Felipe I el Hermoso


    Archiduque de Austria, duque de Borgoña y rey consorte de Castilla. Nacido en Brujas el 22 de junio de 1478 y muerto en Burgos el 25 de septiembre de 1506. Hijo del emperador Maximiliano I y de María de Borgoña. Su nacimiento fue motivo de grandes celebraciones en los Países Bajos. Fue bautizado en la iglesia de San Donato, oficiado por el obispo de Tournay. Felipe apenas conoció a su madre, puesto que ésta murió prematuramente el 27 de marzo de 1482. Se convirtió en el único heredero de todas las posesiones de la duquesa María, la cual en su testamento entregó la custodia de su hijo, así como la regencia de todos sus territorios al archiduque Maximiliano. Cuando Maximiliano abandonó Flandes para ser proclamado emperador en 1493, asumió el poder a la temprana edad de 15 años.

    El 27 de marzo de 1494 realizó su Alegre Entrada en Malinas y poco después en el país de Henao, tras lo cual visitó a su padre en Insbruck. El 24 de febrero del año 1496, firmó con Inglaterra el llamado Intercursus Magnus, para restablecer las relaciones comerciales entre ambas orillas del Canal de la Mancha.

    Los Reyes Católicos que mantenían unas excelentes relaciones con Maximiliano, decidieron en 1490 iniciar las negociaciones para concertar el matrimonio de sus hijos, el príncipe Juan y la infanta Juana, con los hijos de éste, Felipe y Margarita. Este primer intento no fructificó por la oposición de Carlos VIII de Francia, en 1494 dieron nuevamente comienzo las negociaciones, los primeros acuerdos para llevar a cabo dicho matrimonio fueron firmados el 20 de enero de 1495 y el 5 de noviembre quedó sellado definitivamente el contrato matrimonial.

    Juana de Castilla llegó a los Países Bajos el 8 de septiembre de 1496, pero Felipe el Hermoso no se encontraba allí, puesto que había ido a visitar a su padre. Parecía que había comenzado a cambiar de parecer respecto al matrimonio con la infanta, ya que no apresuró a regresar, no llegando a Lierre, donde se encontraba Juana, hasta el 19 de octubre de 1496. Felipe III conoció a Juana de Castilla el 20 de octubre, sintiéndose atraído por ella, tanto que ordenó que se adelantara la ceremonia religiosa para poder consumar inmediatamente el matrimonio. La boda tuvo lugar en la iglesia de San Gomaro, ese mismo día, tras lo cual se celebraron fiestas, que no debieron prolongarse mucho, porque el 26 de octubre estaba previsto que Felipe presidiera una asamblea de la Orden del Toisón de Oro, de la que era miembro desde su infancia. Ambos esposos sintieron un arrebato pasional nada más conocerse, pero pronto aparecieron las primeras desavenencias, motivadas por las diferencias que existían entre la corte española y la borgoñona. En presencia del archiduque se trató con desdén a miembros del séquito de la infanta, sin que Felipe hiciera nada por evitarlo. Desaires motivados por los recelos que provocó esta unión en muchos de los consejeros del archiduque, que temían que los monarcas de Castilla y Aragón interfirieran en las buenas relaciones que el borgoñón mantenía con Francia.

    Al conocer la noticia de la muerte del príncipe Juan el 4 de octubre de 1498, Felipe barajó la posibilidad de reclamar las coronas de Castilla y Aragón. Los Reyes Católicos, alertados por Fuensalida, solicitaron inmediatamente la presencia en su corte de Manuel I el Afortunado y de su hija Isabel de Castilla, para que las Cortes les juraran como herederos. La crisis dinástica abierta tras la muerte del príncipe de Asturias, quedó resuelta tras el nacimiento del infante Miguel, el cual fue reconocido como heredero a los pocos días de nacer.

