espíritus, que habían regresado en busca de su venganza.

De este modo, las estatuas nunca se colocaron, quedando almacenadas en los sótanos de palacio hasta que Isabel II, decidió repartirlas, no solo por Madrid, sino por toda la geografía Española. Algunas de ellas podemos verlas en la plaza de Oriente, frente al Palacio Real, otras en los Jardines de Sabatini, algunas más en el paseo de las Estatuas del Retiro y las menos, pero eso sí, las mas viajeras, llegaron hasta Vitoria o Pamplona o El Ferrol. Finalmente, tras la restauración del edificio, iniciada en 1970, algunas de estas estatuas se colocaron en el lugar para el que en principio fueron proyectadas. 

Los túneles de palacio, durante las obras de la plaza de Oriente se descubrieron una serie de túneles que conectaban el Palacio Real con el Monasterio de la Encarnación, este pasadizo, que figuraba como Pasadizo de la Encarnación en el plano de Pedro de Texeira del siglo XVII, arrancaba en las cocinas del Alcázar y permitía a los miembros de la Familia real acudir a los actos religiosos, sin necesidad de pisar la calle. El esplendor de este pasadizo fue resaltado por el nuncio papal Barberini, que detalló las obras de arte que decoraban sus muros. Una leyenda asegura que una parte de estas galerías permanecía inundada por el agua y servía para que, embarcado en una góndola, Felipe IV se desplazara por ella para acudir a sus encuentros amorosos con una novicia enclaustrada en el cercano convento de la Encarnación.


Pero hubo otro pasadizo que enlazaba con el Teatro Español, construido sobre los terrenos que había ocupado el Monasterio de Santa Ana, derribado por orden de José I Bonaparte. Los sótanos del teatro conservaban la cripta funeraria del convento, y a través del bar del nuevo edificio, se podía acceder a su antecámara por tres pasillos, de los que, uno tenía acceso al palco normalmente utilizado por el rey y los otros dos a edificios religiosos del Barrio de las Letras. Todavía existe parte de un tramo de este túnel que unía el Palacio con la plaza de la Paja y en la calle Segovia y bajo el Palacio de Anglona existe otro tramo muy ancho, lo que permite suponer que circulaban coches de caballos.


También en las inmediaciones del Palacio Real adquirieron fama los túneles por los que, el rey Alfonso XII salía de incógnito a visitar la ciudad. Una de las bocas de esta serie de túneles y pasadizos secretos iba a dar a lo que más tarde sería un restaurante-cava, en la calle del Factor, el mesón Torre-Narigües, hoy desaparecido.


En los jardines del Campo del Moro, se ve aún la trampilla de la boca de un pasadizo que unía los jardines con la estación de Príncipe Pio y la Casa de Campo y un segundo túnel, hoy cegado y sepultado a causa de las obras de soterramiento de la M-30 fue empleado por José I Bonaparte para acceder al palacete de los Vargas, junto a la puerta del Rey de la Casa de Campo, un antiguo pabellón de caza donde el monarca impostor se sentía más seguro que en palacio y donde el monarca, disfrutaba junto a una actriz de renombre, amante suya. Puede que este túnel, fuera el mismo que utilizó el rey Alfonso XIII, cuando se proclamó la II República, para salir de palacio, llegando hasta la Casa de Campo.


Por último, aunque esto no se ha podido comprobar, se afirmaba que existió otro túnel, que permitía acceder al cuartel de la Guardia Real del Conde Duque, por el que se decía que podían circular coches de caballos.

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