    Los Reyes Católicos mostraron abiertamente la desconfianza que les provocaba las actuaciones de Felipe el Hermoso, el propio emperador intentó tranquilizarlos, pero no calmó los ánimos de los monarcas, ya que fueron informados de que su hija carecía de los medios necesarios para pagar a los miembros de su séquito, puesto que Felipe no le entregaba las rentas que se había comprometido a facilitarle. Maximiliano apoyó la candidatura de Ana de Bretaña para ocupar el ducado de Milán, mientras que Felipe apoyaba los intereses del nuevo rey de Francia, Luis XII. La firma de la paz de Bruselas colmó la paciencia de los Reyes Católicos, que enviaron a Sancho de Londoño y a fray Tomás de Matienzo, para que Felipe abandonara la política de amistad con Francia y para descubrir que motivaba la aparente falta de interés que sentía Juana por la religión.

    Felipe el Hermoso, se negó a renunciar a la alianza firmada con el rey de Francia. Tras dos años de matrimonio, el 6 de septiembre de 1498, se produjo el nacimiento de la hija primogénita, bautizada con el nombre de Leonor. Pasados los momentos de euforia por la facilidad con la que Juana había dado a luz, continuaron las desavenencias entre ambos, posiblemente por la desilusión que sintió Felipe porque su primer hijo no hubiese sido un varón y por las continuas protestas de su esposa, que consideraba que el comportamiento que mantenía Felipe respecto a Francia era desleal con sus padres. En el verano del año 1498 Felipe escribió una carta solicitando el regreso de su hermana Margarita, afirmando que nada hacía en Castilla tras la muerte de su esposo. Isabel y Fernando fueron conscientes del peligro de esta petición, ya que se estaba negociando el matrimonio de la infanta Catalina y el príncipe de Gales, era probable que Felipe y Maximiliano I utilizaran a Margarita para entorpecer las mencionadas negociaciones, como finalmente ocurrió.

    El 25 de febrero de 1500 nació el segundo hijo de Felipe el Hermoso y la archiduquesa Juana, el cual recibió el nombre de Carlos. Los Reyes Católicos intentaron reconciliarse con Felipe, ya que la salud del príncipe Miguel no era muy buena y éstos vieron en el pequeño duque de Luxemburgo un posible sucesor. El 20 de junio de ese mismo año se producía la muerte del príncipe de Asturias, acontecimiento que convertía automáticamente a Juana y a Felipe, en legítimos herederos a las coronas de Castilla y Aragón.

    Isabel y Fernando enviaron a Fuensalida a los Países Bajos, con el propósito de que Juana y Felipe acudieran a España para ser jurados como herederos por las Cortes, Felipe se mostró remiso, estaba buscando el momento propicio para utilizar su nueva posición y el momento llegó el 10 de octubre de 1500, cuando recibió la noticia de que Fernando el Católico y Luis XII había firmado un acuerdo de paz, para repartirse el reino de Nápoles, territorios que el archiduque deseaba poner bajo la autoridad de su hijo Carlos. Felipe envió a sus hombres a la corte francesa, para iniciar las negociaciones para el compromiso matrimonial del pequeño Carlos y de la princesa Claudia, la hija del rey de Francia; este matrimonio favorecía que el ducado de Nápoles fuera a parar a manos de Carlos y mientras fuera menor de edad, a su padre; sin que Fernando e Isabel pudieran protestar por ello, ya que por un lado se encontraban en paz con Francia y por otro el control de Nápoles recaería en manos de su nieto.

    Juana quedó nuevamente embarazada en diciembre del año 1500, una nueva excusa para que su esposo pospusiera su viaje a España. Juana se trasladó a Bruselas a dar a luz a la infanta Isabel, para así recibir un importante subsidio de la ciudad. Felipe decidió retrasar su marcha para presionar a los Reyes Católicos, que se habían negado a aceptar el compromiso de su nieto con la hija del rey de Francia. Finalmente, éstos se vieron obligados a ceder y enviaron a Flandes a Juan Rodriguez Fonseca.

    Conseguidos sus propósitos, Felipe inició los preparativos de su viaje el 27 de julio de 1501, fecha en la que se produjo el nacimiento de su hija Isabel en Bruselas. Así tras encomendar el cuidado de sus hijos a Ana de Borgoña y el control del gobierno al conde de Nassau, los herederos de Castilla y Aragón iniciaron su marcha el 4 de noviembre de ese mismo año. Pero la alegría de los Reyes Católicos duró poco, ya que en vez de emprender el viaje por mar aceptó la invitación de Luis XII, para cruzar los Pirineos para llegar a España. Dicho comportamiento fue considerado como un claro desafío de Felipe a Isabel y Fernando.


    Finalmente los príncipes de Asturias llegaron a la frontera el 26 de enero de 1502, donde fueron recibidos por el comendador mayor de Santiago, Gutierre de Cárdenas, y por Francisco de Zúñiga, tras lo cual marcharon a Burgos, donde Felipe y Juana juraron mantener todos los privilegios de la ciudad cuando llegaran al poder. Puestos en camino llegaron a Valladolid, donde les esperaba el almirante Enríquez y el 15 de marzo llegaron a Medina del Campo, ciudad donde Felipe visitó de incógnito la feria que allí se celebraba. Diez días después, ambos esposos se encontraban en Madrid celebrando la Semana Santa, desde allí iniciaron su camino a Toledo. Pero que el séquito de los príncipes tuvo que detenerse en Olías, donde Felipe estuvo convaleciente unos días tras haber contraído sarampión, la citada enfermedad no le impidió entrevistarse con Fernando el Católico, con el que mantuvo una relación cordial desde los primeros días. Superada la enfermedad, Felipe y su esposa fueron jurados herederos a la corona de Castilla el 7 de mayo de 1502, en la catedral de Toledo.

    Estaba previsto repetir el mismo juramento poco después en el reino de Aragón, aunque una nueva enfermedad del archiduque impidió que esta ceremonia se llevara a cabo hasta el 27 de octubre, en la ciudad castellana de Alcalá de Henares, donde un nutrido grupo de procuradores aragoneses esperaron la llegada de la legítima heredera y su esposo. Felipe fue reconocido por las cortes castellanas como rey consorte de Castilla, apenas sin condiciones, no ocurrió lo mismo con las cortes de Aragón, que se mostraron muy claros al afirmar que el archiduque sería rey de Aragón mientras su esposa viviera, al mismo tiempo especificaron que en el caso de que Fernando el Católico contrajera nuevas nupcias y lograra engendrar un hijo varón, Juana perdería todos sus derechos.

    Felipe el Hermoso abandonó la corte de los Reyes Católicos el 19 de diciembre, mientras que la princesa Juana, tuvo que quedarse junto a sus padres, debido a que se encontraba embarazada. De este modo, Felipe sintiéndose liberado pasó la Navidad en Sigüenza, y cruzó la frontera el 7 de febrero de 1503 por Perpiñán. Cruzando Francia, recibió la noticia del nacimiento de su hijo Fernando, el 29 de marzo firmó el Tratado de Lyon con Luis XII, por el cual Felipe consiguió el control sobre la provincia de Capitanata y afianzó el acuerdo matrimonial de don Carlos y la princesa Claudia. Satisfecho por los logros obtenidos, en España y en Francia, Felipe el 10 de abril visitó a su hermana Margarita, duquesa de Saboya, tras contraer matrimonio con el duque Filiberto. Pero la salud de Felipe se resintió a causa de su ajetreada vida viéndose obligado a guardar reposo tras contraer unas fiebres, que le tuvieron durante semanas al borde de la muerte. Así no abandonó Saboya hasta el mes de septiembre de 1503, decidió no regresar a los Países Bajos, se proponía viajar a la corte imperial, para visitar junto a su padre, todas las posesiones de la Casa de Austria.

    Desde que Felipe emprendió el camino de regreso, decidió evitar que Juana permaneciera en Castilla, ya que algunos consejeros le informaron que los Reyes Católicos intentarían volver a Juana en su contra, lo que no favorecía sus intereses, ya que sólo podría ser rey de Castilla y Aragón en el caso de que siguiera controlando la voluntad de su esposa. Con el fin de ejercer más presión sobre la princesa de Asturias, la envió una carta, supuestamente escrita por Carlos, en la cual el pequeño suplicaba a su madre que regresara. Esta carta causó una honda impresión en Juana, que suplicaba una y otra vez que se la dejara marchar a Flandes.

    Fernando e Isabel decidieron utilizar a su hija para presionar a su esposo, puesto que consideraban que era necesario que Carlos se educara junto a ellos. Aunque Carlos no viajó a Castilla hasta el año 1517, Juana tuvo la autorización de sus padres para marchar a los Países Bajos el 1 de marzo de 1504, lo cual supuso un importante éxito diplomático para su esposo. Convencido de su éxito, Felipe firmó una nueva alianza con Luis XII por la cual se comprometía a prestarle su ayuda frente a Venecia, a cambio de que se mantuviera el compromiso matrimonial de su hijo. Esta nueva alianza no gustó a los Reyes Católicos, que protestaron enérgicamente. Estas protestas no afectaron a Felipe, convencido de la necesidad de mantener sus buenas relaciones con el monarca francés a pesar de los consejos de Fernando el Católico, pero el príncipe de Asturias no prestó oídos a estas recomendaciones y tras recibir la noticia de que Fernando se proponía entregar Nápoles al almirante Enríquez, sintiéndose traicionado montó en cólera y firmó el nuevo Tratado de Blois con Luis XII que no entró en vigor gracias a que el rey de Aragón, le comunicó a través de uno de sus hombres de confianza, que entregaría el reino de Nápoles a su nieto mayor a cambio de que éste se educara en España. Juana al regresar a los Países Bajos montó en cólera tras conocer la identidad de la nueva amante de su esposo, a la que llegó a agredir con unas tijeras, causando un gran escándalo por su comportamiento en todas las cortes europeas. La actitud de Felipe hacia su esposa no contribuyó a que ésta recuperara el equilibrio mental, ya que optó por pasar largas temporadas alejado de ella y cuando la situación llegaba a unos extremos que el mismo se sentía incapaz de soportar, tomó la decisión de recluir a la princesa en sus aposentos.

    Felipe se negó a viajar a Castilla cuando Fernando le comunicó que se aproximaba la muerte de Isabel, ya que el príncipe opinaba, que si su esposa quedaba incapacitada ante los castellanos y aragoneses sería muy difícil que llegara a reinar en Castilla y prácticamente imposible en el caso de Aragón. Opinión acertada, ya que en el testamento de la reina Católica se incluyó una cláusula por la cual en el caso de que Isabel no pudiera hacerse cargo del poder la regencia del reino quedaría en manos de Fernando hasta que Carlos fuera mayor de edad.

    Desde que se recibió en Flandes la noticia de que la reina de Castilla había fallecido, el 26 de noviembre de 1504, Felipe multiplicó sus esfuerzos para ocultar el estado de su esposa y envió al señor de Veyre para defender sus intereses frente a Fernando el Católico. El rey consorte de Castilla, respondió siempre que el comportamiento de su mujer estaba plenamente justificado ya que se habían tomado por desequilibrios sus frecuentes ataques de celos. Estas explicaciones fueron rechazadas por Fernando, que afirmaba que se trataba de una treta de su yerno para conservar el poder, decidió enfrentarse a Felipe el Hermoso, lo que impulsó a éste a retomar su amistad con el rey de Francia. Felipe I firmó un nuevo tratado por el cual reconocía los derechos de Luis XII sobre el ducado de Milán a cambio de que se celebrara la boda del futuro Carlos I con la princesa francesa.

    Felipe comunicó a sus colaboradores que pretendía viajar a España lo antes posible para ocupar el trono castellano, al enterarse de lo mucho que había perjudicado a la causa de Fernando la llegada de una carta firmada por Juana, en la cual la reina reclamaba a su padre la herencia de su madre. Pero Fernando el Católico y Luis XII iniciaron las conversaciones de paz, negociaciones que dejaban en el aire la posición del rey consorte de Castilla, que sólo contaba con el apoyo de Maximiliano I, el cual le aconsejó que negociara con su suegro. Parecía que Felipe estaba dispuesto a aceptar el matrimonio de Fernando con Germana de Foix, para de este modo iniciar las negociaciones con su suegro, la intervención de don Juan Manuel le hizo cambiar de opinión en el último momento, ya que le convenció de que lo más conveniente era ordenar a Filiberto de Veyre que intensificara sus ataques en contra de Fernando, ya que su nuevo matrimonio no había sido visto con buenos ojos en Castilla. Los ataques de Veyre provocaron que la autoridad de Fernando fuera cada vez más cuestionada, situación que propició que Felipe decidiera viajar a Castilla el 8 de enero de 1506, dejando en Flandes a cuatro de sus cinco hijos, incluida la pequeña María, que había nacido en septiembre del año anterior.

    Finalmente Felipe decidió emprender su viaje por mar para desembarcar en Sevilla, donde se encontraba uno de sus más poderosos aliados, el duque de Medinasidonia. Pero una fuerte tempestad obligó a la flota de los reyes de Castilla a desembarcar en Portland (Inglaterra). Enrique VII no dudo en invitar a Felipe y a Juana a Londres, invitación que fue aceptada cortésmente por ambos. El monarca inglés aprovechó la circunstancia para obligar a Felipe a que le entregara al duque de Suffolk, dado que le impidió abandonar Inglaterra mientras éste permaneciera en Flandes. Petición que le fue concedida aunque no sin que el rey de Castilla le impusiera como condición que se respetara la vida del prisionero. Así tras despedirse de su anfitrión Felipe el Hermoso decidió desembarcar en La Coruña, en vez de en Vizcaya como había decidido durante los meses que permaneció en Inglaterra, el 26 de abril de 1506, ya que había recibido noticias de que Fernando se encontraba en las proximidades de esta ciudad.

    Desde su llegada a Castilla las actividades de don Juan Manuel se intensificaron hasta tal punto, que éste se convirtió en el político más importante del reino. Fue él el principal impulsor de que su señor acercara sus posiciones a las del cardenal Cisneros, el cual pasó a su bando. La posición de Fernando se fue haciendo más desesperada, ya que fue perdiendo todos sus apoyos políticos, obligándole a negociar con su yerno con el que se reunió el 20 de junio en Remensal, lugar donde renunció a la regencia de Castilla. A pesar de esta renuncia, la situación de Felipe y Juana no estuvo legitimada hasta la firma de la Concordia de Villafafila, por la cual Juana quedaba apartada del poder y Felipe quedaba como dueño absoluto de los destinos del reino de ésta. No duraron mucho las buenas relaciones de Felipe con su suegro, ya que el rey de Castilla se negó a entregar a César Borgia, prisionero en el castillo de Mota desde 1504, a los emisarios del rey Católico.

    Felipe I empezó a sentirse enfermo el 16 de septiembre de 1506 después de beber un vaso de agua fría tras jugar un partido de pelota. Los días siguientes prosiguió con sus actividades cotidianas, aunque su estado se fue agravando con el paso de los días hasta que finalmente falleció. Su prematura muerte sorprendió a sus súbditos, que no dudaron en afirmar que el rey había sido envenenado, aunque según apuntan recientes investigaciones, la causa más probable es que éste falleciera de peste, enfermedad que había aparecido en la corte algunos meses antes. De este modo cabe la posibilidad de que Felipe I contrajera dicha enfermedad en una de sus múltiples salidas, ya que en su afán de distanciarse de doña Juana, con mucha frecuencia salía de caza e incluso visitaba prostíbulos donde era frecuente la aparición de todo tipo de infecciones.

    Felipe I pasó los últimos días de su vida en Burgos, en la Casa del Cordón, acompañado en su agonía por su esposa, que sorprendió por su gran entereza, a pesar de que se encontraba embarazada de la que sería su sexta y última hija, la infanta Catalina. Una vez certificada su muerte, le vistieron con sus mejores galas, tras lo cual se le instaló en un trono, desde donde presidió simbólicamente durante toda la noche los ritos religiosos que se oficiaron por su alma. Por la mañana, se procedió a embalsamar su cuerpo, siendo su corazón enviado inmediatamente a Bruselas y una vez que concluyeron las actividades de los cirujanos, fue conducido a la catedral, donde se celebró en presencia de toda la corte un Réquiem. Para la historia queda la negativa de su esposa a darle sepultura durante los meses que deambuló por Castilla, aunque finalmente años después sus restos fueron enterrados, por orden de Carlos I, en la Capilla Real de Granada.





Comentarios

Entradas populares